Publicado en Infovaticana el sábado 24 de octubre de 2015.
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Por humildad —la única virtud que conservo intacta desde niño—, he decidido que la sugerencia, de mis discípulos infames, de firmar como El tonto del pueblo no sea enteramente desoída. Y es que mi madre me enseñó, desde pequeño, que la mejor manera de ser inteligente es hacerse el tonto. Ella lo hacía de maravilla.El tonto del pueblo viaja, entrevista personajes, averigua informaciones ultrasecretas, pregunta, llora, gime, patalea.Hace algunos días me preguntó un amigo, desde Colombia (¿alguien entiende cómo funciona el correo electrónico? Es increíble): «¿Cómo ves el avance del Sínodo?». Podía sentir el temblor en su barbilla, típico de buen católico que pregunta esto, cuando todos los medios de comunicación han silenciado al Papa Bueno y han voceado a gritos al Papa Progre; han hecho un show con tres o cuatro herejes de tomo y lomo, para casi nada decir de la notable unanimidad moral entre los Obispos católicos, que son casi todos. (Aquí no me vengan con leguleyadas: Nestorio y Arrio también eran católicos).Así que, como no soy timorato y tengo información privilegiada, le respondí sencillamente así: «El Sínodo va muy bien, impregnado del carácter caótico del Papa, pero con gran unidad doctrinal. Más detalles podría darte luego».El tiempo se me fue, y mi amigo no me pidió detalles. Lo cierto es que he tenido acceso, desde el 2014, a intervenciones de un calado teológico abrumador y de una fuerza profética que a veces me pareció hasta violenta, pronunciadas con una autoridad que ha dejado a los padres sinodales sin aliento y sin ganas de ceder en lo más mínimo a las presiones de esos poquísimos fautores de novedades.Si alguien me ofrece un soborno considerable, podría atreverme a filtrar —como se dice entre los conspiradores— esas palabras inspiradas, con las que el Papa Francisco estuvo plenamente de acuerdo y solamente dos o tres despistados no entendieron.
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