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domingo, mayo 02, 2010

Gobierno . . . ¿rumbo claro?

El gobierno debe mostrar cambio de orientación, rumbo claro, y difícilmente lo logrará si nombra en puestos políticos a quienes continúan con la orientación cultural de la Concertación.

En la carta del pasado 24 de abril comienzo a insinuarlo. Un párrafo fue ligeramente editado, que decía:

Eso no lo hace infalible, y menos en el caso de las calumnias contra Jovino Novoa, respaldadas o bien recibidas, en su día, por personas del mismo sector político, alguno harto encumbrado hoy.

Para los desmemoriados, ese «alguno harto encumbrado hoy» es, y así lo entendió y recordó el Editor de El Mercurio, Sebastián Piñera.

Leed:

Cartas 
Sábado 24 de Abril de 2010 
Fallido nombramiento

Señor Director:

Una vez he estado con Mirko Macari. Más allá de las diferencias ideológicas, tuve la impresión de estar ante un profesional serio, inteligente y honesto. Eso no lo hace infalible, y menos en el caso de las calumnias contra Jovino Novoa, respaldadas o bien recibidas, en su día, por personas del mismo sector político. (Aquí va la coletilla demasiado larga, que hubo que editar).
Sin embargo, la historia de sus errores, por involuntarios que hayan sido, lo hacían poco apto para dirigir un diario oficialista. Si hubiera sido investigado en Google, nos hubiéramos evitado otro tropiezo en materia de nombramientos.
Los responsables de la búsqueda habrían descubierto, quizás, también algo más sabroso, como algunas de sus declaraciones sobre el candidato Sebastián Piñera: "Que Piñera pase la fórmula pa’ ser prófugo de la justicia con eficacia" (Macari en Twitter, 23 de septiembre de 2009); "Piñera no empatiza... televisivamente mal" (ibídem); "Piñera es dueño de la Clínica Las Condes ¿y dice que la salud está mal?" (ibídem).
Cristóbal Orrego Sánchez

domingo, marzo 15, 2009

Salvemos Vitacura (y a la Alianza)

El plebiscito de hoy en Vitacura puede significar un punto de inflexión en el camino ascendente de la Alianza por Chile. Hacia abajo, hacia el desencanto de los conservadores, que pueden terminar absteniéndose de votar Sebastián Piñera. Y no me refiero solamente a los miles de vecinos que hoy votarán por el NO, que quizás serán derrotados.
A veces, un movimiento milimétrico en un rincón de un puesto de retaguardia provoca, como de rebote, efectos insospechados en todo un ejército. El cuento de la guerra perdida por un mensajero que perdió un caballo porque perdió una herradura por perder un clavo . . . es el cuento de nuestra política de derechas.
Recordad el famoso “naranjazo” de 1964. En la elección complementaria para sustituir al difunto Óscar Naranjo, diputado socialista por Curicó, fue elegido su hijo homónimo, con el 40% de los votos. Entonces asistimos a un caso típico de análisis político de la derecha tradicional, de esa a la que, como al Presidente de la UDI, no le gusta recibir críticas “de los nuestros”. Su análisis “racional” está gobernado por el temor y por el pragmatismo a la vez. ¡Qué combinación tan poco feliz!
La derecha, aterrada, creyó que el pueblo era ya casi socialista, que elegiría a Allende, a menos que todos, todos, disciplinadamente, se unieran bajo el nuevo candidato ungido como el “del sector”. Había que votar por el famoso y nunca suficientemente venerado “mal menor”, que era don Eduardo Frei Montalva. A nadie se le ocurrió pensar que el pueblo chileno hubiera votado influido por otras consideraciones, como que el justo sucesor del diputado Naranjo debiera ser su hijo, el del mismo nombre, a quien todos compadecían por la sensible pérdida.
Mi punto, ahora, es que un pequeño acontecimiento comunal, el “naranjazo”, cambió la historia para peor. Pero no por azar, sino porque la derecha reaccionó mal.
En Vitacura, hoy, puede suceder algo parecido.
Se ha trabado una contienda desigual con ocasión de un cambio propuesto a las normas de edificación. Sobre la cuestión de fondo, arquitectónica y urbanística, tanto los arquitectos como los vecinos se hallan divididos. Yo he compartido siempre la visión urbanística conservadora, contraria a la depredación liberal del espacio público, que es un bien común. Sin embargo, esta opinión mía sobre cuestiones urbanísticas es poco importante al lado de la interpretación política de este plebiscito.
Si la Municipalidad gana, será un triunfo de la alianza entre el poder político —en este caso, de la derecha— y los intereses económicos de las inmobiliarias. Así está planteado el asunto: los vecinos débiles y de sentido humanista —nada menos que Cristián Warnken los avala— en una lucha desigual contra los poderosos, contra el poder político y el capital codicioso.
Todos los que han seguido este debate por la prensa han podido constatar que la Municipalidad, lejos de exhibir imparcialidad entre los vecinos, ha hecho campaña con desproporción de medios económicos y propagandísticos. Incluso algunos han escrito cartas que han llegado a insultar a los disidentes, como, otra vez, al señor Warnken. Ya el colmo fue una carta a nuestro Director que sostenía que, aunque aumentara la densidad poblacional con los edificios más altos, en fin, no iba a cambiar la tendencia demográfica de la comuna. (Igual agradecí esa humorada, porque uno necesita reírse un poco en las mañanas, y eso de que la densidad de la población aumente mientras disminuye la población total, sí, me hizo gracia, qué quieren que les diga).
Les cuento, por transparencia, que soy amigo de una de las familias que lucha con denuedo contra la Municipalidad. Por eso, estoy mejor informado de todas las artimañas del poder político y económico contra los vecinos. Esto no significa nada respecto de mi opinión urbanística, ni política, que la tengo desde mucho antes de conocer a Rodolfo Terrazas, a quien apreciaría igual que ahora si opinara todo lo contrario. No soy de los que forma sus opiniones políticas de acuerdo con el qué dirán de sus amistades, como bien saben mis mejores amigos. Si fuera tan deleznable mentalmente, tendría que ser de izquierda y de derecha a la vez, y la verdad es que no estoy dispuesto a ser democratacristiano.
El asunto aquí es otro, netamente político. Yo querría que la Alianza por Chile llegase a La Moneda cuanto antes. A diferencia del finado Hermógenes, no tengo ninguna objeción contra el actual candidato presidencial en sí mismo considerado. Por eso me preocupa que un detalle, el desigual plebiscito en Vitacura, termine remachando en las conciencias de todos, incluso de los conservadores, que la coalición opositora es una alianza por el poder y por el dinero, y nada más.
¡Qué entusiasmante!

domingo, marzo 08, 2009

Los hijos de Stalin y la deshonestidad burguesa

Uno de los grandes consuelos de un archiconservador reside en ver un grupo político que se mantiene inamovible. Y no solamente en sus principios, que ya sería de agradecer, sino también en sus conclusiones más elementales y en sus métodos. Desde Cuba nos llega una de esas noticias que confirman la solidez histórica del gran partido totalitario.

Uno pensaba que se habían terminado las purgas estalinianas, pero, ay, qué alivio, todavía subsisten, todavía quedan gentes con principios totalitarios vivos.

¡Qué consuelo, en medio de tantos que truecan sus raíces cristianas por un plato de lentejas!

La anécdota es sencilla. Carlos Lage y Felipe Pérez, ex Vicepresidente y ex Canciller, fueron destituidos por Raúl Castro, acusados de ambición y de conductas indebidas. ¿Qué pecados exactamente? No lo sabemos, porque la Revolución es muy caritativa con quienes la han servido por décadas. Quizás ambicionaban ejercer el poder durante cincuenta años . . . No, no, eso no puede ser pecado, si Fidel y Raúl lo hacen. Quizás sus “conductas indebidas” . . . No, no quiero ni pensarlo, porque Fidel y Raúl . . .

Lo más reconfortante de este elegante proceso es que los acusados no se defendieron. Dieron así un ejemplo de entereza a los viles burgueses, los no comunistas, que suelen patalear, heridos, cuando les enrostran algún error. ¡No, señores, faltaba más! Los compañeros Carlos y Felipe reconocieron sus miserias en sendas cartas publicadas en Granma, el periódico por medio del cual se ejercita ordenadamente la libertad de prensa en la Isla.

Mirad qué humildad: “Reconozco los errores cometidos y asumo la responsabilidad”, afirmó Lage. “Considero que fue justo y profundo el análisis realizado en la pasada reunión del Buró Político”. Y el ex Canciller: “Reconozco plenamente que cometí errores, que fueron analizados ampliamente en dicha reunión”.

Y renunciaron a todo. Salvaron su honra revolucionaria; quizás, la libertad; en una de esas, aun la vida.

Y los chilenos que contribuyen al ascenso del Partido Comunista son la comparsa del movimiento totalitario.

Sí, compatriotas, el Partido Comunista es el representante vivo de la experiencia totalitaria: una ignominia para la Humanidad. 

Ante este hecho macizo, nuestros políticos y nuestros intelectuales laboran en vano por construir argumentos que justifiquen la complicidad de los defensores de la sociedad libre, especialmente si son cristianos, con el progreso del comunismo. Y no es aceptable ninguna estratagema de sofistas resabiados que conceda al Partido Comunista lo que no se concedería, en las mismas circunstancias, al Partido Nacionalsocialista.

Yo entiendo que, durante el primer tercio del siglo XX, los burgueses trataran a los partidos totalitarios como si fueran dignos de participar en el diálogo político. Solamente algunos espíritus preclaros, como Romano Guardini, vieron que a los nazis y a los comunistas había que combatirlos sin ambages. C. S. Lewis incluso denunció la trampa moral de detenerse a pensar cuál de los dos movimientos totalitarios sería el peor. Así se resbalaba por la pendiente interminable de “optar por el mal menor”. Se terminaba en la complicidad con uno de los dos sistemas.

Comprensión para los ingenuos del comienzo, bien, concedida. Pero después del completo desvelamiento de los horrores totalitarios y de sus raíces ideológicas, esa actitud cómplice no admite ni siquiera una mirada de disculpa. Me remito a las obras ya antiguas de Raymond Aron, Hannah Arendt y Karl Popper. Sugiero la lectura —se lee como una novela, con todo rigurosamente documentado— de Richard Overy: “Dictadores”. Me uno a la reflexión de Alain Besançon en “A Century of Horrors”, que denuncia la asimetría de la memoria colectiva sobre estos gemelos del mal. Al mismo tiempo que todos se pronuncian contra el nazismo a la menor muestra de presencia pública, como un obispo cismático que niega el Holocausto o el funeral de Miguel Serrano, el comunismo genocida goza de una amnesia y de una amnistía casi unánimes, no solamente de parte de los que todavía lo apoyan —una inmoralidad incomprensible—, sino también de quienes han sido sus enemigos y aun de sus víctimas.

De manera que no se discute acerca de acoger en la mesa a nuestros adversarios civilizados, sino sobre si facilitar o no que un enemigo de la civilización vuelva por sus fueros.

Todavía no encuentro al intelectual coherente que propicie similar apoyo para los neo-nazis.

Y los políticos que actualmente dudan, particularmente los democratacristianos, exhiben solamente oportunismo e hipocresía. Si fueran sinceras sus razones de principio en esta materia, no habrían pasado veinte años sin pactar con los hijos de Stalin.


domingo, octubre 19, 2008

Ambiciones grandes, audacia pequeña


El resumen de la campaña electoral para las elecciones de alcaldes y concejales en Chile viene a ser el de siempre: se despolitiza ante las masas; se interpreta políticamente ante las élites.

La coalición de izquierda que nos gobierna puede, así, conservar, conservar, conservar por inercia sus bastiones de poder, la mayoría de sus municipios, a fuerza de ocultar casi por entero los vínculos ideológicos y simbólicos entre lo local y lo nacional. Reitero: no en la realidad de las cosas, sino en la imaginación, en la visión grandiosa que se despliega ante las masas, que viven y lloran y mueren manipuladas desde y para siempre.

La ambiciosa arremetida desde la Alianza por Chile, la derecha, a su turno, intenta crecer más allá de las orillas de su propio mar, de su bañera mejor dicho, eternamente minoritaria, encerrada en el autoengaño perpetuo típico de las oligarquías burguesas. A lo más que se atreven es a usar las imágenes de sus grandes líderes para identificar con alguna marca a esos candidatos pequeños, que casi nadie conoce. Así se repite por todas partes la foto de los alcaldes de derecha, ya conocidos y bien probados y votados, junto a los nuevos políticos, que entran recién, animosos, a la arena. Se reproduce, sobre todo, la imagen de Sebastián Piñera, de Pablo Longueira, de gente así de famosa en la derecha o de centro-derecha, como suelen decir con vergüenza de ser lo que la geometría los condena a ser: ¡de derechas! No se atreven, en cambio, a politizar del todo la campaña: siempre va por delante en cálculo milimétrico, la percepción chata de los expertos en mercadeo y en propaganda, es decir, de los que han perdido siempre.

El truco es muy sencillo. Durante la campaña, se apela a los intereses cotidianos de los votantes, que son, a su vez, una exigua minoría de los ciudadanos. Se borran las diferencias ideológicas, para mover los resortes de la imaginación y del sentimiento, de la simpatía. Así parece como que no está en juego la lucha sin cuartel entre los que ya son dueños del poder, unos de algo más que los otros pero todos nerviosos por no perder el que ya tienen. Así parece como que las ideologías no importan, sino las realizaciones objetivas, materiales, mensurables. Así se difunde esa sensación realmente asquerosa de que es de mal gusto adherir a una persona por lo que piensa, es decir, por sus principios políticos. Mas llegará la emocionante jornada cívica, es decir, el rito de la minoría democrática inscrita en los registros electorales para decidir, democráticamente, el destino de la mayoría amorfa y desinteresada de sus conciudadanos. Y, a la sombra de la noche, con los primeros cómputos, todos sin excepción se quitarán esa máscara apolítica, mentirosamente abierta, y comenzarán a defender que ha ganado su respectiva ideología, su grupúsculo, su exitosa coalición de gobierno o de oposición.

El rito es siempre el mismo. Los bufones del régimen, que por algo dominan el aparato comunicador del Estado, explicarán, como profesores de kindergarten, lo que ya sabemos: que ellos son mayoría; que los votos totales, el número de alcaldes, la caterva de concejales, siguen siendo superiores a los de la derecha (así: “la derecha”, nada de usar el nombre de la Alianza por Chile, nada de dignificar al enemigo). Muy pocos advertirán que ese éxito prueba una sola cosa: más poder manipulador, máxima sagacidad para ocultar los lazos entre la corrupción central, que crece de manera incontrolada, y el pequeño pillaje local, que a nadie le importa demasiado. (Una encuesta reciente advierte que los electores esperan de sus alcaldes electos, por sobre todas las cosas, que sean honestos; se trata de un deseo que pone el dedo en la llaga, pero nadie está dispuesto a pintarse la cara de otro color político solamente porque el cacique está robando: la corrupción no le importa a nadie). Y la Alianza por Chile hará un ejercicio parecido, como minoría que avanza. Mostrará que se acorta la brecha entre las dos coaliciones, que ya no queda casi nada para que los indecisos y los indignados (muchos y pocos, respectivamente) le den la patada de despedida al régimen de la Concertación de Partidos por el Poder.

Nada de esto, sin embargo, será suficiente para liberarnos de tanta impericia en La Moneda, salvo que la crisis financiera, que recién comienza, cause estragos durante el 2009 a los bolsillos de quienes votan.

La razón es muy sencilla: a Sebastián Piñera y a los suyos les sobra ambición y les falta audacia. Sí, estimados lectores, por desgracia es un hecho que el candidato de derecha se mueve como conteniendo la respiración y chorreando saliva ante la vista del poder, que, como un suculento helado, se derrite ante su boca. La ambición es, por ahora, más visible que su capacidad para gobernar, de la que yo jamás he dudado ni un minuto; es más notoria que el respaldo de los equipos técnicos, intelectuales, profesionales, políticos, sociales, deportivos, culturales, con que cuenta la Alianza por Chile: por cada funcionario de la Concertación, la Alianza puede nombrar cuatro o cinco igualmente capaces, pero no se notan. Y el pueblo que vota necesita ver algo más que la gran ambición de un hombre inmensamente rico: necesita mística, sentido de misión, indignación moral, optimismo, sueños de un futuro mejor, ansias de desarmar la máquina de poder que se nos ha enquistado en la carne misma de la administración pública. Mostrar todo eso era una exigencia de una campaña municipal concebida como un peldaño de la escalera hacia La Moneda. Pero faltó audacia. Se insistió en trabajar con una politización mediana, bajo el pretexto de que a la gente no le gustan las peleas políticas.

¡Qué detalle! Porque solamente tras una buena refriega lograremos que nuestros amigos de la izquierda suelten la ubre del Estado. Y había que azuzar a los electores, sin pensar que los inscritos, que van ritualmente a votar, son apolíticos. Faltó audacia.

domingo, agosto 10, 2008

Rocco Buttiglione y el Innombrable

Asistí al encuentro Católicos y Política en la Universidad Católica, convocado por la Pastoral UC y el movimiento Muévete Chile.

Abrió los fuegos un discurso breve y sustancial de Salvador Salazar, por Muévete Chile, que yo firmo en todas sus letras: los laicos cristianos deben prepararse para, y estar dispuestos a, desempeñar cargos políticos; al hacerlo, aun gozando de gran libertad, deben respetar y defender ciertos principios no negociables, como la vida humana desde la concepción hasta la muerte natural, la familia fundada en el matrimonio entre un varón y una mujer, la libertad de enseñanza, la solidaridad y el bien común.

Después vino una conferencia simpática, ingeniosa, bien salpicada de anécdotas clericales, del invitado de honor, don Rocco Buttiglione. Demasiado larga, para mi gusto, quizás porque me obligó a irme antes, a la hora de las preguntas, tras más de dos horas de permanecer en el lugar.

Finalmente, Ricardo Claro —uno de los hombres de negocios más exitosos de nuestro país— nos brindó una visión idealizada del empresario, en cuanto distinto del especulador —no, no mencionó a nadie por su nombre— y de quien lucra con negocios ilícitos. La visión era tan alta —como la de los caballeros andantes que tenía el hombre de La Mancha—, tan sublime, que me imagino que al pobre don Ricardo le debe de costar entender por qué la mayoría de la población, esa mayoría relativamente pobre y nada de emprendedora, odia a los empresarios.

Yo podría explicárselo algún día.

A la hora de las preguntas, llamó nuestra atención la de un joven que se identificó a la vez como seguidor de Comunión y Liberación y de la Democracia Cristiana, dos movimientos sociales diferentes, uno eclesial, político el otro. El joven era, aparentemente, un converso reciente a la Persona de Jesucristo. Preguntó cómo rescatar este núcleo esencial y no perderlo en una serie de verdades abstractas o valores. En efecto, me permito añadir que «la fe cristiana no es una “religión del Libro”. El cristianismo es la religión de la “Palabra” de Dios, “no de un verbo escrito y mudo, sino del Verbo encarnado y vivo” (San Bernardo, hom. miss. 4,11)» (Catecismo de la Iglesia católica 108). En el mismo sentido, el Papa Benedicto XVI recuerda que el cristianismo es seguir a una Persona, no un código moral: no es un moralismo. La respuesta de Buttiglione fue en esta línea, comprensiva, inteligente y certera: aunque la premisa es correcta, no se debe contraponer el seguimiento de la Persona al seguimiento de los valores, porque Jesucristo es el Valor. Yo añadiría lo siguiente: si el seguimiento y el encuentro con la Persona de Cristo sirviera de tapadera o de excusa para no dar importancia al contenido de la verdad que Él proclama o a las exigencias éticas de su amor —así sucede ahora, por desgracia, entre multitud de cristianos de sentimiento, de piel eléctrica y nada más—, querría decir que Él no es la Verdad ni el Camino, y que en vano llevó a su máxima cumbre las exigencias éticas de la Alianza con YHWH.

Mas permitidme ahora un comentario político contingente. Mirad que es bueno que entre los católicos se note el pluralismo.

La visita de don Rocco ha sido una delicia demócratacristiana clásica: buenos principios, malos finales.

Los principios, procedentes de un amigo personal de Juan Pablo II, fueron, desde luego, hermosos: la verdad, el amor, la paz, la apelación a la conciencia del hombre, incluso a la conciencia de ese otro que es un tirano.

Luego vino la retahíla de lugares comunes democristianos, ñoños, plagados de silencios.

Rocco trazó varias veces un paralelismo entre la lucha de los cristianos contra el comunismo en Polonia y otra lucha que, al parecer, los cristianos como él llevaron a cabo en Chile. Él habló de esos “años difíciles” en nuestra patria, los años de la lucha por recuperar la democracia.

¡Craso error, señor Buttiglione!

Da a entender que los cristianos en Chile estuvieron todos de un solo lado político, cosa absolutamente falsa tanto por lo que respecta a los católicos como por lo que a los evangélicos se refiere. Pinochet y la mayoría de sus partidarios fueron y son cristianos, y lucharon por liberar a este país del comunismo, recurriendo al legítimo derecho de rebelión contra una tiranía encaminada al totalitarismo. Así lo afirmaron en su día sus amigos demócratacristianos, que corrieron azuzando el golpe y, después, salivando por ver si les caía rápidamente la penosa carga del poder sobre sus hombros heroicos.

Y hasta el último momento del régimen constitucional de Pinochet, los católicos gozaron de la más absoluta libertad para militar en el gobierno o contra el gobierno, siempre con una acción encaminada al bien común, según los dictados de su recta conciencia. Por eso, en esos años no avanzó la ley del divorcio, que los demócratacristianos promovieron en Chile igual que en Italia; por eso se reconoció el derecho a la vida del que está por nacer, que la coalición de izquierda hoy amaga; por eso, católicos como Jaime Guzmán y Hermógenes Pérez de Arce, firmes partidarios del régimen, hicieron cuanto estuvo de su parte para evitar los abusos de poder de parte de ciertos organismos represores.

Rocco se permitió alabar a esos dos comunistas con conciencia que permitieron la transición pacífica desde el comunismo a otra cosa, en Polonia y en Rusia: Jaruzelsky y Gorbachov. En cambio, al parecer en Chile todas las conciencias estaban junto a la DC.

Así que la reunión con los jóvenes, que parecía abierta y pluralista en lo político y en lo eclesiástico, adquirió ese aire de aquí todos somos demócratacristianos —gente buena y bien católica—, aquí estamos los que luchamos por la democracia contra la dictadura, y, si alguna referencia espiritual hubo, fue a un grupo religioso-político (Comunión y Liberación), que debe de ser funcional a la DC, pero que a los católicos anticlericales nos desconcierta, nos molesta incluso.

En todo lo demás, caridad. Caritas omnia suffert!

domingo, abril 06, 2008

Good News: ¡Descanso como Columnista de El Mercurio!

Un comentario, un anticipo de El Mercurio del domingo 6.

Verán que llegan rostros nuevos a la sección de columnistas de Reportajes. Quedan como autores semanales solamente uno de izquierda, Carlos Peña, y otro de derecha, Joe Black.

¡No! ¡Yo no soy Joe Black! ¡Córtenla de una vez con las preguntas!

Ask me no more! (Mejor no les digo de dónde viene esto. Autocensura).

Los columnistas nuevos y yo escribiremos con diversa periodicidad. Eso me permitirá descansar y estar más al día con este Bajo la Lupa. Mis cálculos son que este blog es más leído que El Mercurio —quiero decir, que mis disparates en El Mercurio—, así que es una buena noticia para ustedes y para mí.

Claro que un amigo me dice que se trata solamente de un paso hacia mi expulsión del diario Decano.

Estoy dispuesto.

No soy una diva.

Sé que no le gusto a mucha gente.

Desde el primer momento he escrito consciente de que deberían echarme por incompetente. Me resisto a adaptarme al estilo en boga entre los opinólogos de Chile.

Sin embargo, me encanta escribir en el diario, así que hagan fuerza mental —¡recen!— para que dure un par de meses más por lo menos.

Aunque igual siento la llamada de la selva, la tentación de volver a recluirme en escritos serios, puramente académicos. Por ahora, resisto.