Una de las experiencias más extrañas de mi niñez fue darme cuenta de que nadie se llamaba como yo. Sí tenía, entre mis conocidos y amigos, a varios Fernandos, Alejandros y Felipes, y Cristinas, Magdalenas y Teresas. Cristóbales, en cambio, no conocí a ninguno, durante mucho tiempo, hasta que, un día, un señor mayor, a quien todos conocíamos por Juan, me confesó que se llamaba Juan Cristóbal.
De un tiempo a esta parte, sin embargo, he comenzado a reconocer mi nombre en otros, siempre muy jóvenes. Y mientras más joven es la generación, más tocayos se me aparecen.
Sin ir más lejos, ayer, en una librería del Parque Arauco, mientras hurgaba a ver si aparecía mi librico Las Instrucciones del Microondas, he aquí que una señora, con un libro en la mano, la cabeza echada sobre su hombro izquierdo, mirándome casi de frente dice: “Oye, Cristóbal, ¿cómo se llamaba tu libro?”.
Fue un instante. La miré. No pude reconocerla, pero me dispuse a responderle de inmediato, bastante halagado por que alguien buscase mi libro, me reconociera y me hablara tan directamente sobre el asunto. “Se llama Las Instrucciones del Microondas”, iba a decir, cuando ella, gracias a Dios, prorrumpió antes con ese “Ah, sí, El león, la bruja y el ropero, ¡aquí lo tengo!”.
Hablaba por su teléfono oculto con un niño lejano, claramente un tal Cristóbal.
Quedé como con el ímpetu en el aire. Miré para otro lado. Por suerte no alcancé a decirle nada. ¿Se imaginan? “Mi libro, señora, es Las Instrucciones del Microondas”. Y ella: “¿Y a quién le importa? ¡Déjeme hablar con mi Cristóbal?”.
Moraleja, Cristóbal: No olvides que hay muchos que se llaman como tú.
Todos tenemos un nombre. Antiguamente, el nombre era el ser mismo de la cosa. Dios era “Yo Soy”. La época posmoderna, que todo lo disgrega, parece separar cada día más el ser del nombrar. Sin embargo, todavía hay en el nombre que uno lleva algo similar al ser: que nos viene dado, que lo debemos a nuestros padres, que nos lleva a preguntarnos por su sentido.
Y así como no tiene nombre darle el ser a un niño sin garantizarle su identidad, como cuando se lo echa a este mundo huérfano y despreciado, o como cuando se le hace nacer como objeto del deseo y no como fruto del amor, o como cuando se le ocultan sus raíces biológicas para proteger el tráfico de gametos con fines de reproducción artificial, así tampoco tiene nombre que los padres identifiquen a sus hijos con nombres estrambóticos, malsonantes, desarraigados, ridículos.
Pensándolo bien, el asunto éste sí que tiene nombre, pero vamos a dejarlo oculto por lo que significa.
De vez en cuando, se publican en Chile, como en muchos otros países, las nuevas modas en materia de nombres. Tengo delante de mí uno de esos recuentos (La Tercera, 3 de junio de 2007, pág. 22). Consolador y preocupante a la vez.
Piensen ustedes que el primer lugar, en Chile, se lo llevan Benjamín y Martina, para varones y mujeres respectivamente. Les siguen, entre los niños: Vicente, Matías, Martín, Sebastián, Joaquín, Diego, Nicolás, José, Cristóbal (¡increíble encaramamiento en el ránking!), Bastián, Juan, Ignacio, Maximiliano y Felipe. Y entre las niñas: Constanza, Catalina, Valentina, Sofía, Javiera, Antonia, María, Isidora, Francisca, Fernanda, Camila, Antonella, Florencia, Josefa y Emilia.
Hasta ahí, los nombres parecen indicar una cierta inserción de la mayoría en la tradición chilena, con nombres cristianos y castellanos, relativamente comunes y, permítanme decirlo, biensonantes.
Sin embargo, fíjense cómo otros nombres van subiendo posiciones, tomados de las series de televisión o del imaginario globalizado. Kevin, por ejemplo, es más usado que Alejandro; Christopher, más que Rafael. No pasa nada, si esos niños se van a vivir luego a Estados Unidos; pero, en Chile, ya sabemos: o son hijos de familias emigrantes —en cuyo caso, Kevin y Christopher son bien vistos, como lo serían Jonathan y Paul— o simplemente son hijos de familias sin tradición, o de familias pobres e incultas, de clase baja o de medio pelo, o, por desgracia, de ninguna familia propiamente dicha. Otro tanto pasa entre las pobres niñitas: Carolina, un nombre precioso —como de ojos verdes y cuentos de hadas—, ha sido desplazado por Anais y Krishna; Andrea, por su lado, cae ante Kiara y Dafne.
No es un problema solamente de clases sociales. No es un asunto de simple clasismo, como tendería a pensar alguien políticamente correcto. No, señores, porque el nombre refleja el ser de la persona, indisolublemente unido al de su entorno familiar y social. Por eso, nuestro complejo de inferioridad puede inclinarse ante un Kevin que desciende, con acento yanqui y la billetera repleta, de un avión procedente de Nueva Inglaterra; pero ante “el Kevin” de La Pintana —una población marginal de chavolas, al sur de Santiago—, se inclina nuestra compasión, no nuestra admiración.
¿Y si el Kevin de La Pintana se convierte en inmensamente rico, con el paso de los años? Los milagros son posibles. En ese caso, “poderoso caballero es don dinero”, nos inclinaremos como nos inclinamos todos ante los ricos y los poderosos.
De todas maneras, los nombres globales en las villas miseria suponen cierta conexión con un mundo real más amplio. Lo peor emerge ante nuestros ojos cuando el citado reportaje nos informa que los niños comienzan a ser nombrados en honor a personajes del cine, el deporte o la televisión: Zinedine, Zidán y Beckham, bien, que merecen ser honrados (¿jugará mejor un “Beckham Pérez” que un “Zidán González”?); pero Legolas, Neo, Eminen . . . y luego ya viene el acabóse: K’rla, Zxamorith, Xol, Violent, como nombres de mujeres, y Ziggi, Xadyer, Pool, D’, Anarko, como nombres de varones.
Existe una miseria de fondo, más profunda que la socioeconómica, cuando algunos hermanos y hermanas nuestras —terminadas las risas, vemos que somos hermanos— sienten de lo más natural donar a sus hijos unos nombres que no los conectan con nada, solamente con un mundo virtual y desarraigado.
Me revolqué de la risa por horas, buenísimo el artículo.
ResponderBorrarMuchos saludos
Entiendo perfecto de lo que habla.
ResponderBorrarPara bien o para mal, pero definitivamente sin pensar las consecuencias, mis padres me pusieron Melanie.
shi que te pasa logo,
ResponderBorrarYailín
Leí un artículo con similar información hace unos días en el diario, claro que era más bien una entrega informativa, quizás una radiografía del minuto y mucho menos entretenido que tú relato. Mi nombre tampoco es muy “cristiano”, en el sentido tradicional, cuando le consulté a mi mamá el porque de la elección me dijo que lo había sacado de un libro de nombres y le había parecido original y bonito. Sé de otras personas que buscan en la guía telefónica algún nombre apropiado para la añorada criatura y de otros que inventan con el afán de innovar (Racso en vez de Oscar, Ivca por Iván y Mónica, etc). También sé de casos en que el nombre quedo escrito con “faltas de ortografía” a propósito de que en el registro civil no supieron escribirlo y simplemente no quisieron corregirlo.
ResponderBorrarSupongo que al igual como en ciertos segmentos están arraigados los nombres vinosos en otros –tal vez- menos aspiracionales y más “alternativos” están aquellos que dicen relación con su forma de ver y relacionarse con el mundo como es Internet, el Chat, etc.
Decidir el nombre de un hijo debiera ser una tarea pensada y delicada para los padres, los nombres marcan en definitiva muchos más aspectos de los que uno supone, pero por cierto y como casi todo en esta vida, depende mucho del criterio o descriterio de los padres, la teleserie de moda, el galán que ganó el oscar y el músico del momento. Creo que mis posibles futuros hijos podrán alegrarse quizás algún día, que su madre no sea fanática de –casi nada-.
P.S: Te copie de nuevo el contador… pero bueno, ya lo había hecho antes. :0)
Interesante el tema. Los nombres sin duda que reflejan aspiraciones de los padres cuando se los colocan a sus hijos (ya se llamen Brad Pitt o Juan Cristóbal). A veces, también pretenden traspasarles el orgullo a que el padre o madre se sienten acreedores por sus obras. Y quién sabe cuántas otras razones.
ResponderBorrarEl nombre viene siendo como una carta de presentación social. Nadie discute que no es lo mismo presentarse como Jason que como Alberto. Pero ni éste ni aquél “son” su nombre.
Coloquialmente puedo decir yo soy Catrina. Pero ontológicamente no existe Catrina. Esa es una palabra, nada más. No existen Catrinas en la realidad, ni nada que se le parezca. ¿Qué significa identificarse con un nombre? Es identificarse con una imagen, con un concepto arbitrario y mental, que no tiene nada de Absoluto, sino que es esencialmente relativo (a conceptos como la sociedad, como son tus ejemplos).
Para hacer una analogía: si yo por ejemplo te digo que te voy a presentar a una comunista, inmediatamente a ti se te van a venir un millón de ideas a la cabeza (rota, allendista, atea, negra, odiosa, quizás consecuente, etc.) Si yo le digo lo mismo a otro, aunque fuera un cercano tuyo, sus imágenes mentales van a variar (incluso también podría pensar que es rota, pero su concepto es distinto al tuyo). Pura relatividad (ojo que no estoy juzgando, sólo comprobando).
Con los nombres ocurre lo mismo. El “ser” de un ser humano -hablemos de sus cualidades esenciales- no tiene nada que ver con que se llame así o asá. Nosotros “somos”, por más que estemos convencidos que nuestro ser depende del nombre. La clásica distinción entre sustancia y accidente.
El ser no tiene nada que ver con el nombre ni con nada que se le parezca. Ese es un convencionalismo social. El ejemplo de Dios no es acertado. Cuando en la Biblia se habla de “Yo Soy el que Soy”, ¿acaso se está pretendiendo hacer una afirmación lingüística? No, es una afirmación que tiene un trasfondo metafísico de la mayor profundidad. El ser de Dios está en su Ser, no en que se le identifique –ni menos El se identificaría- con una palabra. Somos nosotros quienes le decimos de diversas maneras (incluso los de La Cuarta le dicen “El Pulento”).
Para conocer el Ser, hay que primero darse cuenta de el no-ser de las palabras. No es que no nos comuniquemos, ni las ocupemos, pero jamás identificarlas con algo que exista: son pura abstracción.
Catrina
Para no quedarme sólo con el reparo, debo decir que tienes mucha gracia para escribir. y buen estilo,
ResponderBorrarcatrina
Jajaja, muy bueno. Como anillo al dedo, recomiendo probar quién más tiene tu nombre en www.yoname.com
ResponderBorrarMuy curioso.
Saludos
Gracias por los comentarios.
ResponderBorrarMi intento es que reflexionen con humor y que se lo piensen bien antes de liquidar a un hijo.
Y que piensen que algo pasa, que el nombre no da igual.
Nomen est omen.
Estimadísimo Olegario:
ResponderBorrar¿Sabía usté que llegará el día en que seremos llamados con nuestros verdaderos nombres? Cada uno, en el Cielo, tendrá un nombre que designará de modo perfecto lo más íntimo de su ser. Entonces tropezaremos en una esquina (más bien usté me atropellará, reconcentrado, como iba, en la lectura del De ente et essentia -que ya será hora de dedicarse a las cosas importantes-), y yo le diré: "buenos días, queridísimo Olegario", y usté me responderá "tanto gusto, señor Tribilín".
Atte. y con encomio
Mambrú
PD: Quién diría que la señorita Caterpillar estudió metafísica. De cualquier modo, y sin ánimo de ofender, el pobre Mambrú cree que debiese estudiar más.
Cristóbal, quizá a propósito de esto de los nombres se entiende mejor aquella máxima de eugenio d'Ors "todo lo que no es tradición es plagio".
ResponderBorrarLa suerte que tuve de que mi padre se impusierapara ponerme su nombre (que da claro que es Ángel), porque si me llegan a poner como mi padrino (Vitorino) hubiera sido "pasto" de risas. En España, Vitorino es el nombre de una reconocida ganadería de toros, y aquí somo muy dados para hacer gracias con este tipo de cosas, jejeje
ResponderBorrarte mueres si ves los nombres de los chicos y chicas alemanes de todas las "clases sociales", que aquí también las hay!
ResponderBorrarBastián y Antonella... muy de chilenos no tienen; uno es una imitación del alemán Bastian (debe ser por el músico) y Antonella... debe ser alguna princesa de Walt Disney.
Pero qué hacer, a mí me han criticado muchas veces en Alemania, por ponerle a los ninos "nombres prusianos" o "nombres austriacos"...
me da lata explicarle a la gente que se trata simplemente de nombres universales y que se pueden traducir al castellano.
Un saludo muy grande!
La ciencia diría que nuestra calidad de único la da el ADN, más no sé si pueda ser adicionalmente “nuestro verdadero nombre”, el cuál debiera ser único e irrepetible. ¿Cómo se oirá eso en palabras de Dios?
ResponderBorrarestimado mambrú alias "al pan pan , vino vino", me parece bien tu visión de las cosas. sin embargo, es un poquito infantil eso del Cielo. la tierra y el cielo, y el infierno por cierto. linda metáfora. ¿de dónde sacas que alguien te va a poner nombres "arriba". bueno, seguramente eso está escrito en los libros científicos que lees, y que ojalá me recomiendes para aprender algo de metafísica.
ResponderBorrarpero qué se le va a hacer. los que no saben nunca dan argumentos. sólo hacen como que saben.
de todas maneras, te felicito, porque usas tu verdadero nombre. te atreves a ser tú. en todo caso ya cualquiera medianamente intuitivo se da cuenta quién eres. esto sí tiene nombre: miedo.
besitos,
catrina
eso sí, para partir, le recomendaría al señor profesor de filosofía y de derecho "¿?" la metafísica de aristóteles. se me olvidó que tiene un capítulo acerca del cielo y de los nombres.
ResponderBorrarcatrina
perdón por el desliz de los capítulos. estaba un poco sorprendida del método de decir cosas sin presentarse con el nombre. pero como el nombre es el ser, entonces parece que nadie dijo nada.
ResponderBorrarbueno, quizás para no aburrir a nadie, podrías hacer un blog paralelo de filosofía. mejor aún. podrías organizar un seminario e invitarme a conversar estos temas personalmente, para que haya menos distorsión.
caterpillar
para que vamos a exacerbar la parte irracional de todos nosotros. mejor dejarlo hasta aquí. cada uno tiene su visión del ser humano y es respetable tanto tu posición, la mía, como de cualquiera de los bloguistas. no quiero que sea esto un puro conflicto, así que me despido del blog y te deseo suerte. ya no volveré a intervenir. saludos,
ResponderBorrarcatrina
Exelente... aunque fató el Bryan (léase brayan) o Brayatan (mezcla de Bryan y Johnatan).
ResponderBorrarMe recordó a una prédica del padre Gerardo Joanon en este sentido. Definitivamente el nombre es algo que nos acompañará toda la vida, y que en cierta medida es parte de nuestra personalidad. Por eso hay que pensar muy bien antes de ponerle nombre a los hijos, porque además de los nombres raros, están los que riman con los apellidos, o los que pueden significar otra cosa...
Si el pobre Mambrú ha sido ofensivo con la Srta. Caterpillar, en este mismo acto procede a disculparse, y reafirma que no había nada más lejos de su ánimo e intención.
ResponderBorrarEn cuanto a lo del uso de su nombre (el del pobre Mambrú), en esto se equivoca la Srta Caterpillar, eso no se llama miedo, sino esquizofrenia...
Atte. y con encomio
Mambrú
PD: De cualquier modo y, créase, sin ánimo de ofender, Mambrú ahora piensa que a la Srta Caterpillar, más que metafísica, le falta sentido del humor.
Lo del nombre puede ser un suplicio, o una bendición. Lo de Bastián me hace gracia, tengo un sobrino con ese nombre, como su primer apellido es germano nadie repara en que podría ser picante llamarme Bastián, y no si no fuera así, los ejércitos anti bráyan lo crucificarían, aunque él pobre vive corrigiendo la pronunciación de su apellido, que lo pronuncian a la inglesa.
ResponderBorrarDe primero no llevo Andrés, sino Jesús. Entonces uso los dos, entonces todos se pierden, y no pocas veces no saben como diablos llamarme. Y vivo entre dos nombres, no en uno.
¿Apellidos extranjeros en un país castellano, don Cristóbal? Cosa de gustos, y futuros disgustos.
Hoy utilicé el título de tu blog en el mío, aprovenchando el enlace que tengo. Gracias
ResponderBorrarBuenas tardes,
ResponderBorrarMe hace gracia el doble estándar que se presenta cuando un ninho de apellido Schweinsteiger se llama Ernesto o Felipe y a nadie le parece curioso. Claro, hablo de lo que sucede en Latinoamérica, especialmente en Chile. Claro, "en esos casos suena oneroso, en cambio, nuestros Kevin Castillo suena a poca educación" (lo pongo en comillas y destaco la ironía).
Muchas veces, el nombre depende de quien lo pronuncie y si Don Cristóbal cree que su nombre es muy normal, me parece perfecto, mas espero que nunca le toque escucharlo "Cshri´tobal" como me pasa con mi nombre.
Sí, mi nombre es Jonathan, y no Johnatan (como una variante de John... notoriamente incorrecta) ni Yonatan (producto exclusivo de la rica ortografía de algún oficial de registro civil); Jonathan, que está sacado de una Biblia en inglés... "inculto, verdad?"(%).
Claro, es que "si va seguido de un nombre extranjero está bien"(%). Conozco personalmente personas con nombres como Felipe Schneider, Ernesto Schweinsteiger y otros, pero claro, es acá en Alemania. Cuál es entonces la diferencia?
Apellidos Anglo-sajones con nombres espanholes, nombres anglos con apellidos espanholes... es como si acá se burlaran de las rubias que se tinhen el pelo negro (en Chile es lo contrario, no?)
La diferencia? Ah sí, que acá, la gente se interesa por las capacidades de la persona y no por el nombre.
Eso me recuerda una canción: "si la cultura es tan rica en Alemania, por qué el próximo anho no te quedas allá?"... Precisamente, me quedé acá y me alegro de haberlo hecho. Y es que me avergüenza cómo hay personas que toman un articulo más bien informativo y lo presentan a modo de broma, con cierto matiz de burla. No es mejor ensenhar al escarnio?
Lo peor de todo es que, riéndose del nombre de alguien, se ríen de los padres de esa persona.
Comentarios del tipo: "provienen de una famiia de padres incultos" son muy fuertes. En mi caso, apellido espanhol, nombre de transcripción anglo, pero ya mencioné de dónde salió, y no por ello mis padres tendrán que ser incultos o de una situación económica no próspera.
Alguno dirá que vine en defensa de mi nombre o de mis padres, y la verdad es que posteo más en función de mostrar mi malestar con respecto al tono de este "Bajo la Lupa" que de la defensa, aunque no deja de estar latente.
Bien, me he aburrido de escribir. Prefiero dejar el post hasta aquí en el preciso momento en que se me acaban las ideas acerca del tema, en vez de inventar algo para burlarme de la gente. Aunque, pensándolo bien, creo que podría escribir un libro...
Cordialmente,
Jonathan
PD: no tengo enhe jajajá!
Perdóname Cristóbal pero qué tontera más grande!
ResponderBorrarHay Brayanes (o Brians) felices, supongo, orgullosos de su nombre anti traditio (traditio de quién, vigente hasta cuándo)??
Si todos los vecinos de Wilma y sus amigos se llaman Brian o Jocelyn, como de hecho está ocurriendo, creo que les debiera dar lo mismo y a nosotros también. mal que mal, si el famoso Brian se va a USA, capaz que pase piola.
Es tan horroroso, en ese concepto, llamarse Gonzalo Smith como Jocelyn Jara. No sería raro, en cambio, llamarse Ernesto Schifelbein pues basta suprimir las vocales. Los padres, para no joder a su descendencia, se transforman en la Yolanda Sultana, y deben predecir el futuro (acaso geográfico) de sus hijos. Resultado: totalitarismo familiar!
Si de "no joder" a los hijos se trata, los padres deben asumir el rol de adivinos, y verificar en la bola de cristal que, por ejemplo, el Sr. Smith nacido en Chile no se va a ir a vivir a Southampton ostentando el cacofónico (al inglés) Gonzalo ¡o Rodrigo! o ¡Recaredo!, o peor, JAVIER !!! Insisto, traditio de quién? Vigente hasta cuándo, hasta dónde? Que pelotudez...
Por último es tan fácil cambiarse el nombre que la labor del padre (injusta, por lo demás) de joder o salvar a su hijo con el laico bautismo que supone nombrarlo, hoy es una buena estupidez. Si no le gusta Jocelyn, ud. puede cambiarlo, aunqeu una sola vez, por "the artist formerly known as Jocelyn"; Si no le gusta Brian lo puede cambiar por Brayan. Si no le gusta K'rla, lo puede cambiar por M'nica y así joderse solito...
Por otra parte hay que ser tolerante y saber que esto está lejos de ser nuevo: la razón de la invasión de nombres en english o spanglish es la globalización y consecuente invasión del pez grande. En Roma los Iulios dieron lugar a los Ludovicos ya en el Siglo IV. En Viet Nam hay varios gringos con ojos rajados dando vueltas con nombres de aspiradoras o Privates. En los países del este hay Wladimires, Lenines (hasta acá hay)...
Muy entretenida la prosa Christofer pero eres mejor predicando.
Con cariño,
Marcelo N.
Polémico y entretenido el tema.
ResponderBorrarCuriosamente el uso de nombres anglosajones va directamente relacionado al estatus sociocultural de los padres. Lamentablemente los sectores más incultos están bautizando a niños chilenos -con rasgos autóctonos- con nombres como John, Kevin Katherinne,Nicole, Maickol, Paul,etc.
Pobres niños morenos, con rasgos indígenas pero con nombres de otra cultura, rubia poderosa y de ojos claros. Chile es un país mestizo, con apellidos castellanos, vascos e indígenas. Conozco muchas mujeres que se avenguenzan de llamarse María o de llamarse Carmen, hermosos nombres criollos.
Es una verguenza y es lamentable. Debería haber una campaña en los colegios y en los medios de comunicación para evitar esta ridiculez que refleja la ignorancia y el profundo sentimiento de inferioridad de muchos de nuestros compatriotas.