Algunas respuestas a la persecución del lobby gay
El Jefe de Apple hace pública su homosexualidad y se
llena de aplausos y de respetos. El CEO de Mozilla, que —si no recuerdo mal— también aprueba la
homosexualidad, dona dinero, sin embargo, a favor de la campaña que define el
matrimonio como un asunto entre un varón y una mujer. Y es que se puede considerar lícita la conducta homosexual (error) y aun así saber
para qué es el matrimonio (algo que sea). Mas he aquí que el dato sobre su noble acción pro matrimonio es filtrado a la
prensa; el lobby gay de EE.UU. lo acosa y finalmente lo derriba: lo obligan a
renunciar; pierde su trabajo. ¿Es eso igualdad o discriminación? ¿No confirman los hechos mi
teoría de que el clóset no puede quedarse vacío, y de que los defensores del
(antiguo) sentido común están entrando en él gracias a la fuerte estrategia del lobby gay?
Pues aquí en Chile sucede que una empresa de
publicidad “desvincula” a un trabajador por comentarios calificados de
“homofóbicos”, y un activista gay publica en su Tweeter la hazaña: logran dejar
sin trabajo a un ciudadano que les resiste. En solidaridad con la pobre
víctima, a quien no conozco, publico en mi Facebook una tesis que he defendido
con argumentos sociológicos y académicos en otra sede, a saber, que los gays no
se contentarán con salir del clóset, sino que nos meterán al clóset a los que
nos opongamos; y añado que estoy dispuesto a sufrir la misma injusticia si las
autoridades católicas llegaran a ceder ante la presión mediática. El mismo
activista gay publicó en las redes sociales mis afirmaciones, calificándolas,
como suelen hacer estos nuevos ideólogos con un concepto inventado y despectivo, de homofóbica, y así comenzó otra
persecución contra los que se les oponen. En este caso, se sumaron
declaraciones de organizaciones estudiantiles intolerantes. Una de ellas armó incluso una
manifestación en el patio de Derecho de la Universidad de Chile, exigiendo mi
expulsión… para hacer más pluralista la Universidad (en serio). Y así salieron a gritar otros
activistas gay, incluso un profesor UC que defiende esa ideología y forma de
vida, con escándalo de los fieles y grave traición a la misión de nuestra Universidad. Y luego aparecieron opinantes de toda especie, incluso los que piensan como yo pero prefieren comentar acerca de mi uso del punto y coma, ya que la ocasión es propicia.
Me he limitado a rechazar todos los cargos como
calumniosos, a reiterar la defensa de la moralidad pública, a negarles la
supuesta superioridad moral que quieren autoasignarse y a exigir que se
respeten las reglas de la discusión racional en el ámbito público. No tienen
derecho a tergiversar lo que digo, a poner en mi boca lo que no he dicho y hasta
detesto (me acusaron de declarar una “guerra santa”), a promover el odio contra
mi persona al asignarme intenciones o motivos falsos.
Gracias a Dios, tras una semana de haber denunciado
este intento gay de quitarles sus trabajos a los que resisten varonilmente, y
de haber sufrido yo mismo su ira y su persecución llena de calumnias, ya son
decenas de mensajes de apoyo contra el lobby gay y su griterío agresivo.
Sin embargo, debemos constatar que la gente tiene
miedo. Las preguntas por si yo tengo miedo a posibles ataques físicos y
fanáticos se repiten, lo cual demuestra que hay miedo en el ambiente. Un ejemplo, de un mensaje recibido, entre varias otras
preguntas directas: “Tenga cuidado... Algunos ... son radicales y la ira corre
por sus venas. Mantener una actitud prudente lamentablemente creo que será lo mejor.
Lo
felicito por su valentía de todos modos”.
Hay miedo.
Me aconsejan prudencia. Concuerdo, siempre es una
virtud. Pero alguna forma de dejar claro quiénes son los fanáticos y odiadores
puede ser tener que sufrir por la verdad. Incluso por parte del “fuego amigo”,
como me decía otro.
Entre el fuego amigo, el de un buen católico que cita al Papa
Francisco truncado: la entrevista donde termina con
su clásica frase “¿quién soy yo para juzgar?”. Mi amigo añade: “(Nada más que
decir.)”.
Pero hay mucho más que decir, le respondo, porque con sola esa cita se
hace aparecer al Papa como del lado de los que apoyan la conducta homosexual y
ese estilo de vida. Y eso es falso. Él se refiere a “no condenar” —no pretender
ser el juez último de las conciencias, que es Dios— al que está haciendo un
esfuerzo por acercarse al Señor y tener buena voluntad, a pesar de su pecado
(todos cometemos pecados).
Por eso, porque soy hijo de la Iglesia (como dice
el Papa para reafirmar toda la doctrina de la Iglesia contraria a la homosexualidad, que está clara y es bien
conocida), yo seguiré diciendo que la conducta homosexual es pecado. Ojalá logremos rescatar a
muchos del engaño en que los meten con la ideología de género, haciéndoles
pensar que sus inclinaciones o tentaciones constituyen una identidad.
Y ante el fuego graneado de los que quieren que me meta en el clóset o
que las autoridades académicas me sancionen, debo recordar el ejemplo de Robert
P. George, el profesor de Princeton que, como otros en Oxford, Harvard, etc.,
nunca ha sido amenazado por sus autoridades académicas con sanción de ninguna
naturaleza, ni menos con exigirle retractarse, por defender la necesidad de
resistir la ideología de género, por afirmar que la sodomía es intrínsecamente
desordenada, por decir lo que piensa sin agredir objetivamente a nadie (salvo,
claro, que la percepción distorsionada de algunos gays les hace sentir como
agresión personal lo que es la justa crítica de sus malas obras).
A un grupo de fanáticos se les ha ocurrido que pueden conseguirlo en
Chile, que la libertad y el pluralismo de la Universidad de Chile mejorarían
con un castigo ejemplar de este profesor. Es necesario tener una concepción
autocrática del pluralismo para no ver que esas medidas serían ya la mordaza
definitiva de los demás profesores y estudiantes. De hecho, la mayoría de ellos
ya están amordazados. En la Universidad de Chile hay miedo de discrepar del lobby gay: ya casi se acaba el pluralismo interno en esta materia.
Entre esas reacciones injustas, destaca una
declaración anónima de un grupo político estudiantil, CRECER, de la UC. También
me calumnia gravemente.
Todos ellos tienen que entender que ejerceré la
libertad de llamar mal al mal, sin por eso dejar de estimar en todos su
dignidad de personas y de hijos de Dios.
Todas las atribuciones de especiales motivaciones, un
supuesto discurso de odio y discriminador, y el largo etcétera típico del lobby
gay, son inaceptables: son el arma, que demasiadas veces les ha resultado, para
acallar a sus críticos.
Por eso, espero que la autoridad de la UC defienda
tanto la doctrina católica sobre la homosexualidad como la libertad y el deber
de los profesores de defenderla por todos los medios legítimos, incluidas las
redes sociales.
Tenga en cuenta el lector que una estrategia del
poderoso lobby gay es calumniar de tal manera a sus adversarios, que no se
atrevan a seguir criticándolos, que no levanten cabeza. El lobby gay fue
rechazado por el Papa Francisco en la misma entrevista donde afirmó que a los gays que buscan al Señor y tienen
buena voluntad quién es él para juzgarlos. Y se entiende el rechazo, porque
el lobby está bien metido en la Iglesia y se expande, y corromperá a mucha
gente si no se lo ataja. Como una manera de resistir esa estrategia ruin, la de
golpear hasta obtener un castigo o una humillante retractación, aun a riesgo de
experimentar nuevas olas de violencia (por ahora es solamente verbal: pero mis
amigos tienen miedo), seguiré haciendo eco a otras personas que muestran la
verdad sobre el matrimonio.
Si todos los que piensan como yo se acostumbraran a
decirlo con seriedad, serenidad y firmeza, el lobby gay vería que no puede
atacar impunemente. Pero parece que comenzamos a reaccionar solamente cuando
nos tocan a los niños.
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P.S.: Un amigo me aconseja escribir en lugares más serios que Facebook, como un diario electrónico. Autorizo a cualquiera de ellos a reproducir esta columna, si va entera y sin modificaciones. Sería una gran cosa que los diarios no se dejaran intimidar por estos chicos.
P.S.: Otro amigo me dice que escriba algo más serio que una defensa del inocente en Facebook (que fue lo que dio origen a todo: un ciudadano privado de su trabajo por rechazar la sodomía), como un artículo académico o un libro. Le digo que lo haré, si consigo financiación para publicar y distribuir el libro. Si alguno de los millonarios que leen esto se anima, que me llame.
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