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martes, marzo 30, 2010

Carlos Peña y Felipe Berríos firmes junto al Papa

Uno de los efectos saludables e increíbles de la crisis de la pedofilia es que Carlos Peña y Felipe Berríos se han unido a la mano dura y la tolerancia cero de Benedicto XVI en un asunto de moral sexual. 


Quizás la pedofilia ha terminado por ser el último reducto de la intolerancia transversalmente compartida.


Lo que nos queda por ver. 



4 comentarios:

  1. Carlos Peña ha recordado a pecadores destacados, nombres que debe tener tatuados por ahí para no olvidar, pero no ha recordado a ninguno de los que se portan bien....ni al popular Padre Hurtado, que con toda razón lo es....¿no descontará nada del mal hecho por algunos en la Iglesia con mucho bien que hacen cada día esos que nadie conoce por hacerlo bien?

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  2. La caradura laica no tiene límites. Hay mala leche. Nos toca a los católicos difundir la labor de esos curas santos.

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  3. ¿El que miembros de la Iglesia hagan el bien implica no cuestionar a los que hacen el mal?

    Creo que no, más aún cuando existe una una acción institucional totalmente cuestionable.

    Porque ¿Cómo debemos juzgar la acción de la Iglesia Católica de Irlanda?

    Los informes registran a por lo menos 230 víctimas de abusos entre 1974 y 2004. No fue sino hasta 1995que la arquidiócesis de Dublín denunció a la policía los primeros casos.

    Saludos

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  4. Estimado Jorge:

    Estoy de acuerdo. El bien que hacen muchos no exime de criticar y combatir el mal que hacen algunos, e incluso de criticar oportunamente (con respeto, por amor a la verdad y no por odio a los enemigos) las deficiencias en la actuación de la jerarquía eclesiástica, en Irlanda y donde sea.

    Pero estos casos son tan tremendos, que su sola exposición basta y sobra. No es necesario patear en los dientes a los sacerdotes y a los católicos que están tan golpeados como cualquiera, sin haber tenido arte ni parte en los hechos.

    En estos casos, gracias a Dios, podemos decir que la verdad nos hará libres, sin que nadie se atreva a decir que la verdad no existe, o a relativizarla de alguna otra manera.

    Los relativistas y liberales escépticos parecen haber desaparecido como por encanto.

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