El 21 de diciembre es el centenario de la “matanza” de Santa María de Iquique.
El resumen de los hechos es simple: los agitadores sindicales hicieron marchar a Iquique a los obreros de las salitreras para presionar a favor de algunas mejoras laborales: alza de salarios, indemnizaciones por despido e invalidez o muerte, más libertad de mercado al interior de los pueblos salitreros, medidas de seguridad en el trabajo . . . El afluente de miles de personas causó preocupación en la población. Era necesario proveerles agua y alimentos, para lo cual ellos mismos hacían colectas . . . Muchos colaborarían voluntariamente por simple compasión cristiana ante los necesitados; pero, ¿qué tan voluntarias podían ser las erogaciones de los vecinos ante obreros que ya usaban su masiva presencia como manera de presionar a poderosos empresarios? El surgir de acciones violentas, sin embargo, llevó a algunas familias a buscar refugio en los buques estacionados en la rada. Atestiguado este hecho, no podemos desconocer que había temor. No podemos idealizar una marcha anarquista como si hubiera sido una peregrinación de carmelitas.
De ahí que desde Santiago vino el mandato de poner término al desorden. Los patronos, por su parte, no cedieron un palmo: solamente negociarían después de que todos regresaran a las pampas. Los trabajadores veían en esa exigencia el fracaso puro y simple de su intento: ¡volver con las manos vacías! Y ya se rumoreaba que las cosas irían a peor, que urgía disolver la amenaza . . . Entonces vino el ultimátum: o dejaban la escuela y se trasladaban al Club Hípico, o se los desalojaría por la fuerza. Los dirigentes rebeldes vieron el peligro: el hipódromo estaba fuera de la ciudad; desde ahí, su presión se reducía a la nada; fácilmente podían obligarlos a marchar de regreso, cabizbajos. El jefe militar ordenó desembarcar las tropas, proveídas de caballería y ametralladoras. La autoridad amenazó: ley y orden, por la razón o la fuerza. El comité anarquista se mantuvo firme.
Las ráfagas duraron un par de minutos. No más. Murieron los cercanos, los que en el pánico se abalanzaron contra los soldados . . . Y la fuerza de la ley pudo más: las gentes obedecieron; los muertos fueron levantados; los heridos, trasladados al hospital. Se disipó el humo de la pólvora y triunfó el orden público sobre los agitadores anarquistas. Según el parte oficial, los muertos no llegaron al centenar; según la investigación de un simpatizante del movimiento, los muertos fueron cerca de dos centenares. Después se ha dicho que esos números había que ampliarlos a cuenta de los muertos rápidamente enterrados, que no fueron contados . . . En fin, que podían haber sido trescientos, cuatrocientos . . . Demasiados para lo que duró la balacera; demasiado pocos para armar una leyenda, pues que en tantos otros casos ha habido más muertos. Así que la imaginación calenturienta de sus ideólogos redondeó la cifra a tres mil seiscientos, como canta Quilapayún.
El juicio sobre los hechos no puede ser tan simple. ¿Quiénes somos los mortales para atribuir responsabilidades definitivas? Podemos, sin embargo, decir algo que nos permita aprender de nuestros errores. Me atrevo, pues, a sugerir tres juicios morales.
Primero: la matanza fue una injusticia atroz debida a una visión demasiado rígida, casi desquiciada, de la ley y el orden. Era el liberalismo de la época, por cierto: ¿no estaba fresco en el aire, acaso, el olor de la pólvora y de la sangre de los indios masacrados desde el Norte hasta el Sur de América para consolidar el Estado moderno? Ante exigencias laborales del todo justas o, en cualquier caso, negociables, la reacción de la autoridad y de los dueños fue sencillamente insensible e inicua.
Segundo: los obreros del salitre y sus líderes también son responsables. Ellos eran trabajadores privilegiados en esa época —como los del cobre hoy—, unos señores elegantes —puede verse en las fotografías de los marchantes, bien trajeados, con sus sombreros y camisas blancas—, dignos como todos deberían serlo. Y efectivamente hubo desórdenes que llevaron a que el cónsul inglés exigiera a Santiago garantizar la seguridad, de donde procedió el estado de sitio y el uso de la fuerza y . . . ¡siempre están los elementos más violentos que todo lo desquician! De manera que, aunque a la postre siempre gana el más fuerte —en este caso, el Estado con su fuerza militar—, y debemos condenar el uso rígido de la represión, no podemos olvidar que la fuerza del número, de la masa, es tan temible como la de los fusiles, y tanto lo fue que también cabe atribuir responsabilidad a la rigidez, a la apuesta insensata de los huelguistas.
Tercero: existe una responsabilidad más alta, indirecta respecto de los hechos individuales, si se quiere, pero real. Es la responsabilidad de las ideas y de los ideales. En este caso, la propaganda de la izquierda quiere hacer creer a los niños que hubo una masacre de pacíficos y explotados obreros —reitero: eran los más ricos de la época—, luchadores por la justicia, a manos de desalmados capitalistas, militares y oligarcas. En cambio, lo que había de parte de los obreros era la lucha por sus intereses —no por los derechos de los demás, que esto es la justicia—, y de parte de sus líderes había la ideología anarquista, y el uso general que la izquierda hace de la pobreza y de la necesidad para introducir el conflicto y la violencia. No nos tapemos los ojos ante la explotación que la izquierda ha hecho siempre de las miserias humanas, de la pobreza y de la debilidad, para hacer progresar su ideología dominadora y violenta. Pocos se atreven a decirlo, precisamente porque, con razón, tienen miedo. De la misma manera, la ideología liberal de la ley y el orden, que era y sigue siendo ciega respecto de los más débiles, puso a algunos hombres —la autoridades de la época— en la tesitura de amenazar y de cumplir la amenaza.
Cristóbal:
ResponderBorrarFeliz navidad.
Muchos somos los que esperamos seguir contando durante el 2008 con tus columnas valientes e independientes.
Saludos,
Alberto González V.
Danke, Alberto: ¡Feliz Navidad!
ResponderBorrarmuy feliz navidad sr. orrego y a todo los blogueros.
ResponderBorraresteban
DON CRISTOBAL
ResponderBorrarInteresante su visión de estos lamentables hechos.
La verdad y sin haber profundizado mucho en el tema, tendía a quedarme con la impresión de que habían sido muchos más los muertos y que aquí se daba un abuso de poder contra pobres y pacíficos obreros. Pero sin duda la historia siempre tiene más de una visión y uno debiera revisar la mayor cantidad posible para hacerse una imagen propia lo más cercana posible a la realidad de los hechos.
Aunque la verdad, debo reconocer también que el interés tan evidente de nuestra actual Presidenta por hacer un gran homenaje a aquella triste situación ocurrida, me hacía entrar en sospechas de algún grado de manipulación (tiendo a no confiar mucho en la visión "izquierda" de la historia).
¿Es que se nos está intentado cambiar la historia del país?, lo pregunto a cuenta de que en un concurso público del canal estatal para elegir a los más destacados chilenos del bicentenario, han aparecido personajes que no tendrían porque estar allí.
Respeto mucho el dolor sufrido por Zola Sierra y todos los familiares de quienes sufrieron en el Gobierno Militar, ¿pero eso es merito suficiente para que ella aparezca entre los chilenos destacados del bicentenario?.
Admiro muchísimo la música de Victor Jara y lamento las condiciones trágicas y poco claras de su fallecimiento, ¿pero es eso merito para que aparezca en el listado de los más destacados?, y peor aún, para que haya quedado entre los 10 seleccionados finales, dejando fuera al padre de la patria Bernardo O`Higgins.
Ni hablar de Salvador Allende. Me merece el respeto mínimo que se debe a cualquier Presidente del país, pero sin siquiera mencionar el desastre que significo su Gobierno, el solo hecho de que se haya permitido declarar públicamente que él no era Presidente de todos los chilenos, es razón más que suficiente para que ni siquiera mereciera estar en el listado original, mucho menos haber sido elegido entre los 10 finalistas, nuevamente en desmedro de O`Higgins.
Disculpe si lo estoy llevando quizás a otro tema. Tampoco pretendo "politizar" el debate, pero es que en el esquema de las visiones distorsionadas de la historia y algo cargadas de intereses políticos (cosa que no solo las izquierdas hacen, sin duda alguna), me pareció que viene a cuento este otro asunto, con el cual de alguna forma se nos están "vendiendo" distorsiones de la historia, distorsiones que a la luz de los resultados que lleva el citado concurso televisivo, parecieran estar logrando un grado de penetración inquietante.
Un saludo (me uno a los buenos deseos navideños y para el año nuevo)
Cristian Muñoz P
Los dos primeros juicios morales están enmarcados en el tercero, pero debo hacer algunos reparos en cuanto a lo que se plantea y se trata de decir solpadamente en éstos:
ResponderBorrarAlgo que omite, es que el Estado chileno siempre ha sido controlado por las elites oligarcas o capitalistas (las dueñas de la tierra o el capital), que liberales o no, han hecho uso de éste, las leyes y su fuerza, en favor de sus propios intereses disfrazándolos de Justicia.
En este caso el Estado se volvió instrumento de los "intereses" de los dueños de las minas.
En el tercer juicio de valor, da a entender que en algunos casos los "intereses" particulares de personas o grupos -como los de los trabajadores del salitre- serían menos válidos y legítimos, que los intereses también particulares de los poderosos.
Al cuestionar el que haya sido la lucha por sus "intereses" la causa del conflicto y no la "Justicia" (que siempre sirve como logo para camuflar intereses particulares), inmediatamente está diciendo que los trabajadores del salitre no tendrían derecho a reclamar por sus propios intereses.
Peor aún, establece entonces que sí lo tendrían los dueños de las salitreras que lo habrían ejercido, llegando incluso a exigir el uso de la fuerza militar para protegerlos.
Cuando dice "eran los más ricos de la época", me pregunto: ¿los más ricos en comparación a qué?
¿A los campesinos más pobres del mundo rural de esa época?
Pero además me pregunto, el que hayan sido los más ricos entre los pobres ¿bastaba para que imperara el conformismo social, más aún cuando otros más poderosos defíenden sus intereses a brazo partido?
¿Podrían haberse rebelado los más pobres de los pobres acaso?
¿Acaso las religiones no inventan sus mitos, para crear sus héroes y sus leyendas?
No nos tapemos los ojos ante la explotación histórica y solapada, que se escuda tras el Estado de Derecho, los intereses particulres disfrazados de "Justicia", el orden, la paz social. Menos aún, no nos dejemos engañar por aquellos discursos que buscan fomentar el conformismo y la subyugación, deslegitimando a unos y a otros.
Estimadísimo Sánchez Münster:
ResponderBorrarMe sumo, un tanto tardíamente, a los buenos deseos navideños de sus lectores.
En cuanto a su columna, me parecen muy interesantes los comentarios de los jóvenes Muñiz y Artismundi (este último le da unos palos que de ciego no tienen nada, debiese usté defenderse), aunque no son capaces de distinguir lo sustantivo de lo adjetivo:
¿cómo es que peregrinan las carmelitas?
Atte. y con encomio
Mambrú
Bueno el punto anecdótico de Mambrú: si las carmelitas con monjas de clausura, no peregrinan, salvo casos excepcionales... ¿pero siguen siendo de "clausura clausura" o se han "aggiornato" en este punto?
ResponderBorrarJorge A. Gómez: me parece, modestamente, que incurres en dos defectos que hacen imposible el diálogo. Primero, criticas las consecuencias implícitas de lo que Cristóbal dice explícitamente. Pero la verdad es que las consecuencias implícitas que tú crees descubrir, no se siguen de ningún modo de lo que dice Cristóbal; las deduces simplemente con falta de lógica o presuponiendo ciertas premisas marxistas que Cristóbal no comparte. Para dialogar o discutir, es necesario identificar primero las premisas compartidas; no es posible de otro modo. Segundo: vinculado con lo anterior, simplemente afirmas la visión marxista de la acción coercitiva del Estado, que no sería nunca una acción justa, orientada al bien común, sino sólo la defensa de intereses de la clase dominante. Para saber si de verdad crees esto, me gustaría saber si tienes la misma idea, por ejemplo, acerca de la represión policial en el día del joven combatiente o en las "marchas pacíficas" de los 11 de septiembre.
Saludos, y feliz navidad y año nuevo.
Santiago, veo que también incurrió en el mismo error que me atribuye.
ResponderBorrarNo necesariamente debo compartir premisas para llevar a cabo una discusión.
Si bien podemos decir que es una premisa marxista considerar que la acción coercitiva del Estado "es a favor de los intereses de clase", no necesariamente hace que mi pensamiento sea marxista. Más aún, tratar de deslegitimarla y sacarla de la discusión sólo por considerarla marxista me parece más que sesgado.
En este sentido, considero que en los casos consultados la fuerza del Estado, en pro del orden público, materializado en la fuerza policial es válido en tales casos, cuando las acciones de los grupos son vandalismo puro, sin ningún sentido o proyección estratégica o política.
En todo caso, lo anterior no es comparable con lo de Iquique, puesto que ésto fue una masacre donde las asimetrías en cuanto a fuerza eran claras entre las fuerzas del Estado, que actuaron bajo presión de intereses y los manifestantes.
No se trataba de una guerrilla, ni un ejército irregular, sino que de manifestantes, entre ellos mujeres y niños.
Negar que en esa situación el Estado respondió a intereses particulares y no al bien común, y que tampoco fue ni pretendió ser mediador, es hacer omisión histórica.
Tampoco decirlo, necesariamente implica ser marxista.
Estimado profesor, me formatearon el computador hace poco y perdí todo mis contactos y necesito contactarlo para orientar mi examen recuperativo de Derecho Natural mi email es jmaedo86@gmail.com
ResponderBorrarMuchas gracias por su tiempo.
saludos.
José Manuel Aedo Pérez
"El jefe militar ordenó desembarcar las tropas, proveídas de caballería y ametralladoras. La autoridad amenazó: ley y orden, por la razón o la fuerza. El comité anarquista se mantuvo firme...",
ResponderBorrarpor qué un gobierno civil tras otro intentó siempre utilizar a las fuerzas armadas para sus fines políticos!?
yo estoy en contra de la actuación de los militares dentro del país, no son policías, no están preparados para ello,
ok, esto pasó hace tiempo, pero es la misma experiencia histórica la que ha llevado (al menos en el llamado Occidente) a evitar y/o prohibir la acutalción de los militares en funciones policiales.
Muy bueno tu artículo Cristóbal, la verdad es que no sabía nada sobre el tema (salvo que creo que hay una "cantata" -pero no de Bach- que debe ser la que tú citas).
Saludos!
Liebe Marta: La confusión entre policía y fuerza militar no debería darse (la policía se encarga del orden público; las fuerzas militares, de defender la patria contra agresiones externas). Sin embargo, la era posmoderna ya todo lo confunde, porque las alteraciones del orden público han sido muchas veces una manifestación de interferencias extranjeras. Además, muchas veces la subversión interna se planteó en términos militares, para lo cual no está preparada la policía. Colombia, por ejemplo, se dio cuenta demasiado tarde. En fin, que también prefiero tener la fuerza militar para lo que es; pero, precisamente por eso, los civiles y los políticos no deberíamos ser cómplices de la violencia que es capaz de actuar como un enemigo exterior. Por cierto, esto no se refiere a cualquier protesta, como la se SMdeIquique.
ResponderBorrarFantástico el posteo. Muy clarificador respecto a la posición generalizada, que en realidad no cuadraba mucho. ¿Por qué se habría querido matar gratuitamente a huelguistas?
ResponderBorrarSaludos,
Álvaro P.