Mediante el acto de oración por la patria, la sociedad chilena cumplió su deber público de reconocer la soberanía de Dios, al acudir a su protección paternal. La presencia del Presidente y de los más altos funcionarios del Estado hace realidad la idea de que la separación jurídica entre la Iglesia y el Estado no equivale a la exclusión de Dios de la vida pública, ni puede confundirse con la soberbia de desconocer la dependencia colectiva respecto del Señor de la Historia.
Lamento, sin embargo, el daño que se le hizo al movimiento ecuménico por el hecho de que interviniera públicamente una señora "pastora evangélica", vestida con el traje clerical romano, que tantos sacerdotes católicos se niegan a usar. Habiendo otros muchos pastores evangélicos disponibles, resultó imprudente exhibir públicamente un asunto que nos divide, en lugar de poner el acento en lo que nos une.
La Iglesia católica y muchos grupos no católicos, fieles a la práctica de Jesucristo, se oponen a la ordenación de las mujeres. No debiera haber ninguna ambigüedad en el camino hacia la unidad plena, que tanto deseamos.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario