Widenberg es la Residencia del Opus Dei en Münster. ¿Me creerían si les digo que su actual Director, Hartwig Bouillon, es el último descendiente vivo de Jesucristo? Él es Numerario, es decir, célibe, así que, por desgracia, aquí se nos termina la descendencia de su noble familia.
Herr Bouillon es, además, el Director de la Oficina de Información del Opus Dei en Alemania. En la sala de torturas de Widenberg —el desván donde guardamos la bicicleta estática, que el sacerdote suele usar para expiar por nuestros pecados— hemos acumulado todos los documentos necesarios para descifrar el Código Dan Brown. Diré brevemente cuáles son; luego resumiré la historia; pero no tengo espacio para relacionar la historia con los documentos.
Primero contamos con decenas de libros y artículos sobre el Opus Dei. También tenemos todas las comunicaciones secretas entre el Opus Dei y el Grupo Bertelsmann (más no puedo decir porque son secretas). En tercer lugar, no creo que ningún otro investigador tenga las minutas de las reuniones de los protagonistas en su periplo por Europa, América y Japón, en los años ochenta y noventa del siglo pasado, cuando, según esta narración, comenzaba a crearse el mito Dan Brown. Otra información, que no puedo decir si existe o no existe sin arriesgar la seguridad de los informantes, pero que de existir habría sido muy útil, está constituida por los balances y documentos del grupo Bertelsmann, así como por las actas de asambleas secretas sobre el Proyecto Opus Dei. En quinto término, gracias a los servicios premium de Google y Yahoo, disponibles solamente, como todos ustedes saben, para Bill Gates y el Opus Dei, hemos accedido a cuatro millones doscientas cincuenta y ocho mil seiscientas dieciséis páginas web con transcripciones de entrevistas, correos electrónicos, comunicaciones privadas y documentos secretos de los servicios de inteligencia que han participado en la operación. Finalmente, un tesoro: la carta con que Dan habría pedido la Admisión como Numerario en el Opus Dei, así como varias otras misivas suyas dirigidas al Prelado Aringarosa, una de ellas manchada con la sangre de sus disciplinas.
No tengo tiempo de entrar en los detalles para demostrar que todo esto no es una patraña. Me imagino simplemente que nadie pondrá en duda la capacidad de producir documentos de un descendiente del que multiplicó los panes y los peces. Sí, tuvimos que asesinar a unos cuantos idiotas que se interpusieron en nuestro camino. Imagino también que nadie dudará de la capacidad de matar de un descendiente de quien la tenía para resucitar.
Soy consciente de que, como decía Fanny Lewald, “la verdad es a menudo demasiado sencilla como para ser creída”. Os corresponde a vosotros, queridos lectores, decidir qué creer y qué no creer en esta historia tan sencilla. Yo, por mi parte, tengo ante mi vista todos los documentos en los que se basa. No puedo abrigar ninguna duda acerca de su veracidad.
Hasta ahora los lectores o espectadores de El Código Da Vinci se dividen en tres grupos. La mayoría son los simplemente frívolos, los mismos que leían sin inmutarse literatura antisemita antes del Holocausto, simple libertad de expresión. Esos no necesitan pensar ni un instante acerca de qué es verdad o mentira, porque el asunto no tiene nada que ver con la literatura. Otra es la situación de los tarados, que son quienes se devanan los sesos sin saber qué pensar. ¿Se casó Jesús? La Iglesia católica, ¿oculta violentamente una verdad durante veinte siglos, a costa de millones de mártires que mueren por confesar su fidelidad a una mentira? Yo —piensan y dicen— soy católico, pero ¿puedo estar seguro de que los evangelios dicen la verdad y no más bien Dan Brown o el Evangelio de Judas? Son los de siempre, los que para no imponer su verdad a nadie dejan de creer en ella. Un tercer grupo es el de los anticlericales ilustrados. Ninguno de ellos da por buena la literatura de Brown; pero contemplan con agrado la lucha de las fuerzas de la libertad —un imperio editorial y cinematográfico— contra las oscuras presiones de los censores clericales —el Opus Dei y la Iglesia católica—, y se refocilan secretamente, suspiran como beatas con el pensamiento de que la Iglesia y el Opus Dei podrían de hecho ver bajar sus bonos. El fin santifica los medios.
De acuerdo, quedan los inclasificables, que no son ni frívolos, ni tarados ni anticlericales ilustrados. Son quienes han leído o visto el Código por motivos razonables: un crítico de cine, un censor, un periodista, un invitado que no podía rehusar, un despistado excusable . . . Si quieres, para que no te enfades, clasifícate tú aquí.
El punto es que todos se engañan. La clave del Código Dan Brown es ésta.
Dan nació el 22 de junio de 1964, fiesta de santo Tomás Moro, en Exeter, New Hampshire, Estados Unidos. Desde pequeño desarrolló un apego a todo lo religioso. A los diecisiete años conoció, en su exclusivo colegio privado Phillips Exeter Academy, a un Numerario de su edad, Mike. Tuvo una experiencia mística: ¿no será esto también para mí? Dudó, pero cuando supo que la virginidad estaba incluida en el contrato y que, al fin, podría usar cilicios y disciplinas, cayó rendido. Así escribía a Aringarosa: “Father: I wish to become a Numerary: I love the cilice; I am a virgin”. Aringarosa dudó, porque sería el primer Numerario en amar el cilicio así de entrada, y, en cuanto a la virginidad, aunque no tenía estadísticas, no era costumbre en el Opus Dei ir exhibiéndola como un trofeo.
El caso es que, de tanto insistir, Dan fue admitido.
Pasó el tiempo. Era un Numerario ejemplar —hay muy pocos así: yo no conozco a ninguno— cuando, a los veinticinco años, recibió una carta urgente y cinco mil dólares. Debía reunirse dentro de tres días con Aringarosa y Bouillon en el salón VIP del Aeropuerto de Frankfurt.
Su vida estaba a punto de dar un giro inesperado.
Herr Bouillon es, además, el Director de la Oficina de Información del Opus Dei en Alemania. En la sala de torturas de Widenberg —el desván donde guardamos la bicicleta estática, que el sacerdote suele usar para expiar por nuestros pecados— hemos acumulado todos los documentos necesarios para descifrar el Código Dan Brown. Diré brevemente cuáles son; luego resumiré la historia; pero no tengo espacio para relacionar la historia con los documentos.
Primero contamos con decenas de libros y artículos sobre el Opus Dei. También tenemos todas las comunicaciones secretas entre el Opus Dei y el Grupo Bertelsmann (más no puedo decir porque son secretas). En tercer lugar, no creo que ningún otro investigador tenga las minutas de las reuniones de los protagonistas en su periplo por Europa, América y Japón, en los años ochenta y noventa del siglo pasado, cuando, según esta narración, comenzaba a crearse el mito Dan Brown. Otra información, que no puedo decir si existe o no existe sin arriesgar la seguridad de los informantes, pero que de existir habría sido muy útil, está constituida por los balances y documentos del grupo Bertelsmann, así como por las actas de asambleas secretas sobre el Proyecto Opus Dei. En quinto término, gracias a los servicios premium de Google y Yahoo, disponibles solamente, como todos ustedes saben, para Bill Gates y el Opus Dei, hemos accedido a cuatro millones doscientas cincuenta y ocho mil seiscientas dieciséis páginas web con transcripciones de entrevistas, correos electrónicos, comunicaciones privadas y documentos secretos de los servicios de inteligencia que han participado en la operación. Finalmente, un tesoro: la carta con que Dan habría pedido la Admisión como Numerario en el Opus Dei, así como varias otras misivas suyas dirigidas al Prelado Aringarosa, una de ellas manchada con la sangre de sus disciplinas.
No tengo tiempo de entrar en los detalles para demostrar que todo esto no es una patraña. Me imagino simplemente que nadie pondrá en duda la capacidad de producir documentos de un descendiente del que multiplicó los panes y los peces. Sí, tuvimos que asesinar a unos cuantos idiotas que se interpusieron en nuestro camino. Imagino también que nadie dudará de la capacidad de matar de un descendiente de quien la tenía para resucitar.
Soy consciente de que, como decía Fanny Lewald, “la verdad es a menudo demasiado sencilla como para ser creída”. Os corresponde a vosotros, queridos lectores, decidir qué creer y qué no creer en esta historia tan sencilla. Yo, por mi parte, tengo ante mi vista todos los documentos en los que se basa. No puedo abrigar ninguna duda acerca de su veracidad.
Hasta ahora los lectores o espectadores de El Código Da Vinci se dividen en tres grupos. La mayoría son los simplemente frívolos, los mismos que leían sin inmutarse literatura antisemita antes del Holocausto, simple libertad de expresión. Esos no necesitan pensar ni un instante acerca de qué es verdad o mentira, porque el asunto no tiene nada que ver con la literatura. Otra es la situación de los tarados, que son quienes se devanan los sesos sin saber qué pensar. ¿Se casó Jesús? La Iglesia católica, ¿oculta violentamente una verdad durante veinte siglos, a costa de millones de mártires que mueren por confesar su fidelidad a una mentira? Yo —piensan y dicen— soy católico, pero ¿puedo estar seguro de que los evangelios dicen la verdad y no más bien Dan Brown o el Evangelio de Judas? Son los de siempre, los que para no imponer su verdad a nadie dejan de creer en ella. Un tercer grupo es el de los anticlericales ilustrados. Ninguno de ellos da por buena la literatura de Brown; pero contemplan con agrado la lucha de las fuerzas de la libertad —un imperio editorial y cinematográfico— contra las oscuras presiones de los censores clericales —el Opus Dei y la Iglesia católica—, y se refocilan secretamente, suspiran como beatas con el pensamiento de que la Iglesia y el Opus Dei podrían de hecho ver bajar sus bonos. El fin santifica los medios.
De acuerdo, quedan los inclasificables, que no son ni frívolos, ni tarados ni anticlericales ilustrados. Son quienes han leído o visto el Código por motivos razonables: un crítico de cine, un censor, un periodista, un invitado que no podía rehusar, un despistado excusable . . . Si quieres, para que no te enfades, clasifícate tú aquí.
El punto es que todos se engañan. La clave del Código Dan Brown es ésta.
Dan nació el 22 de junio de 1964, fiesta de santo Tomás Moro, en Exeter, New Hampshire, Estados Unidos. Desde pequeño desarrolló un apego a todo lo religioso. A los diecisiete años conoció, en su exclusivo colegio privado Phillips Exeter Academy, a un Numerario de su edad, Mike. Tuvo una experiencia mística: ¿no será esto también para mí? Dudó, pero cuando supo que la virginidad estaba incluida en el contrato y que, al fin, podría usar cilicios y disciplinas, cayó rendido. Así escribía a Aringarosa: “Father: I wish to become a Numerary: I love the cilice; I am a virgin”. Aringarosa dudó, porque sería el primer Numerario en amar el cilicio así de entrada, y, en cuanto a la virginidad, aunque no tenía estadísticas, no era costumbre en el Opus Dei ir exhibiéndola como un trofeo.
El caso es que, de tanto insistir, Dan fue admitido.
Pasó el tiempo. Era un Numerario ejemplar —hay muy pocos así: yo no conozco a ninguno— cuando, a los veinticinco años, recibió una carta urgente y cinco mil dólares. Debía reunirse dentro de tres días con Aringarosa y Bouillon en el salón VIP del Aeropuerto de Frankfurt.
Su vida estaba a punto de dar un giro inesperado.
Cristóbal: Creo que haz caído en tentación, al dejar de lado tu rigurosidad argumentativa por la técnica de Dan Brown, aseverar sin demostar,que sin duda vende mucho más(en estas dos semanas ya lo habrás notado). Pero ahora tendrás que asumir que este tipo de lecturas, no son recomnedadas por la Iglesia ni por el Opus Dei, pues confunden y distorsionan a aquellos que no tienen conocimiento de estas cosas, ni de la vida de Dan Brown. Me pregunto a mi mismo,¿serás tan famoso como para desde ya empezar a escribir un libro con la vida oculta de Cristóbal Orrego??? Haz caído en el juego, ya no podrás criticarlo.
ResponderBorrarDebates e historias como éstas reflejan la realidad y la mentalidad del autor, ¿Católico? no lo dudo, pero el Código se lo llevará el viento. no soy famosa, ni escribo, ni nadie nunca va a escribir sobre mí. Lo único que sé es que ¿por qué no aprovechan estas ofensas al Sr. para evangelizar y promover una verdadera fe acompañando al Sr. en la Eucaristía, que le duele tanto todo esto y tiene sed de nuestra compañía ahí. No sé que otras ofensas vendrán y a qué nivel de la Jerarquía..¿hasta al papa? impensable ¿cierto?
ResponderBorrarLos que tienen voz del itelecto que ojalá llamen también directamente al corazón de cada cristiano para que se llenen las iglesias desagraviando al Sr. acompañándolo en la Eucaristía y en el sagrario para que todos los pueblos lo alaben y resucitemos.
La verdad se encuentra en el amor de Dios, y Jesús nos vino a mostrar ese Amor y el camino que nos muestra la verdad del amor del hombre,enseñandonos a amar, para que podamos conocer la Verdad del amor de Dios y así unirnos a su Vida divina y permanecer en su gloria y en su Reino. ¿Contribuye tratar de descifrar "verdades" sobre códigos que no trascenderán, argumentando rigurosamente o no,siendo que la única verdad es que "Dios es Amor"? frase del evangelio que casi toda iglesia evangélica tiene ¿no estaremos intelectualizando nuestra fe católica y alejándonos de lo principal: una verdadera evangelización de la presencia real de Jesús en el Sagrario, que nos espera ahí y que en cada Eucaristía nos unimos a Él en su pasión y nos cubre con su sangre, pudiendo cada cual unir el dolor y las ofensas del mundo entero a Su dolor y así manantiales de su misericordia nos inubdarán. Murió para eso y tan sólo espera que nos unamos a Él con fe, con fuerza y amor.
Y a los códigos se los llevará el viento.
Estimado Cristóbal: ¡Tú sí que te diviertes bien barato!
ResponderBorrarUn abrazo, Diego
Ja ja ja, a mí me encanta! Te pongo un enlace de inmediato.
ResponderBorrarSólo una pregunta: qué signfica "enfado"? Cómo será el verbo "enfadandarse"? O "enfandarse"? No sé, tendré que buscarlo en el diccionario.
Saludos de mi parte a Godofredo de Bullón! Siempre sospeché que era descendiente de los Merovingios!
Esperamos la 2a. parte de la historia!!!!!!
Muy bueno! Quiero saber más secretos!
ResponderBorrarCristóbal:
ResponderBorrarTe sugiero que dejes de escribir sobre esto. Sé que tienes cosas mucho mejores para aportar, tal como se ve en posts anteriores.
Confieso que cuando Marta me dio la pista de esta historia, de entrada, no me olió nada bien, de hecho comprendo bastante bien los comentarios de el/los usuarios anónimos. Sin embargo, al leer los dos primeros capítulos me he reído mucho, y hasta tengo ganas de seguir leyendo el resto de las entregas; tienes garcia y pienso que la reducción al absurdo es muy oportuna ante chorradas como la del CDV y muy propia de este extraño mundo del "enterteinment". Además, ¿qué mejor que combatir divirtiéndose".
ResponderBorrarTambién tengo curiosidad por saber si seguirás o no, después de estos comentarios...
Un saludo,
Qué penca este blog que solamente lo comentan los que creen que piensan como tú y te dan consejos sos un boludo que querés que te diga y parece que podés atacar a tu presidenta y a tu concertacion pero no a dan brown o reirte de aringarosa y todo eso, a ber si me censuras solamente porque soy anonima, que yo se que Escrivá tiraba los anónimos a la basura, seguro que no son del opus.
ResponderBorrar... cuando una persona escribe tan en argentino como el o la anónimo/a anterior, lo más seguro es que no sea argentina...
ResponderBorraro será Matías Muscio? MM es uno de los mayores .... de la historia de internet, al menos en lo que respecta a "mi" historia en Internet.
Matías tenía varias personalidades. Una de ellas era la mía. Sí, se paseaba por blogs dejando mensajes en mi nombre.
Lo peor fue cuando se hizo pasar por mí en uno de los mejores blogs de la blogósfera, en Voto en blanco (http://www.votoenblanco.com/), de un gran periodista espanol... (Franky, no estoy autorizada para revelar su nombre real)
...y hasta una de mis mejores amigas pensó que era yo quien escribía!!!
Matías es hijo de un famoso abogado argentino... si su papá supiera a lo que se dedicó durante su paso por la Isla del Hombre...
De todas maneras tiene algo que ver con la confabulación de Dan Brown...
Lo que acabo de escribir es 100% verdad.
Estimado Cristóbal, escribe Felipe Lizama, desde Chile. Soy cercano a la obra, de hecho he ido a círculos y nos han presentado cuando estaba usted en Chile. Me metí a este blog por pura causalidad y me interesó mucho su columna, en especial porque sin haber leído el libro (cosa incorrecta por cierto para poder criticar) me imaginaba a priori que estaba lleno de inventos y sandeces. Ahora que usted ha escrito, sin descalifiaciones y narrando hechos objetivos, no puedo sino quedar convencido de mi hipótesis, ¿me recomienda leer el libro?Atte.
ResponderBorrarFelipe Lizama A.
_Todavía existen reminicencias de DanBrown? Es que nadie acaso ha leído El Código Dan Brown por Leonardo da Vinci de Christopher Thea?
ResponderBorrarDan Brown escribió: "Criptología 101" "Necesitamos un espejo" "todo está dado vuelta" "el código de sustitución inversa" etc, etc, para colmo declaró publicamente que escribía cabeza abajo colgado del techo. _es que nadie entendió la ironía (cobardía)del Batman rubio de la Nueva ciudad recontragótica?
Traduzcamos, segun C. Thea:
Cuando dan Brown dijo Norte deben mirar al sur, si los mandó a buscar una pirámide invertida en Francia busquen la que figura sin invertir en cada billete de un dólar, si el moribundo los orienta a buscar una estrella inexistente en una capilla remota busquenla sobre el aguila renaciendo, si les habla de un Silas albino del Opus Dei busquen por un afromaericano, si les habla delas MONA'sS des-anagramen en MASON's, si les hace el cuento de la M apunten a W, si de sociedades secretas se trata mejor investiguen a Skull&Bones, si les señala El Vaticano entiendan El Congreso de los Estados Unidos, y si les hace creer que se acerca El Fin de los días crean en El Nuevo Orden Mundial
1984 no podría estar mas presente.
Felices sueños ciudadanos de Babel.
Un abrazo para los que todavía estén despiertos y se resistan a tragarse la píldora azul.
Javier C.