Una síntesis apretada de las intervenciones del Cardenal Müller en Chile.
Su visita fue intensa. Dio una entrevista al principal diario del país; inauguró el Mes de María en el Santuario de Maipú; presidió la Misa inicial de la reunión anual de la Conferencia Episcopal; dio la conferencia sobre la familia en la UC y finalmente habló en Ágora UC sobre las universidades católicas. Yo asistí solamente a estas dos últimas actividades.
Sobre la familia, ya les adelanté lo principal: fue una profunda exposición y defensa de la teología católica sobre la familia, con expresa reafirmación de los puntos más contestados por la teología progresista.
Sobre las universidades católicas, lo más destacado fue su impulso a aplicar la Constitución Apostólica Ex Corde Ecclesiae, que es la Norma Fundamental de las Universidades Católicas. Si me permitís una entrevista a lo Scalfari, puedo reconstruir las siguientes ideas.
Primero expuso él sobre los desafíos de una universidad católica en un contexto de profunda secularización. Los fines propuestos por los fundadores, a finales del siglo XIX, siguen vigentes y deben vivirse en circunstancias nuevas, donde a veces la hostilidad del pensamiento laicista es aún mayor. La clave está en la fidelidad al Magisterio de la Iglesia. También llamó a asumir la opción preferencial por los pobres y por los jóvenes. Destacó que la Iglesia ha hablado de dos opciones preferenciales (y suele olvidarse una): por los pobres y por los jóvenes, y que Jesús se hizo pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza; y también introdujo en la historia la eternidad, para hacernos jóvenes con su verdad siempre joven y nueva.
A la hora de las preguntas, un profesor de Derecho le contó que él trabajaba en la teoría de la ley natural como un puente entre el derecho occidental y el derecho chino, y le preguntó cómo debería extenderse el estudio del derecho natural a todas las facultades de la Universidad y no solamente quedar en Derecho. El Cardenal le respondió con una exposición sobre ese fundamento ético común a todas las culturas, que es el derecho natural, que debemos encontrar para fundamentar la pacífica y justa convivencia. Le dijo que el derecho presupone un fundamento antropológico y ontológico.
Después le hice yo una pregunta que, según supe después por boca de algunos asistentes, fue muy agradecida por varios y molestó a otros (no creo que al Cardenal).
Le dije que en el siglo XIX se fundó la Universidad Católica para hacer frente al laicismo y a la masonería, pero que ese no era ya el problema principal, porque uno se lleva relativamente bien con ateos y agnósticos y debate con ellos en diversos foros sin mayores conflictos. Ahora el verdadero problema es que estamos divididos entre los católicos, porque algunos defendemos la doctrina tradicional, mientras que otros, incluso algunos sacerdotes muy famosos, enseñan que el aborto podría ser legal en casos excepcionales, que el matrimonio civil también debe ser para personas del mismo sexo, y que es lícito resistir el nombramiento de obispos por el Papa, como sucede en alguna diócesis chilena en este tiempo (no le di el nombre). Y le pregunté si la Jerarquía de la Iglesia, y especialmente Roma, podrían hacer algo para ayudar a rectificar esta situación. También le dije que el problema era de conflicto objetivo, por las diferencias doctrinales profundas, pero que entre los católicos divididos por nuestra interpretación de lo que significa ser católicos nos queremos y nos respetamos. Solo que la situación impide promover la auténtica identidad católica de la UC.
En su respuesta, el Cardenal Müller corrigió un error en mi pregunta. Es lógico, porque él es el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe y yo soy solamente el Gran Inquisidor del Santo Oficio (básicamente: él está vigente y yo estoy derogado).
Me dijo que, en realidad, el problema de los laicistas y masones seguía igual de vigente, y que en muchos aspectos era todavía más hostil que en el siglo XIX. (Advierto que he reformado mi modo de pensar en esto y que acepto la corrección).
Después afirmó sin tapujos que no puede ser católico quien no acepta toda la doctrina católica. Y recordó brevemente la doctrina sobre el aborto, la homosexualidad y la obediencia debida al Papa.
Sobre la homosexualidad fue bastante políticamente incorrecto: el Sínodo reciente ha hablado de personas que experimentan alguna tendencia hacia alguien del mismo sexo, pero ya no debemos hablar de los homosexuales o de personas homosexuales porque los seres humanos somos solamente varones o mujeres: no existen los homosexuales. (Paréntesis mío: hay documentos del Magisterio que hablan de personas homosexuales, pero hace tiempo que se intenta corregir el lenguaje para no dar la impresión de que esta situación implica una identidad). Y lógicamente el matrimonio, que es para la procreación de los hijos y formar una familia, exige de varón y mujer.
Sobre la obediencia de los laicos al Papa dijo, dirigiéndose al Nuncio, que había visto el video con la profanación de los laicos en la Misa en que el Obispo de Osorno asumió su cargo, y que eso era inaceptable. Ciertamente el Papa se puede equivocar en estas cosas, pero hay procedimientos muy rigurosos en la Santa Sede para juzgar de la idoneidad del Obispo. Finalmente no son los laicos los que juzgan de esta idoneidad, sino el Papa. Aunque puede equivocarse, el Santo Padre no es solamente el supremo maestro de la doctrina, sino que también tiene una potestad disciplinar que debe ser seguida por todos. (Paréntesis: hice esta pregunta sobre laicos vs. Obispo y Papa porque un estudiante de mi seminario, a quien estimo mucho, lidera la oposición de los laicos contra el Obispo de Osorno, y estaba presente en la reunión: de hecho, al término intentó hablar con el Nuncio, con poco éxito).
El Cardenal no dijo nada sobre qué podría hacer la Jerarquía —ni Roma— para ayudar en este conflicto. Pero su visita a Chile es parte de la respuesta. Elocuente.
Una tercera pregunta fue de un filósofo, que afirmó que, además del fundamento ontológico y antropológico de la enseñanza, debía haber un fundamento ético, y le pidió al Cardenal que hablara sobre el ethos universitario. El Cardenal estuvo de acuerdo con todo.
Por último, el Rector le preguntó cómo hacer compatible esa posición firme en la doctrina y en los principios católicos, que queremos promover en la Universidad, con estar abiertos al mundo que nos rodea y especialmente a los miembros de la comunidad universitaria que no son católicos y que vienen por la calidad académica de la institución.
El Cardenal Müller le respondió que, en cuanto a los profesores, debían estar todos comprometidos con el respeto a los principios de la Universidad. También dijo que por ningún motivo podíamos quedarnos callados respecto de las enseñanzas de la Iglesia no compartidas por una parte de la sociedad. Por el contrario, debemos dar testimonio de toda la verdad, sin temor. Si nos callamos, habrá mucha gente que se confunda y termine en el error. Es verdad que hay muchos que «no tienen fe todavía» o son «todavía no-creyentes»; pero están en búsqueda de algo trascendente, y con ellos debemos dialogar, explicándoles la verdad del Evangelio y de la doctrina de la Iglesia. Ante situaciones difíciles, como la muerte de un hijo o un amigo, también los creyentes podemos sentir dudas. Por eso, es muy raro que haya alguien que sea con seguridad totalmente ateo. Son personas poco inteligentes las que tienen certeza absoluta de que Dios no existe, porque es una contradicción. Con todas podemos dialogar para dar testimonio de la fe.
En síntesis, a todos nos quedó muy claro que la manera de enfrentar la diversidad no es el silencio, ni el acomodo, en materias de fe y de moral.
Gracias, Cardenal Müller. Vuelva a Chile.
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