Ricardo Eliecer Neftalí Reyes Basoalto fue tan humilde que quiso ocultar su nombre bajo el de Pablo Neruda.
Ahora debe de sentirse incómodo, en su mansión eterna, con la proposición parlamentaria de que todo un aeropuerto internacional sea puesto bajo su patrocinio. No olvidemos que imponer el nombre es poner a alguien bajo el patrocinio del santo respectivo. Ricardo Eliecer se puso bajo el de san Pablo, el patrono de los perseguidores. Claro que este santo fue convertido a tiempo, para transformarse en el Apóstol de los Gentiles.
No se convirtieron a tiempo, en cambio, la mayoría de los perseguidores que en el siglo genocida han sido: Stalin, Hitler, Mao, Pol Pot . . . Añada usted a su preferido.
Y Pablo Neruda fue cómplice de la más grande persecución sangrienta que conozca la historia de la humanidad. El Libro Negro del Comunismo (1997) contabilizó cien millones de muertos. Por cierto, una cifra así, atribuida al comunismo internacional, tiene que parecer falsa, y el estudio, lógicamente, sesgado y anticientífico. Por eso se publicó enseguida el antídoto: El Libro Negro del Capitalismo (1998). Entre imperialismo, esclavismo y más ismos capitalistas, contabilizó también sus millones. Es que el primer libro negro no ponía los hechos en su contexto.
Aunque, por cierto, el contexto no explica por qué los ciudadanos huían y huyen todavía de izquierda a derecha, de Cuba a Miami, de Berlín Oriental al Occidental, de Corea del Norte a la del Sur.
El genocidio nazi —seis millones de judíos muertos, más esos muertos minoritarios: polacos, enfermos mentales, etc.— también lo pondrán, estos científicos sociales, en su contexto, como el más reciente de Ruanda, con uno o dos millones de muertos en un par de meses o así, que ya se nos están olvidando: no hay museos ni reportajes ni efemérides . . . en fin, son negros (¿se ha preguntado alguien por qué titularon esos libros de negros y no de blancos?).
En medio de ese contexto tranquilizador, las cifras serias, no contaminadas por El Libro Negro del Comunismo, son menos precisas. Bajo Stalin habrían sido entre 8 y 51 millones de muertos. Si usted es de extrema derecha, memorice los 51; si es de izquierda, los 8; si es de extrema izquierda, quédese con la cifra más baja que he logrado encontrar: 800.000 ejecutados y un millón de muertos en el Gulag. A Mao Zedong atribúyansele entre 19 y 75 millones. O, si usted es de extrema izquierda, diga simplemente como Neruda, ese gran viajero, incansable trotamundos, cuando visitó China: que no le disgustó Mao Zedong sino el Maozedongnismo, el culto a la personalidad.
El culto a la personalidad, eso es lo que le molestó al humilde Pablo Neruda. Por eso, vuelvo a lo del patrocinio del Aeropuerto Pudahuel. Nuestro Poeta Nacional debe de sentirse incómodo con la idea, repito. «Seguro que hay nombres más indicados», lo oigo musitar desde el Cielo. «Podrían buscarse entre los que han recibido el Premio Stalin de la Paz», sugiere.
Ese Premio Internacional, bautizado como Lenin tras la desestalinización —porque Lenin no hizo matar a nadie—, era el equivalente soviético del Premio Nobel de la Paz. Uno de extrema izquierda para compensar el de centro izquierda burguesa. A Neruda se lo otorgaron en 1953, año del tránsito de José Stalin a la morada celestial, cuando todos en Occidente —todos los que no querían taparse los oídos— sabían con certeza de sus crímenes. El premio, instituido para honrar a quienes se destacaban por haber «fortalecido la paz entre los pueblos» (sic: ¡no te rías, majadero!), le fue concedido el año en que escribió, con lágrimas en los ojos, su Oda a Stalin, «el más grande de los hombres sencillos».
Se entiende que, en su humildad de gran escritor, proponga, pues, que el aeropuerto lleve el nombre de otro de esos pacifistas, recipientes del gran premio: Salvador Allende (1972), Luis Corvalán (1973-4), Hortensia Bussi de Allende (1975-6). O quizás podríamos bautizarlo en honor de un amigo que Neruda hizo en México, el italiano Vittorio Vidali o «Comandante Carlos», asesino estalinista al que le cargan unos 400 muertos, ¡la nada misma!, quizás ni aparecen en el Libro Negro. O podríamos llamarlo Aeropuerto Internacional Winnipeg, en honor del barco que Neruda envió a Chile con refugiados del partido, mientras dejaba en la estacada a los pobres anarquistas y otros bichos, para no hablar de su negativa a dar refugio a los españoles perseguidos a muerte al comenzar la Guerra Civil de España: si los perseguían, es que serían fascistas.
—O bautícenlo Boris Pasternak —me dice desde ultratumba, arrepentido—, para reparar mi silencio cuando fue reprimido por su disidencia en la Unión Soviética.
El asunto es que poner un aeropuerto bajo el patrocinio de un santo que, con sus silencios, con sus poemas y sus panfletos, con su actividad política, promovió el totalitarismo en Chile y desde Chile, en el mundo entero, es demasiado arriesgado. Podrían caerse hasta esos aviones gigantes que comienzan a volar ahora. Total, novecientos muertos, ¿qué tanto? Cuestión de contextos.
Yo admito que, como Hitler y Stalin, Neftalí tuvo su vida buena, sus amigos, sus amores. De hecho, tras divorciarse de su primera mujer, la madre de su hijita fallecida a los ocho años, se casó con su amante Delia Del Carril, y, tras divorciarse de esta, su segunda mujer, se quedó con su amante Matilde Urrutia.
Mas nunca supo nada del amor, como se comprueba leyendo sus poemas. ¿Qué enamorado le diría a su amada brutalidades como que te beso y me voy o por favor quédate callada, como si no estuvieras?
Aun así, aunque haya sabido algo del amor, y por grande poeta que haya sido, y por mucha compasión que nos merezca quien muere de cáncer a la próstata, la seguridad de los aeropuertos está primero. No podemos ponerlos bajo el patrocinio de un cómplice de la mayor masacre que conozca la historia.
O, puestos a arriesgarnos, hagámoslo a lo bestia: Aeropuerto Internacional José Stalin.
quédate callada porque estás como ausente...
ResponderBorraren mi casa "eran" lectores de Neruda, incluso creo que teníamos discos con su voz monótona, con su voz monótona.
Más que en los libros y en los discos fue de las recitaciones de los mayores (amigos de mi papá) donde aprendí los poemas de Neruda.
quédate callada porque estás como ausente... es una frase que me ha quedado dando vueltas en el cerebro por muchos años, porque es una frase terrible,
terriblemente cruel,
una frase que no es de amor, es de desamor, por decir lo menos.
de abierto y franco desprecio a la persona falsamente amada.
(En cuanto al tema de aquellos que querían escapar del paraíso comunista y no pudieron, me permito recomendar a los lectores de este excelente blog, este pequeno artículo mío del sábado pasado:
http://alemaniasociedad.blogspot.com/2006/07/rda-ddr-muerte-en-bulgaria-stefan.html )
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ResponderBorrarTu comentario es como un bisturí, preciso y oportuno. Descubrir todas las patrañas que la progresía ha divulgado tiene su mérito. Mi enhorabuena.
ResponderBorrarSobre tu comentario, marta salazar, el poema es: Me gusta cuando callas porque estás como ausente. Que a mí siempre me ha sonado como a tí. Por eso yo hice mi "pervesión" del mismo: "¡Calláte de una vez, coño!", que era exactamente lo que quería decir D, Ricardo.
(Soy español, ¿se nota?)
Saludos.