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domingo, julio 17, 2011

La derecha unida

Esta carta fue enviada a La Tercera hace tiempo, el 8 de abril.

No recuerdo si se publicó, pero profética era. Si no recuerdo mal, por entonces no entraba Allamand al gabinete, ni los viejos estandartes a la directiva UDI. Pero todavía falta algo, que entonces supuse que vendría: un ministro del interior.

Estoy pensando en cobrarle al gobierno por los consejos.



La derecha unida


 
Señor Director:

Por favor, no se ría con el título de la carta. Solamente quería recordarle que los caciques de la derecha habrían llegado al gobierno probablemente en 1999-2000, si no hubieran jugado el juego del canibalismo. Ahora podría repetirse la historia sangrienta y destructiva, y durar ellos en el gobierno menos de lo que podrían, solamente por darse el lujo de descuerarse por turnos rigurosos.

Sí, es verdad que la Concertación está tan mal que Sebastián Piñera podría proyectar a la Coalición por el Cambio, al menos por un período más, casi por inercia. Sin embargo, estoy convencido de que una coordinación política de alto nivel podría alcanzar incluso los 20 años del régimen pasado, y aun superarlos. Si el Presidente en persona encabezara esta instancia, que propongo, e incluyera por lo menos a estos pesos pesados: Pablo Longueira, Joaquín Lavín, Andrés Allamand, Jovino Novoa, Hernán Larraín, Carlos Larraín y Juan Antonio Coloma, más el Ministro del Interior de turno, su poder se consolidaría y se incrementaría a un ritmo pavoroso para la oposición. Me cuesta imaginar una máquina política más efectiva que todas estas personalidades actuando mancomunadamente.

La derecha, unida, jamás será vencida; pero, ¿estarán unidos, por ventura, los patrones alguna vez?


Cristóbal Orrego Sánchez

viernes, julio 15, 2011

Alianza desconcertada

Otra carta profética, no publicada.



Alianza desconcertada

Señor Director:

La Alianza por Chile está desconcertada. Primero, tiene un jefe de gabinete que, como bien ha observado Carlos Peña, ha dado tantos golpes erráticos que provoca risas: desde su manejo del caso de la Intendenta de Concepción hasta su reciente espectáculo a propósito de las bombas lacrimógenas. Enseguida, como con toda razón se queja Agustín Squella, resulta que la Alianza ahora quiere promover el dirigismo cultural con todo un Ministerio de la Cultura, al que tanto nos opusimos en su día los defensores de la sociedad libre. Finalmente, el gobierno impulsa en Chile lo que en España promovieron los socialistas: el matrimonio homosexual (lo del Acuerdo de Vida en Común es un subterfugio para avanzar hacia el matrimonio, como reconocen quienes entienden el debate, ), la absoluta prohibición de fumar en lugares públicos, el aumento de los organismos estatales.

Hago votos por que las pocas voces sensatas que quedan puedan hacerse oír y respetar. De lo contrario, ¿no será mejor promover otros referentes políticos, para quienes no estamos representados por los actuales?

Cristóbal Orrego Sánchez

jueves, julio 14, 2011

Matrimonio y sodomía

Carta inaceptable no publicada.


Matrimonio y sodomía

Señor Director:

Las propuestas de Carlos Larraín (regular todo tipo de pactos de convivencia sin referencia a los afectos y a la sexualidad de las partes) y de Antonio Bascuñán y otros (regular el matrimonio como una "licencia" del Estado para tener relaciones afectivas y sexuales con reconocimiento público, una "licencia" al servicio de la autoestima de los homosexuales) son muestra suficiente, en mi opinión, de que necesitamos un debate abierto y argumentado sobre el matrimonio como bien público: su naturaleza, sus fines objetivos, la justificación de que el Estado deba o no intervenir en esta materia. Si se sigue a Bascuñán, se discrimina a los convivientes que no quieren instrumentalizar al Estado para servir a sus necesidades de aprobación social y de autoestima, como los hermanos y otras personas mencionadas por Larraín. Si se le hace caso a éste, en cambio, se deja insatisfecho el más fuerte anhelo de los grupos de presión gay: obligar a todos los demás a que los consideremos públicamente como iguales, revirtiendo así el juicio moral tradicionalmente aceptado sobre los actos homosexuales.

En lo personal, estimo que una ley que pretendiera obligarnos a dar ese reconocimiento sería totalmente ilegítima en su objeto, precisamente porque la sodomía es un acto inmoral que, a lo más, podría ser tolerado entre adultos y en privado. La tolerancia de un asunto meramente privado entre adultos fue la justificación de su despenalización hace veinte años. Si era una falsedad estratégica, ¿no será mejor volver a penalizar esa conducta y meter a los homosexuales en el clóset otra vez? ¿Acaso no está ya claro que, al salir del clóset, han terminado por corromper la percepción social del matrimonio, causando un daño quizás irreparable?



Cristóbal Orrego Sánchez

Abogado

miércoles, julio 13, 2011

Encuestas y convicciones

Envié esta carta el 2 de junio. Las encuestas posteriores me confirman el precio de no tener convicciones.


Encuestas y convicciones

Señor Director:

La ministra Ena von Baer nos sorprende cuando afirma que "hay que escuchar a la gente, pero mantener las convicciones", y que el gobierno va a tomar las decisiones difíciles "por impopulares que sean, cuando son importantes para el país". Los ciudadanos externos al actual régimen —sin estar en la oposición todavía— hemos visto que hasta los ministros con convicciones más firmes, como Lavín y Larroulet, no son capaces de mantenerse firmes frente a los promotores del matrimonio homosexual, quienes han dejado meridianamente claro que el Acuerdo de Vida en Común no es una cuestión patrimonial, sino un reconocimiento de su legitimidad moral, y un avance hacia el matrimonio formal con la adopción de niños incluida.


La verdad es que nuestros máximos líderes han llegado al poder obsesionados con las encuestas, y así siguen actuando. Así que les propongo que dejen de engañarse a sí mismos. Desde el punto de vista estrictamente político, no existe una filosofía sólida que oriente al actual gobierno. Consecuentemente, el Presidente y sus ministros sacrifican su popularidad no en aras de convicciones inexistentes —no son mártires de sus principios—, sino simplemente por falta de pericia política y de seriedad para afrontar los asuntos.

Estoy seguro de que, si tuvieran el consejo de gente menos pragmática, tendrían mejores resultados.


Cristóbal Orrego Sánchez

Profesor de Derecho

Universidad de los Andes