La Presidenta, fiel a su consigna de no gobernar bajo presión, ha dejado de gobernar.
Los políticos se han lanzado en picada a las próximas elecciones, mientras los grupos de presión ejercen sus poderes fácticos.
Se entiende, pues, que los derrotados de siempre crean que ahora sí que sí, que ahora vendrá el cambio (¿os acordáis de el cambio que venía el ’99?), la alternancia y todo eso. Solamente necesitan un nuevo referente, algo que les permita no acuchillarse durante tres años, un subterfugio para sumar a la política a quienes no creen en ella.
Estoy de acuerdo con este error.
En realidad, tal como la campaña de los ’80 contra Pinochet sumó a todos sus enemigos, desde el moderado Patricio Aylwin hasta los comunistas —fuera de la Concertación, sí, pero trabajando por la causa—, ahora la campaña contra la Concertación debe aunar a los descontentos, a todos los asqueados con la corrupción, o por último a los que se han visto excluidos de hacer negocios con el Estado. Por eso, no se debe contraponer la estrategia del nuevo referente de centro amplio (¿os acordáis ahora del Partido de Centro-Centro?), impulsada por Cristina Bitar, a la de un partido instrumental tipo PPD, propuesta por Joaquín Lavín.
Cristina Bitar puede atraer a los animales políticos más cercanos a la Democracia Cristiana (PDC), hartos de servir de comparsa al socialismo pero que no quieren ser confundidos con la asquerosa derecha, a la que le deben sus vidas, sus propiedades y sus libertades; y también puede seducir a los animales apolíticos, que no quieren ser confundidos con los sedientos de poder, con los señores políticos, y mucho menos con los demos.
Joaquín Lavín debería abandonar la UDI y fundar ese partido instrumental. Podría relanzar su candidatura a unas primarias. Los chilenos, tras unos meses de ver cuánto se equivocaron con nuestra Primera Dama, ya se deben de estar diciendo que por qué no lo elegimos a él, si es un hombre fuera de serie.
La Unión Demócrata Independiente (UDI) y Renovación Nacional (RN) retendrían, por cierto, su función tradicional.
La Alianza por Chile todavía conservaría su sentido de coordinar toda la estrategia y todos los aportes y la repartija de cargos y un largo etcétera.
Todo esto está muy bien. Hasta es posible que, tras la inutilidad manifiesta de la señora Presidenta, a pesar de la fuerza de la Concertación como máquina de poder y de su calor como techo político para el país, el PPD de derecha (¡!) y el referente político apolítico (¡!) y los partidos de la Alianza consigan provocar un cambio de gobierno. En Italia, una alianza así de disparatada otorgó a Romano Prodi la victoria sobre el casi eterno Silvio Berlusconi.
No obstante, para la política de largo alcance, la que tras la victoria de la libertad responsable sobre el totalitarismo comunista debería llevar a triunfar también sobre la irresponsabilidad libertina de las nuevas izquierdas, hace falta algo más que estas estrategias ratonas de eternos derrotados sumidos en su desesperación.
Necesitamos un nuevo partido político para América. Y quizás más de uno.
Sé que los políticos economistas sostienen que no hay mercado para más partidos. Su visión de largo plazo no alcanza más allá de los ocho años. Sin mirar nosotros ahora tampoco demasiado lejos, vemos que existe un vacío de representación que exige nuevos partidos, si la política democrática ha de seguir siendo una política de partidos.
Ya tenemos partidos que representan los intereses básicos de la economía libre. Ya tenemos partidos que, tras quedarse sin ideales por la crisis de los totalitarismos de izquierda, se han reinventado a sí mismos y han enarbolado la bandera del libertinaje moral. Más claro: ya que no pudieron destruir la propiedad privada, ahora destruyen la familia y la moralidad pública. También están representados los humanismos esotéricos, los ecologismos de toda laya, los feminismos abortistas, la internacional rosa metida a presión en casi todos los sitios porque usa la violencia verbal impunemente.
Y ya tenemos a todos unidos tras el ideal de superar la pobreza y de explotar las olas de la compasión colectiva.
No están representados, en cambio, los que son y quieren ser de derecha derecha, sin concesiones al igualitarismo (¡la igualación coactiva es de izquierda y basta ya de máscaras!) ni a la mano blanda contra los delincuentes y la chusma (¡la protección de la chusma es de izquierda y basta ya de máscaras!) ni al internacionalismo que raya en la traición (¡el internacionalismo es de izquierda y basta ya de máscaras!).
No están representados los que sienten el orgullo por la obra y el legado del ex Presidente Augusto Pinochet.
No están representados quienes realmente querrían, antes que cualquier batalla ética o ideológica, una efectiva descentralización del país, un regionalismo que le hiciera el peso al poder central.
No están representados quienes piensan que la religión tiene una función pública, que Dios y sus leyes deben regir no solamente la vida individual y familiar, sino también la vida económica, social y política. ¿Por qué tiene que dominar el ámbito público esa racionalidad débil agnóstica, atea o laicista, la ideología de una minoría hábil y poderosa, por sobre la suma de las convicciones religiosas de los ciudadanos?
No están representados, sobre todo, los más débiles, los niños que padecen inermes, ya antes de nacer, bajo el crimen nefando del aborto, y, cuando han tenido la dicha de ver la luz, bajo la crisis de sus familias, fomentada desde el Estado.
De manera que existen el espacio y la necesidad de nuevos partidos políticos.
Yo espero un nuevo partido político para América. Este partido sembrará los principios de la probidad pública y del respeto irrestricto de la vida humana y de la familia.
Sé que algunos querrían que la defensa de principios tan altos quedara al margen de las luchas partidarias. En el próximo capítulo explicaré por qué esto es imposible; por qué debemos superar la tentación del apoliticismo y del suprapartidismo.
¡Menos partidos políticos, por favor!
ResponderBorrarEstimadísimo sr. Sánchez Münster:
Dice ud. "no están representados estos, no están representados aquellos..., que venga un nuevo partido que represente lo que hay que representar".
¿No ve que el sistema que tenemos es muy inteligente y simple?: los únicos representados son los representantes, así nos evitamos toda clase de problemas que sobrevienen cuando la política se ocupa de las cosas de la polis. Mucho mejor si sólo se ocupa de las cosas de los políticos (de "esos políticos", porque Ud., y ese de allí, y el de más allá, e incluso Mambrú, también lo son, pero vaya que se ocupan poco de ellos)
Ud. no está representado, el pobre Mambrú menos (faltaría más), pero tenga la seguridad de que nunca lo estarán, porque de lo contrario la cosa se desarma y deja de funcionar.
No pida más partidos, pida menos. Y ojalá el menos sea algún día menos de uno. Entonces, quizá, consiga representación.
Atte.
Mambrú (que en la guerra no se murió, por más esfuerzo que hizo)
Me divierten tus comentarios, Mambrú. Sí, el ideal sería que unos pocos sabios nos representaran a todos, sin partidos políticos; pero, como vivimos en este mundo menos que ideal, prefiero la política con más partidos y no con tanta gente que odia la política.
ResponderBorrarC
Insisto en que Mambrú debería tener un blog!
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