Se acaba de descubrir que tres aviones de British Airways están ligeramente contaminados con una sustancia radiactiva. Los aparatos conectaban Moscú y Londres, pero han volado también a otros lugares de Europa. En 221 vuelos, pueden haber sido afectados 33000 pasajeros y 3000 funcionarios de la línea aérea y de los aeropuertos. El máximo ejecutivo de la compañía, tras el inmediato retiro de las máquinas, declaró: “Queremos asegurar a nuestros clientes que el asesoramiento que se nos ha dado indica que el riesgo para el público es muy bajo”.
Muy claro y muy honesto.
Yo debo viajar desde Inglaterra a Chile en pocas semanas. El vuelo más barato es el de British Airways. Por si acaso, usaré otra línea aérea.
Pero, ¿cómo? ¿Acaso no han retirado los tres aviones? ¿Acaso el riesgo no es muy bajo?
De acuerdo, pero el que va a volar soy yo, no tú. Y yo soy cobarde, segurero, conservador y escéptico. Solamente sabemos que han retirado los tres aviones descubiertos. No quiero que, tres días después de viajar, me entere de que, en realidad, se han descubierto otros cuatro.
Sí, el riesgo es muy bajo, pero eso no sirve de nada para el pobre pájaro que se saca la polla con Polonium 210.
De todos modos, comprendo el intento del ejecutivo ése por no perder clientes. No, no es la salud lo primero, sino no perder dinero, plata, pasta, guita. Ésa es la función del ejecutivo. Las autoridades y los médicos pueden preocuparse de la salud: cada uno a lo suyo.
La Autoridad de Protección de la Salud en el Reino Unido ha dicho que los cercanos al Polonium 210 no deben preocuparse. Afecta solamente a los que lo ingieren. No obstante, todos los funcionarios del hospital donde falleció Alexander Litvineko, el ex espía ruso cruelmente envenenado, pasarán por una revisión y asesoramiento.
¿Para qué, si no han ingerido nada? He ahí el asunto. Los riesgos vitales son tan importantes que están por encima de las seguridades científicas.
Esto me afecta más de lo que tú crees.
He rezado mucho por el pobre Alexander Litvineko porque no todos los muertos son iguales. Según el grado de cercanía con nosotros, les debemos más nuestro recuerdo y nuestras oraciones.
La historia es muy sencilla.
En los últimos meses he estado en contacto con varios estudiantes y profesores de Moscú. He aprendido a apreciar los esfuerzos que hacen para incorporarse al mundo civilizado, es decir, a Europa (la crisis europea por la extensión de la cultura del hedonismo y de la muerte no anula el hecho histórico de ser la cuna de la civilización mundial tal como la conocemos ahora). Y contra esos esfuerzos militan los resabios de la Nomenklatura, las mafias de la desmembrada Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS), los poderes tenebrosos en cuya cúspide está Vladimir Putin.
El Kremlin ha negado las imputaciones. Dirige sus sospechas contra el millonario ruso Boris Berezovsky, exiliado en Londres y amigo del difunto. Un representante de la ex KGB dijo, respecto de las acusaciones contra Rusia: “no hay necesidad de comentar afirmaciones que son simples tonterías”. Yo estoy de acuerdo. Los rusos quieren que creamos que el amigo millonario es el asesino. No los agentes de la ex KGB, aunque consideren a Litvineko como un traidor. Simples tonterías. Nonsense.
Espero que Scotland Yard encuentre las pruebas contra los asesinos. O que llamen a Sherlock Holmes.
Mi cercanía con Litvineko va más allá de mis recientes contactos rusos. Sucede que uno de mis amigos en Londres es el doctor John Henry, experto mundial en venenos. Él fue uno de los primeros en ser llamado a dar un diagnóstico. Ha debido dedicar no poco tiempo, además, a la televisión y a la prensa en general. Su impresión era que el ex espía había sido envenenado con Thalium Radiactivo. Les explicó a los periodistas que el Thalium corriente se usa para eliminar hormigas y ratas, pero que, en este caso, que sea Thalium es poco relevante, la radioactividad es el asunto.
John me comentó, con pesar, cuando el paciente se debatía entre la vida y la muerte, que quizás iba a morir. Sí, había una posibilidad de curarlo, pero necesitaría un transplante de médula ósea, si acaso no moría antes.
Y murió antes. Sus últimas palabras fueron, al parecer: “Me cogieron esos bastardos; no cogerán a todos”. Yo, en su lugar, hubiera preparado mi alma para el encuentro con el Creador.
La autopsia demostró, como decía el Dr. Henry, que lo importante era la radioactividad, pero la sustancia no era Thalium, sino el ahora famoso Polonium 210.
Da igual ese dato técnico. A mí me afecta el hecho de haber estado, en la cadena humana, a solamente un eslabón de él: John Henry.
Por eso rezo por Alexander más que por otros difuntos. Espero que la horrible forma de morir le haya servido como penitencia por los trabajos que tenga a su haber en la antigua KGB, antes de que los remordimientos le movieran a huir.
La vida y la muerte no son como en las películas ni como en esos cuentos de hadas que nos leen los sofistas para adormecernos.
Supongo que los mayorcitos recuerdan esa serie de televisión, El Hombre Nuclear o El Hombre Biónico, un tal Steve Austin que, tras ser casi asesinado, es reconstruido con partes activadas con energía atómica. Costó seis millones de dólares. Corría a gran velocidad, era poderosísimo.
La realidad es que el hombre nuclear se muere por la radioactividad.
Supongo que los mayorcitos están conscientes de la propaganda que se hace para que los chiquillos incontinentes y los viejos verdes no se sientan mal, se sientan seguros, en la arriesgada búsqueda de placeres promiscuos. Como si las ETS no fueran más astutas y porfiadas que todos los espías de la KGB juntos. Como si el virus del SIDA y otros enemigos mortales no fueran a cogerlos.
Y la realidad es que los bastardos van a cogerlos a todos.
Estimado Cristóbal:
ResponderBorrarParece que me he vuelto algo así como un feligrés, tanto que espero tu columna todos los viernes. Me causan gracia, risa y, sobre todo admiración. La de El Mercurio supuestamente grosera fue lejos la mejor. No se te ocurra seguir pidiendo perdón por haberla escrito.
Te cuento mi visión de los hechos: Te has convertido en una de las plumas más rápidas del oeste, quizás sin darte cuenta. Las de México fueron notables. De hecho, las he mandado por email a la tierra de Madero para ser leídas por gentes de por allá.
En lo que se refiere a la columna de los bastardos, y aprovechando que estás en UK (o sea, cerca de Irlanda), me parece que deberías leer la letra de una canción de un tal Paul Hewson, originario de Dublin, que se llama "Acrobat". Ésta trae un mensaje parecido al que quieres enviar, sin tanto Polonium, pero parecido al fin. En fin, en Santiago seguimos conversando. Saludos
Marcelo N.
va enlace!
ResponderBorrarGracias, M&M.
ResponderBorrarEn todo caso, pedir perdón no me hace daño, y soy consciente de que este género literario EXIGE aristas que pueden herir a algunos, más allá de mis intenciones, y por adelantado me disculpo por estos efectos colaterales.
Un abrazo a los dos.
C
pedir perdón (no me he metido en la discusión y no sé de qué se trata, hablo "en general") es de valientes, los cobrardes nunca piden perdón.
ResponderBorrarPara variar los comentaristsa de un blog terminan hablando entre ellos y la columna pasa a segundo térimino: en fin, cntesto:
ResponderBorrarPor las travesuras no se pide perdon. Hay que reírse y cerrar el capítulo.
Por las cosas importantes, como matar, torturar, vejar, etc., hay que pedir perdón (por lo menos) antes de morirse.