Uno de los efectos saludables e increíbles de la crisis de lapedofilia es que Carlos Peña y Felipe Berríos se han unido a la manodura y la tolerancia cero de Benedicto XVI en un asunto de moral sexual. Quizás la pedofilia ha terminado de ser el último reducto dela intolerancia transversalmente compartida.
Sin embargo, los dos sequedan cortos en sus respectivas propuestas.
Carlos Peña afirma que la ciudadanía —también los no creyentes— tienederecho a exigir rigor a la Iglesia en la protección de los niños. De acuerdo, pero se ha de ir más allá, porque todos los niños merecen lamisma protección, sin discriminación por cuenta del tipo de institución que los educa.
Sería un error concentrarse de manera especial en la Iglesia, pues sabemos que los delitos de pedofilia cometidos por eclesiásticos son una ínfima minoría del total, aun siendo individualmente más graves por cometerlos sacerdotes. El Estado incurriría en falta e injusticia contra la mayoría de los niños, que noestudian en colegios católicos, si no pusiera igual celo y rigor en protegerlos de los depredadores laicos.
Porque la mayoría de los depravados sexuales son laicos.
El columnista también se queda corto al ignorar que el 60% de los sacerdotes implicados en casos mal llamados de pedofilia eran, simplemente, homosexuales atraídos por adolescentes (efebofilia homosexual).
La Iglesia ya ha tomado cartasen el asunto, prohibiendo la admisión de homosexuales al sacerdocio; pero, ¿qué puede hacer "la ciudadanía laica" a este respecto, con los homosexuales en colegios, piscinas, buses escolares, hospitales para niños, etc.?
Felipe Berríos, por su parte, identifica el terremoto en la Iglesia con la pedofilia, y propone abrir una investigación amplia de todas las diócesis y congregaciones en Chile. Él promotor de la más amplia tolerancia y comprensión en otras materias, ahora emerge como Gran Inquisidor.
Pero yo soy más Gran Inquisidor que él. A Inquisidor, el CBH no me la gana. Pues él también se queda corto. Los casos de pedofilia son la punta del témpano, pero no debemos seguir manteniendo en secreto la raíz: la mala teología y la praxis perversa de quienes por décadas han promovido la violencia, por una parte, y la liberación sexual, por otra.
Se trata de una crisis de fe muyprofunda.
Por eso, si se ha de aprovechar la oportunidad para purificar a la Iglesia, como Felipe y yo y el Papa queremos, pienso que se ha de realizar una investigación más amplia, dirigida por obispos valientes y totalmente fieles al Papa, que se atrevan a pararles los pies también a los sacerdotes que, sin ser pedófilos, se han contaminado con la lucha de clases y han combatido solapada o abiertamente la doctrina católica sobre la moral sexual.
A ver quién se atreve.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario