Comparto plenamente la postura de Cristóbal Orrego, en su carta publicada hace unos días en La Tercera, en relación a que todos quisiéramos erradicar la violencia de nuestra sociedad. También coincido en que el tono de la campaña es fuerte, efectivamente, para llamar la atención de un país entero sobre este dramático flagelo.
Creo que el Estado no puede reemplazar a las familias, como él sostiene, pero lamentablemente estamos frente a un problema arrastrado en nuestra cultura que aún arraiga fuertes dejos de machismo. Son muchos los hombres en Chile que sienten un derecho de posesión sobre las mujeres que tienen a su lado, y se creen más hombres cuando ejercen poder o autoridad mediante el golpe o maltrato.
Esta es también una forma de atentar contra la familia, núcleo de la sociedad que todos defendemos.
Frente a la violencia hablemos claro, porque para defender la vida siempre debemos hablar claro.
Carolina Schmidt Z.
Ministra Servicio Nacional de la Mujer
Hola Cristóbal!
ResponderBorraryo tampoco le llamaría "m..." a los hombres que ejercen violencia sobre las mujeres; de partida porque generalmente los homosexuales no ejercen sobre las mujeres...
para mí son "poco hombres" ;)
Desconozco cómo es la campana... pero que debe haber una, debe haberla...
No creo que este de la violencia sea un problema reciente... no creo que haya sido desatado por la sociedad consumista, me temo que viene de mucho más atrás, de antes de la sociedad consumista...
Saludos!
Estimada Marta:
ResponderBorrarEstoy de acuerdo en que el problema, como todos los problemas, viene de mucho más atrás. También en que la autoridad pública debe intervenir para educar a la población, no solamente con campañas, sino también fomentando el ambiente adecuado, y con la ley.
El problema de la sociedad consumista es solamente la versión actual de cualquier sociedad hedonista y decadente: agrava los problemas vinculados a la falta de control sobre las pasiones. Y es esto lo que no puede resolverse con medios técnicos, ni con una indignación moral que corre paralela a la falta de indignación contra la inmoralidad.
Ayer tuve que decirle a un niño que le pegaba a su hermanita (durante la misa): "Oye, no se le pega a las mujeres". Y el chico se portó bien enseguida. Pero, aunque yo no conozco a ese niño, e intervine espontáneamente, en ese momento yo no era un agente del SERNAM, sino simplemente un hombre que compartía con ese chico la TRADICIÓN FAMILIAR de que los hombres no tocan a las mujeres ni con el pétalo de una rosa.
Y te aseguro, querida Marta, que esta tradición sí que funciona. Lo del SERNAM, en cambio, ha ido unido a la falta de coraje para afirmar los principios tradicionales.