He celebrado muchas veces a mi padre, pero nunca en este día del padre, universal y omnipresente. Hemos celebrado, sus hijos y nietos, el cumpleaños del padre y abuelo. Nunca se nos había ocurrido celebrar, así en general, “el día del padre”.
La idea no parece mala; más bien, parece muy buena, justa, como el día de la madre, como una prolongación humana del gran mandamiento divino: “Honrarás a tu padre y a tu madre”.
Algo suena extraño, sin embargo, y como que cuesta acostumbrarse.
El día del padre fue establecido, en primer lugar, en los Estados Unidos de América del Norte, al despuntar el siglo XX. Una buena hija lo promovió para honrar a su señor padre, quien, tras enviudar por culpa del parto letal de su esposa, había asumido los dos roles, el de padre y el de madre.
Interesante origen. El día del padre comenzó porque un padre, mediando la desgracia de la viudez, asumió su rol de madre. Y porque una hija —nótese bien que no un hijo— quiso honrar a tan heroico progenitor. Después se sumaron otros estadounidenses, y, finalmente, el gobierno, que, en los países libres, siempre va detrás de lo que la gente ya ha decidido hacer.
La celebración, que quedó fija en el tercer domingo de junio, se ha extendido por el resto de América y por Europa, y luego por África y Asia y Oceanía. Es una fiesta universal, casi como si fuese un mundial de fútbol.
Yo personalmente no hago una fiesta, fundamentalmente porque no sé si mi padre me lo permitiría. El asunto nos ha llegado cuando los dos tenemos aproximadamente la misma edad. Además, solemos tomarnos juntos un café cualquier día, a cualquier hora, para conversar de cualquier cosa, y siempre siento como que estoy celebrando. Por último, no lo celebro porque él todavía no ha asumido su rol de madre; quiero decir que, gracias a Dios, y a la pericia de mi madre con los partos, los once partos que tuvo viva, el bueno de mi padre no ha enviudado.
Así que, a fin de cuentas, él todavía no se merece que lo celebremos como la señora yanqui celebró a su señor padre.
Insisto, algo huele a raro en toda esta fiesta tan hermosa.
Piensen ustedes, por ejemplo, ¿qué pensarían de un país donde se celebrara el día nacional del aire limpio? ¡Que viven en una nube de polvo y carbón!
¿Se imaginan a nuestros antepasados indios celebrando el día del agua pura? Yo puedo pensar en que rindieran culto al sol y a la luna, a los vientos y a los mares, a las fuerzas superiores de la naturaleza de la que dependían como de sus dioses. No me cabe en la mente, en cambio, pero estoy abierto a ser refutado por un sabio antropólogo, que celebraran como parece que celebramos nosotros: con nostalgia. Tiendo a creer, pues, que la conciencia del valor de la paternidad —y qué gran valor que tiene, sin duda— se expande por el mundo en la misma medida en que la paternidad se ha gastado, ha entrado en una crisis de dimensiones cósmicas, les parece a muchos —en algunos ambientes, a la mayoría de los niños— como un artículo de lujo, como la copa del mundial de fútbol, eso que —en Chile, al menos— se mira y no se toca.
La paternidad biológica, extramarital, de tantos adolescentes; la adolescencia prolongada de tantos padres, profesionales exitosos y bien casados, pero todavía inmaduros, con la esperanza de ir madurando un poco antes que sus hijos, una esperanza que tantas veces falla; los divorcios y las separaciones y esa masa errante, cada vez más pesada, de hombres con fracasos existenciales a cuestas, que hacen lo que pueden para estar —cada día que pasa, un poco menos— con sus pobres y abandonados hijos; las incertidumbres inherentes a ese mundo cruel, asesino, brutal, de la producción artificial de hijos deseados, los hijos del vidrio, que solamente a veces saben de qué genes proceden; la crisis de la autoridad incluso de los padres más maduros y recios, los mejor plantados, que deben luchar por sus hijos contra sus hijos, con la esperanza de que ellos, cuando maduren, entiendan y agradezcan esos choques, esos límites, esas negativas, esa exigencia, ese impulso a superarse; la sociedad que exalta la autonomía, la rebeldía de los niños, la explotación de los sentimientos adolescentes, el libertinaje; todo esto y más subyace a una crisis de la paternidad que podemos entender muy bien quienes hemos tenido un padre perfecto, y vemos las luchas de otros con su propia paternidad, y —por providencia divina— no sufrimos bajo la tribulación de la carne.
En este contexto, la celebración universal del día del padre es una cosa buena. Aunque provoque nostalgia y tristeza, aunque suscite preguntas dolorosas —mejor: porque suscita las preguntas de fondo—, es santo celebrar lo santo, y la paternidad es santa.
Algo, sin embargo, huele a podrido en los festejos del día del padre.
Lo más santo y bueno puede corromperse bajo el peso del estiércol del diablo.
Llevamos tres semanas, un mes quizás, con la burbuja comercial que nos envuelve con su mundo de alegría pop, donde todo son papás ultra-súper-descomunales a los que sus hiper-requetecontra-admirados hijos les harán el gran regalo que, lógicamente, la mayoría de la población del mundo no puede ni soñar en comprar, ese regalo que —otra vez— se mira y no se toca.
Los ricos, sin embargo, también lloran. El agrado que sintió ese papá comprándole su iPod al niño rico, lo sentirá ahora el niño grande, también rico, comprándole al viejo un buen viaje, un auto, una máquina de hacer café, una afeitadora, una corbata, un Macintosh (si tiene buen gusto, que, si no, cualquier PC vale), una botella de whysky; pero los dos, contentos, pensarán, sin duda, si acaso no han sido, cada uno a su turno, sendos juguetes del mercado y del capricho.
Hijos de Mammón.
Romina, el poema es el summum de lo relamido....¡como para arruinarle la condición de hijo a cualquiera! (si es que vas a inspirar semejante mermelada). Mejora tus gustos, parte por Gottfried Benn o intenta con Eugenio Montale
ResponderBorrarDelicuescentemente,
Aitor
Ahh Cristóbal… de tanto que escribes del diablo y de la cosa corrompida haces que lo bueno de algunas cosas se pierdan irremediablemente. Siéntete un hombre afortunado porque lo eres, y derraba un poco de esa fortuna también en lo que escribes, tú que tienes la “suerte” (porque a estás alturas ya no tengo como más llamarla) de tener y vivir en una familia bien “constituida”, que tomas cuando quieres un café con tú padre y puedes de paso también alabar a diario a tú madre. Regala entonces un poco de esa suerte-fortuna contándonos de vez en cuando una linda historia.
ResponderBorrarJ.
parece que al pobre mabrú lo tienen medio descubierto
ResponderBorrarkiloton
Estimada J.: ¡Buen punto! Es verdad que, a veces, quienes vivimos contentos somos demasiado sensibles para el mal que aqueja a otros, a muchos. Un próximo capítulo seguirá la sugerencia: ¡contar una historia optimista!
ResponderBorrarGracias.
Signeseme de alamrmista pero creo que las beatas de antaño no exageraban cuando inaginaban a "Los liberales" con cachos y dientes filudos. En lo personal y por cuanto soy un pésimo caricaturista prefiero dejar las inmágenes y pasar a las analogías, y pensar en el liberalismo - y los liberales- como una aguja manejada por mano experta que no da punto sin hilo. Desgraciadamente a este respecto, se está dando la puntada a través de la proyección de esa inmagen idílica "del padre", un ideal que como dice el columnista tiene la particularidad de no encarnar a nadie en concreto.
ResponderBorrarCreo que el hilo que pasará por ahí será sin duda el de una sociedad que ovejilmente y sobre todo cobardemente terminará aceptando como moralmente correcta la idea de un "padre", de una "madre" y de un "niño". Asitimos así a una nueva fase en el decontructivismo de la antigua y concreta noción de familia, (del matrimonio ya ni hablemos).
Pienso que los católicos no debemos ni siquiera emplear la nueva conceptualización linguistica para referirnos a esto,para ponerlo en palabras legas, nunca debemos de dejar de hablar de términos como "familia", "adulterio", "matrimonio" etc. Hablemos asi nuestro lenguaje, el que ha sido de la iglesia y aquel que el demonio no podrá penetrar. Quien conversa con el demonio siempre pierde.
Acordaos además que sobre esto los santos padres de la iglesia y los papas (padres a los que nadie celebra) han sido machacones en insistir que no cualquier filosofía sírve a los fines de la teología y del conocimiento de Dios. Por ende no cualquier filosofía sirve a la correcta elaboración de una "antropología católica" Por lo mismo no tomemos de los enemigos de la civilización católica el lenguaje que ellos ocupan. Solo servirá para confundirnos. (ya saben por quien)
Sebastián Domeyko
Los días pasan y no has escrito nada, espero te encuentres bien.
ResponderBorrarMuy bueno. Doy gracias a Dios, y a mis mismisimos padres, que puedo compartir con ellos frecuentemente. Es odioso pensar que el cariño al padre (o madre) ha de ser representado (como lo sugieren estas propagandas) por algo comprado y que entre más caro...mejor! Dudo que esa sea la forma correcta de demostrar el agradecimiento que merecen recibir (y a diario).
ResponderBorrarEn realidad no es de eso de lo que quiero hablar. Recién llego de una "charla-conferencia" (creo que así le puedo llamar) que daba el filosofo y ex ministro de educación francés, Luc Ferry, en la municipalidad de Vitacura. El moderador era el investigador del CEP Ernesto Rodríguez y el tema era: "vencer los miedos: una sabiduría para nuestros tiempos". Interesante lo que dijo el "caballero de la legión de honor, de las artes y letras" pero...poco se le entendió. Era difícil de hilar, como que faltaba conexión entre las ideas (o quizás era muy abstracta) o quizás todo lo que pienso fue culpa de la traductora. Lo que no me cabe duda que hizo falta fue un moderador que supiera guiar el tema. El señor Rodríguez hablo muchísimo mas de la cuenta (tanto es así que fue groseramente interrumpido por gran parte del publico, lo que me causo profunda vergüenza ajena) y de una manera muy poco clara. Aquí es donde eché de menos a alguien que pudiera entablar un diálogo e interpretar de manera correcta lo que el francés decía, cosa que el del CEP intento sin éxito. Ferry toco temas como la filosofía en si (la que definía como la doctrina de la salvación por la vía racional, y que esta era totalmente contraria a la Religión), el miedo como principal propulsor de nuestros males, lo que hoy es considerado sagrado (que para el es lo humano) y del “matrimonio por amor” (como una de las cosas buenas que creo el capitalismo, según el), entre otros temas. Sin duda me hubiera gustado verlo a ud. en el puesto de Rodríguez, y no como moderador si no que como “parte” creando diálogo con este tan moderno personaje.
Saludos
EAM
Estimada J.: Va en breve.
ResponderBorrarEstimad@ eariztia: Me halaga, pero no creo que yo estuviera a la altura del evento.