Cuentan de Julio Iglesias que, cuando era un joven encantador de serpientes —cuando actuó ante el Monstruo de la Quinta Vergara—, en un arranque de demagogia quiso hacernos llorar: “¡Os quiero! ¡Os amo! ¡Os adoro! ¡Si tuviera un hijo, le llamaría Chile!”.
A mí siempre me ha hecho reír este recuerdo de eso que oí. ¿Os imagináis, queridos lectores, un fan club de Chile Iglesias?
Yo tampoco.
Mas lo peor es que, desde entonces, eso de decir te amo, os amo, suena a broma, a cursilería, a ahora viene el si tuviera un hijo le pondría Chile. Quizás los enamorados ya no dicen a su amada te amo, te quiero, sino que si te has tomado la pastilla o si te conseguiste la píldora del día después porque si tuviera un hijo le llamaría Huacho.
Amor.
Contra corriente, pues, he de ir, porque a fines de octubre, cuando se cumplían los dos meses de mi atormentado aprendizaje de la lengua de Goethe, padecí una aguda crisis de este mi destartalado corazón.
Me enamoré de Alemania, de sus ríos y sus trenes, de sus gentes y sus iglesias, y de su lengua, su cultura, sus universidades, sus calles, sus platos típicos . . . ¿Efecto de la Oktoberfest, con sus cervezas en coloridas jarras de a litro y sus niños, hombres y mujeres alegres, vestidos con trajes antiguos de Baviera? ¿Consecuencia de haber mejorado en un idioma que me parecía infernal, aunque hermoso? No lo sé. Sé solamente que ya comenzaba a querer vivir en Alemania para siempre.
En noviembre, cuando mi angustia subía por no saber ya hablar bien ni alemán ni inglés ni español, decidí comenzar esta hoy famosa bitácora Bajo la Lupa, para ejercitar, al menos, el castellano.
A mediados de diciembre llegué al Mittelstufe en alemán. Desde entonces, no siento que haya mejorado ni empeorado, aunque quizás aumenta mi comprensión en contextos formales: clases, conferencias y, lo más importante para mis propósitos, ¡libros!
La Navidad en München fue entrañable. Los bávaros parecen sentir esta fiesta más que nosotros, los chilenos, quizás por la nieve, el frío, el Nacimiento que construyen de buen tamaño, lleno de detalles.
El 1 de enero me incorporé a Widenberg, la Residencia del Opus Dei en Münster, donde se fraguó toda la verdad sobre el Código Dan Brown. Desde entonces, he dedicado la mayor parte del tiempo a leer en alemán y a escribir, en castellano, un libro de filosofía del derecho sobre la evolución de la teoría jurídica analítica anglosajona y de la filosofía hermenéutica del derecho en los últimos cuarenta años (glup).
Mi anfitrión es el Profesor Werner Krawietz, Director de Rechstheorie, una importante revista académica de filosofía del derecho.
Él piensa muy distinto que yo.
Me ha repetido un par de veces que eso del derecho natural y de la ley de la razón —él sabe que yo soy Profesor de Derecho Natural— ya no tiene ningún sentido, que está superado, que si la teoría de sistemas, que si la racionalidad comunicativa . . .
—¿Sabes qué es la Ilustración? —me preguntó un día.
Kant se me atravesó como un rayo en la mente. Pobre Emmanuel, que debe de estar revolcándose en su tumba con cada paso que da su proyecto ilustrado, con cada discípulo díscolo que ya no cree ni en lo que cree. Le iba a decir algo a mi buen amigo, algo sobre esa vieja fe en la liberación del hombre, eso de la plena edad adulta mediante la razón, en fin, una síntesis simpática de la broma kantiana en la que sus nietos ya no creen, ya se lo iba yo a decir cuando él mismo respondió:
—La Ilustración es que cada uno de nosotros camina lentamente con una vela encendida en la mano, y más allá de un par de pasos solamente hay oscuridad.
Me alegró oír que él cree en la vela encendida. Algo es algo.
Por desgracia, yo no estoy a la altura de sus argumentos. Los míos, que comienzan en alemán y pasan rápidamente al inglés, no lo convencen.
La verdad es que él mismo es una demostración de la existencia de la ley natural. Vive en perfecta monogamia, con la mujer que conoció en sus tiempos de colegio y con quien se casó muy joven. Ella, en todo caso, es encantadora y debe de facilitarle las cosas, aparte de que le ordena la vida. Él trabaja como si lo estuviera santificando, y seguro que, de esa manera secreta que Dios sabe, lo está santificando: ¡cuánto que aprender! Dice lo que piensa y se muestra como él es con una sencillez que es como la sal de la perfección (cf. Camino 305). Habla muy bien de los demás. Me llamó la atención, entre otros detalles, su cariñoso recuerdo de don Fernando Inciarte, un Numerario del Opus Dei que fue profesor en Münster, fallecido hace algunos años. Huye de todo sectarismo, como he podido comprobar cuando conversamos sobre la Iglesia católica, cuya doctrina no comparte, sobre el Papa y sobre el Opus Dei, especialmente durante los días más álgidos de la operación Código Da Vinci. Tiene un sentido del humor fino, constante. ¡Cuánto nos hemos reído juntos en estos meses! ¡Cómo ha confirmado mi certeza, recibida del Fundador del Opus Dei, de que con todos los hombres, sin discriminación por sus ideas morales o religiosas, podemos y debemos cultivar una fuerte y sincera amistad!
No sé qué más decir. Tendría que contar las bromas de mi querido Herr Professor Doctor, Doctor, Doctor h.c. mult. Werner Krawietz. Prefiero reservarlas para futuros capítulos.
Ahora basta con confirmar que “el mundo de un hombre feliz es un mundo diferente del de un hombre infeliz” (Ludwig Wittgenstein, Tractatus Logico-Philosophicus 6.43) porque Wener Krawietz y yo vivimos en el mundo de los que saben ser felices.
Un corolario para el próximo capítulo: el discurso del Papa en Regensburg aparece, para los infelices, totalmente distinto de como se ve bajo mi lupa.
Se echa de menos a Mambrú -el enigmático y profundo anónimo-, ¿se habrá ido a la guerra? o ¿teme que su identidad sea descubierta?
ResponderBorrarSaludos cordiales de una gran admiradora de Cristóbal y de Mambrú -sin saber quién es-
Estimadísimo sr. Sánchez Münster:
ResponderBorrarSi no fuese porque en mi anticuada educación se me dijo que no había que andar jurando por cualquier cosa, le juraría a usté que el comentario anterior no lo escribió el pobre Mambrú.
De cualquier modo, saber que tiene una admiradora, pone a Mambrú muy contento.
Esto último, vale decirlo, demuestra que Mambrú no es el autor del comentario, ya que -de ser él mismo la admiradora- se pondría contenta y no contento.
Respecto a su columna de usté, permítame decirle que el primo aquél de Beethoven tenía mucha razón, lo cual muestra que debe haber sido un hombre feliz, al menos alguna vez, porque el infeliz no se da cuenta de tan notoria verdad. Si usté ha sido alguna vez infeliz, sabe, también, que el pobre Mambrú tiene en esto razón.
Atte.
Mambrú (que, si cuando duerme estuviese despierto, solucionaría el problema en recordando aquello de que "en boca cerrada no entran moscas")
varios sabemos que a este bloggista le están dando tribuna en el diario liberal "El Mercurio" de Santiago de Chile. Aquí va el link:
ResponderBorrarhttp://reportajesblog.elmercurio.com/archives/2006/09/fanaticos_sin_f.asp
si es verdad que más de 100 personas leen este blogg "Bajo la Lupa", que se note en los comentarios en el blogg de El Mercurio, que de eso dependerá de que sigan apareciendo columnas de este personaje.
Que sea tan solo para decir estoy de acuerdo o no ...
PS: esto no lo escribió ni Mambrú, ni COS, ni ...
Ciertamente soy unos de esos 100 lectores semanales que visitan la página de este "liberal" profesor. Y, ciertamente, no hay que decir algo por cada cosa que se escriba. Hay que rumiar las palabras escritas para luego emitir un juicio.
ResponderBorrarSi Cristóbal Orrego no tuviera tan buena pluma ejercida por una buena costumbre de escribir que se remonta hace muchos años no podríamos disfrutar de sus reflexiones.
En términos estrictos la cantidad de visitantes de un blog se contabiliza cada vez que entra un visitante numerándolos en el perfil, sr. anónimo.
Gracias a todos por los comentarios. Yo cuento la cantidad de visitantes distintos porque abajo tengo instalado un contador, en cuyo sitio web puedo ver desde dónde vienen las visitas, y así ver que son diversas. También cometo la inmoralidad sin nombre que denunció Mambrú.
ResponderBorrarAgradezco a Anónimo la idea de que opinen en el blog del diario, pues eso tiene más repercusión. También agradézcanle al diario liberal que le haya dado la oportunidad a un antiliberal como yo. Ojalá que se repita.
Voy a añadir su blog a mis enlaces. Me gusta tener contacto con gente de interés común.
ResponderBorrarMi espacio también está dedicado a la reflexión -si bien un plano más juvenil y desenfadado- a la opinión, a la creación y a la poética. Hoy por hoy -ya que aun soy joven para hablar con caracter de atemporalidad- me oriento hacia una filosofía de carácter irracionalista (entiendo el pensamiento como algo asaltante, inesperado, que surge del divagar y se torna profético) Mi última entrada es una idea pura (sin influencia externa, surgida en la noche) sobre la estética como verdad fundamental del mundo.
Espero iniciar pronto una carrera de filosofía en Santiago de Compostela, España. Siempre es una honra tener a un catedrático como usted entre mis contactos. Le visitaré a menudo.
Un Saludo fuerte