Páginas

sábado, junio 06, 2015

Una columna en Infovaticana

Tras algún tiempo de publicada en Infovaticana, comparto con mis lectores privados esta columna.

Sólo añado que espero que el protagonista anónimo de esta historia se atreva a ir al piso 5.





Ayer fui a almorzar solo, por excepción. Un estudiante joven vino a sentarse, casi a la vez, casi enfrente, en diagonal, en la misma mesa del comedor universitario, pues prácticamente no había más espacio a esas horas. Estábamos cerca, pero solos. Numquam minus solus, quam cum solus!, desde Cicerón a Newman, pasando por San Bernardo, es la experiencia positiva de la soledad.
Hasta que él rompió el hielo:
—¿Es Usted el profesor Orrego?
—Sí —le respondí, dándole la mano—. ¿Cómo te llamas? (En mi país, los viejos estamos autorizados a tutear a los jóvenes de entrada: es la convención. Don Álvaro D’Ors me enseñó una vez, cuando esperábamos la Villavesa, los dos solos (numquam minus solus, quam cum D’Ors!), que no debe ser así: el Usted y el tú siempre han de ser recíprocos. Pero de aquí a que yo esté a la altura de D’Ors, ya será al revés, en todas partes, como va siendo: que los jóvenes tutean a los viejos de entrada).
—Me llamo Ricardo Corazón de León —dijo su nombre, que era otro— y leo su blog Bajo la Lupa. Ahí dice Usted —este es de los jóvenes viejos, que no te tutean a la primera— que podía prestarle, al que lo quisiera, un vocacionómetro.
—No lo recuerdo. Seguramente estaba diciendo tonterías, otra vez —le respondí—. Y la palabra no me la inventé yo.
—Es que yo tengo la inquietud religiosa. No de ser religioso, sino sacerdote diocesano.
Entonces le expliqué lo que es un vocacionómetro, que lo guardo en mi oficina del quinto piso, y cómo funciona.
Una parte del mecanismo —mucho más importante de lo que suele sospecharse— es la suerte. Los Apóstoles, para sustituir a Judas, deliberaron, fijaron condiciones, seleccionaron a dos discípulos idóneos que les fueron presentados… Finalmente, sin embargo, invocaron a Dios, et cecidit sors super Matthiam: “y la suerte recayó sobre Matías” (Hechos 1,26).
No un azar ciego, sino una elección de Dios.
Alegría inesperada.
——————————–
Cristóbal Orrego es Profesor en la Facultad de Derecho de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Acepta sugerencias de temas, preguntas y problemas para abordar, a su correo: corregos@uc.cl.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario