Las precipitadas declaraciones de algunos clérigos, aparentemente favorables a las uniones civiles entre personas que no pueden o no quieren contraer matrimonio, son un escándalo, sin duda alguna, porque deforman las mentes de quienes no tienen la suerte de conocer de cerca las enseñanzas de Benedicto XVI, quien expresamente se ha manifestado contra estas iniciativas, porque dan estabilidad y reconocimiento social a situaciones que contradicen el bien del matrimonio. Sabemos, con todo, que Dios puede dirigir hacia bienes más altos la impune difusión de errores funestos, pecado ciertamente peor que los de la carne. En este caso, quizás la Divina Providencia fuerza a la jerarquía católica local a proponer una enseñanza clara y colectiva, y a detener el delirio de algunos fieles dedicados a la vida pública.
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