Un profesor mexicano, allá por 1998, asistió asombrado a uno de los debates entre Joaquín Lavín, representante de la oposición, y Ricardo Lagos, candidato oficialista, quien saldría electo Presidente en 1999. (Les recuerdo esto porque la memoria chilena es tan frágil que algunos han olvidado ya que Mr. Lagos fue Presidente, y que fue elegido democráticamente, aunque pareciera luego un monarca hereditario, tal era su prestancia: ni la reina Isabel en toda su gloria . . .).
—Si no me hubieras dicho que Lavín era el de derechas, jamás lo habría adivinado —me comentaba al día siguiente, lleno de ese asombro que nosotros hemos perdido. Y seguía:
—¿Y de dónde que Lagos es de izquierdas? ¡Si los dos son igualitos, mano! Yo miraba a uno, escuchaba, y luego me aprontaba para la réplica aplastante del contrincante . . . ¡y, ay Jalisco, que venía y decía lo mismo el otro cuate!
—Mira —intentaba excusarme yo—: no te lo puedo explicar, a mí también me da vergüenza. En el fondo todo procede de que nuestra Constitución garantiza el pluralismo político. En Chile todos somos pluralistas: todos, todos, todos somos así, y nadie se atreve a pensar nada contrario al pluralismo oficialmente garantizado.
Los mexicanos son respetuosos de todos los pueblos. Los ojos de mi amigo se abrieron como platos. Se cerraron, se abrieron, se cerraron. Musitó un “híjole . . .”. Y calló, sonrió, suspiró. Me hizo sentir culpable y tuve que desentrañarle lo que sigue, que ustedes ya saben. ¿Me perdonan que lo escriba? Es para mi amigo el mexicano.
—Los campeones del pluralismo chilensis son todos, todos, de izquierda o de centro izquierda, porque sería vergonzoso ser pluralista y pertenecer a la derecha, reaccionaria, siempre enemiga de las libertades públicas, nada pluralista —comencé.
Ojos mexicanos abiertos.
—Sin embargo —continué para matizar—, también hay gentes buenas de derecha, que se han hecho pluralistas, y, en consecuencia, defienden lo que nunca antes habían defendido, como el divorcio y el aborto y el matrimonio gallardo. Tienen sus ideas de derecha, pero no las exhiben igual que antes, para poder ser pluralistas. Y, claro, hay tipos de la derecha mala, ésa que sí que no es pluralista. Gracias al progreso de la conciencia colectiva, son cada vez menos.
Ojos abiertos de asombro, como cavernas. Me apresuro a concluir:
—El pluralismo en Chile es muy limitado. Consiste en la diversidad de preferencias morales para la vida privada de cada uno. Tú puedes ser partidario del divorcio o del matrimonio de por vida, del aborto y de la eutanasia o de dejar nacer a tus hijos y de no ayudar a morir a tus viejos y enfermos, de casarte con alguien de tu género o de otro, entre los varios que pueden elegirse . . . Vive y deja vivir. Es la diversidad que ha existido siempre, la pluralidad de vicios, especialmente de uno que explica casi todas las obsesiones por las libertades públicas: la lujuria. Solamente que ahora se impone como ideología oficial.
—Ahora tenemos en Chile —prosigo— una fuerte lucha para imponer ese pluralismo moral a todos. En política, en cambio, gracias a Dios, hemos llegado a consensos fundamentales. ¿Modelo de política económica? El de Pinochet y los Chicago Boys, con un poco más de presupuesto estatal para repartir, compartir. ¿Políticas sociales? Todos a favor de los pobres, ¡no faltaba más! Igualdad de oportunidades, por cierto. Construirles mediaguas o casitas. Repartirles anticonceptivos. Educarlos en la sexualidad. A propósito: ¿y la educación? Subsidio por alumno, libertad de establecer colegios, control de los contenidos mínimos, libros oficialmente orientados —para asegurar el pluralismo—, distribución de condones —a la salida, claro: ¡no seamos pornográficos!—, programas de mejoramiento de la calidad . . . Ahora, por fortuna, todos nuestros alumnos van saliendo con sus ideas democráticas claras, una tremenda conciencia de que nunca más en Chile, etcétera. ¿Y la historia reciente, la dictadura y las violaciones a los derechos humanos? Se va construyendo la reconciliación, en la medida en que todos concurren en una visión pluralista del asunto: el golpe fue contrario al pluralismo, el Dr. Salvador Allende fue un adalid del gobierno democrático —nada que ver con Stalin, si entonces no se sabía nada . . .—, las violaciones a los derechos humanos son crímenes contra la humanidad que no merecen ni perdón ni olvido, las culpas de la izquierda han sido hidalgamente reconocidas, la Democracia Cristiana no reniega de su historia pero se abre a construir un futuro fundado en la verdad y la justicia, una nueva derecha democrática emerge, y los últimos resabios de la dictadura se recluyen en los espacios de tolerancia que el sistema contempla (¡pero que no ocupen cargos de responsabilidad!).
Ojos mexicanos que se cierran, se abren, se cierran. ¿Qué se puede hacer?
—Nada —sentencio, sereno como siempre—. Sin embargo, puedo decirte cuándo habrá realmente pluralismo político en Chile (¡Dios no lo permita!). Cuando en la arena pública siga celebrándose no solamente el legado del gobierno militar, sino el pronunciamiento del 11 de septiembre de 1973. Cuando, frente a la estatua de Allende, quien fue cómplice de la violencia y del totalitarismo, se erija la de Pinochet o la de la Junta. Cuando haya quienes luchen —con medios políticos— por la penalización de los atentados contra la vida y la familia y por el encarcelamiento, como neo-nazis que son, de quienes los promueven. Cuando, así como algunos justifican en ciertos casos la matanza de los inocentes, haya otros que apoyen las violaciones a los derechos humanos (desapariciones forzadas, torturas, engaños masivos) bajo determinadas circunstancias. Cuando otros tantos defiendan que el dinero es para el que lo trabaja, y que no es lícito robar a los ricos para ayudar a los pobres; que es ético evadir impuestos y piratear programas computacionales y hasta . . . ¡fumar!
Ojos mexicanos . . .
—Tú sabes cómo pienso —le digo, para no escandalizarlo más—; pero es que echo de menos el verdadero pluralismo.
Este artículo sí que es más que bueno, es buenísimo!
ResponderBorrarMuy bueno. Me encantaría que Argentina tenga este tipo de "problemas". Insisto en que la gran diferencia entre los países funcionales y los que se siguen revolcando en el chiquero del subsedarrolo está en los acuerdos mínimos.
ResponderBorrarMe desternillaba de risa leyendo el articulo. Es tan como lo describes: hay pluralismo y hay pluralismo politically correct (que se parece bastante a una dictadura)
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