Páginas

jueves, septiembre 15, 2011

La tragedia y el movimiento estudiantil

(Nueva versión del anterior)

En estos días, todo Chile se ha unido fraternalmente en torno a una tragedia en la que 21 compatriotas representaron, cada uno a su manera, los afanes y deseos de paz y de concordia, de superación y de cariño, de millones de chilenos. Contrasta con esta unanimidad moral la acritud de las contiendas políticas, su carencia de humor, sus pequeñeces, que han llevado a los representantes de los distintos partidos a su nivel más bajo de aprobación en la historia.

También contrasta este Chile unido y pacífico con el uso espurio de las presiones callejeras, animadas por el espíritu de la lucha de clases, para conseguir por la fuerza de las movilizaciones y a la rápida un cambio social que el país necesita alcanzar mediante la deliberación y el trabajo paciente de todos, sin exclusiones.

En este contexto de duelo nacional, una dirigente de la Confech afirma que "vamos a hacer manifestaciones de carácter pacífico porque entendemos que también aquí lo importante es que había un grupo de personas que iba a cumplir una misión de algo que el Estado no se hace cargo (educación). Esta convicción por atender a los más desposeídos también la tiene el movimiento estudiantil". Discrepo de ella. Todas las acciones del movimiento estudiantil han perjudicado a los más desposeídos, constituyen medidas de fuerza antidemocrática que amenazan con secuestrar un gobierno débil, y, por sobre todo, no tienen nada que ver con la acción sostenida, pacífica y solidaria de un Felipe Cubillos, por ejemplo. Felipe ayudó a levantar la educación; el movimiento estudiantil, claramente minoritario, solamente la ha paralizado.

 

domingo, septiembre 11, 2011

Contraste

Asistí a una presentación de Felipe Cubillos en la Universidad de los Andes hace algunos meses. La mezcla de audacia, solidaridad, buen humor, profesionalismo y espíritu juvenil nos dejaron asombrados a los cientos de estudiantes y profesores presentes. En estos días, todo Chile se ha unido fraternalmente en torno a una tragedia en la que los 21 de la fama representan, cada uno a su manera, los afanes y deseos de paz y de concordia, de superación y de cariño, de ese resto de millones de chilenos que no contarán nunca con un reconocimiento masivo por su vida ni con un duelo nacional por su muerte. Y es justo que así sea, aunque las mentalidades igualitaristas y amargadas no puedan comprenderlo.

Contrasta con esta unanimidad moral la acritud de las contiendas políticas, su carencia de humor, sus pequeñeces, que han llevado a los representantes de los distintos partidos a su nivel más bajo de aprobación en la historia. Contrasta este Chile unido y pacífico también con el uso espurio de las presiones callejeras, animadas por el odio y el espíritu de la lucha de clases, para conseguir por la fuerza de las movilizaciones y a la rápida un cambio social que el país necesita alcanzar mediante la deliberación y el trabajo paciente de todos, sin exclusiones.