Un techo político para Chile
Una de las iniciativas sociales más exitosas de las últimas décadas ha sido “Un Techo Para Chile”. En otro capítulo vamos a considerarla en sí misma. Ahora nos interesa solamente observar que en la política también se necesita un techo para el país, una solidez de estructuras y de propósitos capaz de transmitir calor y seguridad al pueblo.
Más allá de explicaciones superficiales —que si se manipula al Monstruo, que si la oposición es débil, que si las primarias, que si la intervención electoral . . .—, las causas de fondo de la continuidad de la Concertación de Partidos por la Democracia pueden resumirse en que ha constituido un techo político para Chile.
Winston Churchil decía que “el político debe ser capaz de predecir lo que va a pasar mañana, el mes próximo y el año que viene, y de explicar después por qué no ha ocurrido”. Yo no soy político, pero reconozco que mantuve una cierta esperanza en que el Monstruo se rebelara contra sus domadores (ver “El Monstruo de la Quinta Vergara”), a pesar de ver con mis propios ojos como los partidos de oposición se sacaban sus propios ojos, con el correr de los años, desde el encumbrarse de Joaquín Lavín en 1999. Sin haber llegado al optimismo de predecir una victoria de la Alianza por Chile, siempre me limité a decir que la política es muy contingente y todo puede cambiar en pocos meses, semanas y aun días. Por eso, en los años de la euforia —cuando Joaquín Lavín tenía el 60% de las preferencias— yo parecía pesimista, recordando que todo podía darse vuelta. Por la misma razón, me consideraban optimista cuando, cayendo nuestro hombre fuera de serie en las encuestas, afirmaba yo que todavía podrían hacerse las cosas bien y ganar (y entonces vino Sebastián Piñera y terminó de hacerse todo mal).
El asunto es que ahora, como está claro por los capítulos precedentes, me encuentro en la fase de “explicar por qué no ha ocurrido” lo que podría haber sido: la victoria sobre este régimen que tanto daño le está haciendo a Chile.
Dejando de lado las explicaciones de superficie, pues, me aventuro a ésta: la Concertación de Partidos por la Democracia es un techo político para Chile. Para comprender esta metáfora concentrémonos en tres aspectos.
En primer lugar, la derecha política no gana porque ya ha vencido todas sus batallas históricas. Si se revisa la oposición antigua entre derecha e izquierda, se verá claramente que nadie sostiene hoy los programas sociales y económicos de la izquierda tradicional: igualitarismo absoluto, abolición de la propiedad privada de los medios de producción, revolución violenta para acceder al poder, subordinación de los individuos al Estado. Sí, de acuerdo: los principios siguen operando, de una manera sibilina y más peligrosa. El materialismo de fondo está ahí. La subordinación de la religión y de la moral a la economía y a la política no ha desaparecido. Por supuesto, todo esto es verdad, pero la izquierda ha hecho suyas —porque fue derrotada en la lucha histórica— las fórmulas de derecha, materialistas también: estricta propiedad privada, protección del individualismo, libertad de los mercados, orden macroeconómico, uso de medios pacíficos para obtener el poder, alianza y confusión con los capitalistas, interpretación liberal-burguesa de los derechos humanos. Y si la derecha ya ganó en la historia, ¿qué puede ofrecer ahora? ¿Por qué, además de ver honradas todas las banderas por las que ha luchado, había de quedarse también con el poder?
Brevemente: así como los proletarios, en su lucha de clases, no tenían nada que perder, ahora la derecha ya no tiene nada que ganar. La izquierda le ha dado en el gusto en casi todo, y lo seguirá haciendo con tal de retener el poder. Esta situación es una parte del techo político. En términos económicos, la izquierda gobierna para la derecha y esto significa la paz definitiva. En cambio, pensar en un gobierno de derecha, asediado continuamente por izquierdistas ávidos de poder, es como quedarse a la intemperie otra vez.
En segundo lugar, la derecha es incapaz de imitar a la izquierda en este ejercicio de transformación. La derecha ha sido siempre una santa alianza en defensa de menos santos intereses, con una ceguera sorprendente para la cuestión social, para las injusticias inherentes a la ideología liberal-capitalista. Los intentos de revertir esta situación —notables en la penetración de la UDI en las poblaciones— no son suficientes para la diferenciación política, ahora que existe un consenso mundial en la necesidad de erradicar la pobreza y de superar las desigualdades excesivas: el triunfo histórico de la izquierda.
En tercer lugar, el trabajo de la izquierda en los medios de comunicación, el arte y la cultura en general, ha ido moldeando una masa adicta a su discurso y domesticada por una nueva moral. El efecto es devastador en los políticos que, en lugar de ir por delante, trabajan obsesionados por las encuestas. En definitiva, se trata del techo político que la Concertación ofrece en materia de ideas y de sensibilidad colectiva.
La derecha no necesita ni cultura ni intelectuales, porque sus ideas ya han triunfado y porque la cultura y los intelectuales no producen dinero. La derecha, además, cultiva el desprecio de la política y el refugio en la vida privada. Sucede, por desgracia para ella, que los pueblos viven bajo el cielo de lo público, y solamente pueden gozar del calor y del cobijo bajo un techo construido fundamentalmente con ideas, con discursos y con una estructura social y cultural que dé cuerpo a esas ideas y a esos discursos. Este aspecto esencial de la concepción clásica de la política está en la izquierda, no en la derecha.
Necesitamos una alternativa política, no meramente técnica, a la Concertación, porque, aunque el apoliticismo puede atraer a la masa, jamás podrá entusiasmar a quienes trabajan para llegar a gobernar.
El espacio simbólico solamente se construye con ideales públicos: si faltan, estamos desnudos bajo el cielo oscuro y frío.
COS: tu pluma es buena, los comentarios también.
ResponderBorrarCon respecto a las ideas políticas que debiese defender la derecha me siento identificado con la crítica que haces. Soy un completo desilusionado de la política de derecha que pareciera haberse estancado durante largos años.
Hay cierto comportamiento político que vale la pena mencionar y que la DWtv ha venido mostrando las dos últimas semanas en el documental acerca de la muerte del populista holandés Pim Fortuyn. De izquierda, sin embargo comparado con la ultraderecha en su posición con los extranjeros inmigrantes, una muerte cuyas características remecieron el orden holandés. La inclusión de la muerte en la política, a la que el enemigo político de Fortuyn tampoco pudo eludur, Theo Van der Goes. Más allá de todo eso, el consenso holandés se vio remecido por una nueva forma de hacer política, por poner en duda la forma de enfrentar problemas, o simplemente enfrentarlos, que en este caso era el de extranjeros no occidentales. Llama la atención que un sociólogo sin tradición política haya podido hacerlo. La cuestión es encantamiento en la población holandesa, ese repensar de los temas que preocupan a la población, que por motivos de espacio no indicaré. Pareciera que nuestros políticos están conformes con este consenso nuestro, pero los problemas van a estallar de una manera estruendosa. Andrés S.