Sé que vosotros, ¡oh, intelectuales, que leéis estos desvaríos!, añoráis, desde que alabé a ese gran señor del balompié y guardián del honor de su hermana, Zinedine Zidane, añoráis, digo, unas palabras nuevas sobre el fútbol. Desde luego, no puedo arrollaros, en tan breve espacio, con las ideas geniales que me asaltan cada vez que la borrachera y la lujuria asaltan a mis chiquillos de la Roja, la nuestra selección de chúpfol profesional, que de tan penosa ya no nos hace sufrir, ni gritar, ni siquiera emborracharnos de alegría o de tristeza o de rabia. No tengo tiempo ni paciencia para ilustraros acerca de un sistema infalible para subir a un lugar decente en el concierto mundial de las naciones futbolizadas. Es un sistema cruel, por cierto, pues exige aplicar las leyes del mercado juntamente con la dureza de una dictadura violadora de los derechos humanos. Le trae, para comenzar, la tortura de levantarse y acostarse temprano, más trabajo duro, más silencio sin libertad de expresión, más abstinencia de alcohol y drogas y, sí, me temo que también de sexo, salvo en dosis moderadas para los que estén bien casados, más cárcel casi hasta el extremo del secuestro permanente —o sea, concentraciones sin escapadas por la ventana—, más charlas de virtudes humanas y trabajo bien hecho —sí: adoctrinamiento, contra la libertad de pensamiento, que no sé cómo puede jugar bien a la pelota un indio que piense lo que le dé la gana.
Mas todas esas revelaciones esperarán mejores tiempos, aunque, como ya saben, por un millón de dólares me doy vuelta la chaqueta y lo suelto todo ahora. Todo hombre tiene su precio y el mío —qué vergüenza— es bastante bajo. ¿O acaso creéis, miserables, que un guatón de billetes verdes es mucho dinero comparado con mi dignidad de persona humana? A propósito, mi hermana Teresa, que tiene restos de optimismo familiar y sabe cuán necesitado ando de dinero para mis proyectos infames, y que lo estoy buscando, me preguntó hace poco si acaso mi ridícula actuación como cibermendigo había dado algún fruto. ¡Qué vergüenza! Tuve que confesarle que, como nadie se toma en serio este remanso de sentido común que es Bajo la Lupa —por lo menos, nadie con fuerzas para enviar un euro o un dólar siquiera—, como todos piensan que soy rico solamente porque escribo best-sellers (como Las Instrucciones del Microondas, un superventas en su género, el de los libros desconocidos) y soy el columnista nuevo del diario más rico de Chile y realmente me las doy de aristócrata —lo soy, joder, lo soy: ¿que acaso un noble no puede ser pobre?—, en fin, que no me ha llegado ni un solo peso y ahora hago como que esa cibermendicidad fue solamente una broma.
Mientras tanto, me refiero solamente a la pena que un futbolista me causa cuando comienza a hacerse famoso. Sé que entonces vendrá el acoso de una banda de putas que se dedican al periodismo deportivo y de farándula sin demasiadas transiciones (entiéndase “putas” referida a personas de cualquier orientación sexual, pues no pretendo discriminar ahora por eso), un acoso perfumado pero de fondo asqueroso para emparejar al jovenzuelo con una mina, quizás la novia o la mujer de otro; para hacerle subir los humos a la cabeza, descentrarlo en lo emocional y en lo familiar, hasta que, aunque siga siendo bueno para las patadas, pierda poco a poco la estima de su dignidad —algo más de fondo que su maldita autoestima— que lo llevó a superarse para ser bueno como hombre alguna vez. Sí, señores, nos destruyen a los que van a ser modelos de nuestros jóvenes más indefensos, de todos nuestros jóvenes, sí, pero pienso ahora en los que se ven sometidos desde los siete años a optar entre estudiar o robar, entre sacrificarse o drogarse, entre . . . ¿por qué no completas tú, que yo estoy ahora llorando?
Sí. ¿Cómo no recordar al chiquillo Diego Armando Maradona, a quien tanto admiro, que terminó causando tanto daño a sí mismo y a su alrededor? Ahora recuerdo algo que se cuenta de cuando era un niño. No hay filmación disponible. Quizás es parte de la leyenda. No lo sé. Dicen que fue así. En el entretiempo de un partido, puso el balón en el punto penal. Solo. El público miraba. El chico tiró fuerte. El balón golpeó un poste lateral, a media altura. Los mirones lo pifiaron. ¿Cómo podía no echar dentro la pelota, él solo frente a las redes? Diego Armando avanzó lento, sereno. Tomó el balón. Otra vez lo emplazó en el punto central. Lo golpeó más fuerte. Volvió a fallar. El balón dio otra vez en el lateral, a media altura. En el mismo punto que antes. Algunos espectadores —miraban y no veían— volvían a abuchear, cuando a los otros, los que llegarían a ser fanáticos del Diego, los sobrecogía el silencio. Maradona era un niño. Otra vez tomó el balón. Al punto penal. Disparó fuerte. Y una vez más falló: en el mismo poste, a la misma altura, solo frente a las redes. El estadio estalló en aplausos y vítores.
Más tarde vendría la fama y las putas del periodismo farándula y las mafias de la droga y un ídolo que fue sano hundiéndose en la desintegración, la soberbia, la desgracia. Todos los que lo queremos por lo que fue no podemos dejar de llorar por lo que llegó a ser.
Por eso elevo una súplica a Iván Zamorano y a Marcelo Salas, también zarandeados por una vida no bien asesorada, y al Mati Fernández y a tantos otros que inician el camino de la fama. Os imploro: ¡Edificad vuestras vidas rectamente! ¡Tantos que os miran dependen de eso! ¿Por qué me hacéis llorar?
Este sábado encontré un buen modelo en Manuel Pellegrini, el entrenador chileno del Villarreal. Me ha devuelto la esperanza. Lo entrevista El Sábado de El Mercurio. Lo pondré bajo la lupa en el siguiente capítulo.
Y usted Don Cristóbal...¿qué tal es para el fútbol?
ResponderBorrar¿Defensa, arquero, mediocampista o un goleador consumado?, ¿eh?
El ignorante Pro Vida
Oye, Ignorante Pro Vida, sal del anonimato, que mi costumbre es no responder anónimos.
ResponderBorrarQue buena esta columna de risas y lagrimas Cristobal. Me alegro la tarde, debo decirlo; pero si hay algo que no me saco una sonrisa es saber que "tu" diario no paga lo suficiente por contar con la agudeza de tus columnas semanales. Has pensado poner en el blog un link al sitio de la editorial/libreria que venda tu libro? Incluso puedes linkear a Amazon...
ResponderBorrarsaludos desde un lluvioso Paris!
P.
ps: me entere que me incluiste en tu libro... no me habia enterado!
Estimada Paz: Es un equívoco. El Mercurio me paga muy bien por las columnas, pero obviamente no como para hacerme rico por tan poco trabajo. Por favor, envíame tu dirección física para enviarte una copia de mi libro como la debo a todos los que escribieron en la contraportada (son textos públicos tomados de los comentarios al blog). Saludos cordiales.
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