En estos momentos en que hemos estado tan cerca del sufrimiento, pero también de la alegría y de la esperanza, me atrevo a recomendar la meditación de la Carta Apostólica "Salvifici doloris", de Juan Pablo II, quien, tras afirmar que "el hombre, en su sufrimiento, es un misterio intangible" (n. 4), se adentra con compasión, respeto y fe, en las profundidades de una experiencia que él mismo vivió dramáticamente. Así podremos comprender, dentro de los límites de un misterio que nos sobrepasa, que algunos sufrimientos pueden interpretarse como castigos divinos (cf. nn. 10-11), enraizados en la misericordia que llama a la penitencia (cf. nn. 12 y 15); pero en otros casos, como muestra el libro de Job, el inocente sufre por permisión de Dios. Entonces, "el sufrimiento tiene carácter de prueba" (n. 11). Y más allá de todas esas consideraciones, los cristianos vemos el sufrimiento como participación el la acción redentora obrada por Cristo (cf. nn. 19, 24). Ninguna de estas dimensiones anula las otras.
Cada uno de nosotros puede reflexionar acerca de cómo mejorar su vida, tanto para enfrentar con serenidad la prueba, como para hacer penitencia por las propias culpas, que a veces han sido la causa del sufrimiento injusto de otros. No es necesario justificar a Dios negando que interviene en los asuntos humanos. Por el contrario, si realmente creemos que Él existe y es providente, debemos recurrir a Él de manera muy especial cuando, por medio de un desastre natural, nos recuerda nuestra insuficiencia, nuestra dependencia radical como criaturas, y cuáles son los bienes por los que realmente vale la pena sacrificarse voluntariamente.
El gran Pontífice pensaba que, en el plan divino, "el sufrimiento está presente en el mundo para provocar amor, para hacer nacer obras de amor al prójimo, para transformar toda la civilización humana en la «civilización del amor»" (n. 30). Sería lamentable que, a pesar de tanto sufrimiento y de que la voz de Dios sigue oyéndose en continuas réplicas, el pueblo de Chile perseverara en su sordera y su indiferencia.
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