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domingo, junio 13, 2010

Aquí y en Burundí

Un político chileno dijo alguna vez que cierto movimiento de aguas era un "maremoto" en todas partes: "aquí y en Burundí", dijo, con particular acierto, si tenemos en cuenta que ese país africano no tiene mar, aunque podría tener un "lagomoto" con las aguas del gran lago Tanganica. De todos modos, pienso que los lagos no son capaces de conmover un país pequeño, al menos como lo haría un marepoto (perdón, Sebastián).

La pena es que nuestro cura buena honda (perdonen la falta de ortografía) se nos ha ido a Burundí, lo que resulta una injusticia tremenda. En Chile ya no es posible destruir la fe del pueblo; da igual cuántas tonterías se le añadan; el desastre está consumado a vista y paciencia de quienes deberían haberle puesto remedio. En Burundí, por el contrario, es mucho el daño que se puede hacer todavía. El padrecito debió quedarse en Chile.

Aquí (quiero decir, en Chile) y en Burundí es destruir la unidad de la Iglesia predicar contra lo que ella enseña; dividirla según categorías políticas, que es lo que hizo el desgraciado al pretender que la Iglesia de Santiago se dividiría si tuviera un obispo que trabajó con el gobierno militar (lean esto al revés: la unidad de la Iglesia depende de un consenso de sus fieles, especialmente de sus clérigos, en materia política); reducir la vocación cristiana, ese compromiso total con Jesucristo que no admite separar la moral social de la moral personal, a un mero moralismo sociocultural y sentimental (es curioso que el pobrecillo acuse a esos sacerdotes que difunden la moral completa de obsesionarse con la moral sexual, cuando es él quien impone duramente la ética social —la suya— y se obsesiona con los efluvios de la carne para tragárselos todos sin chistar); poner al Papa Benedicto XVI contra Juan Pablo II, cuando aquél fue elegido precisamente por lo fiel que le fue a éste; y después posar de pobre y humilde, cuando es el halagador de las malas conciencias de la burguesía, que se siente acogida en su vida escandalosa por los buenos sentimientos que genera ayudar a los pobres.

Mas quizás Burundí le haga bien a su alma. Quizás descubra que el condón es, después de todo, el método más rápido de difusión del SIDA en el África, como ha dicho el Papa, y ha confirmado Edward Green, el experto de Harvard en el tema. O quizás no encuentre demasiadas viejas ansiosas de que les diga que lo suyo no es pecado. O quizás termina de convencerse de que un sacerdocio así, contra la Iglesia, no vale la pena, y nos deja a todos en paz, viviendo como un buen señor con una buena señora y hartos negritos frutos del amor. Sería fantástico. El amor siempre es lo mejor para todos. (Algunos pensarán que no es bueno desear que un cura deje de serlo; pero, si no fuera bueno, tampoco sería bueno desearlo en el caso de los curas pedófilos y de otros justamente apartados de su ministerio, aunque quizás tardíamente. Así que con toda claridad de conciencia he llegado a desear que también emprendan otros rumbos quienes destruyen la unidad de la Iglesia desde la protección increíble que les proporciona el estado clerical).

Los obispos y, entre ellos, el Papa, seguramente se preguntarán, ante estos casos —porque el mundo católico está lleno de cbh: el nuestro es solamente uno, el más humilde de todos ellos—, si no habrá llegado la hora de actuar con esa firmeza que faltó en todos los temas (Juan Pablo II se preguntaba, hacia el final de su vida, con auténtico sentido de responsabilidad, si acaso no había fallado él mismo en no combatir con más rigor el mal dentro de la Iglesia). Fueron necesarias las mareas de sacerdotes impuros para que los guardianes de la fe se atrevieran a activar las máquinas del derecho canónico, de la dureza en la represión de los corruptores. Mas es seguro, porque no son tontos, que pueden ver el vínculo entre el debilitamiento de la fe y el fortalecimiento de la tolerancia de esos males espantosos contra los niños.

Los laicos pedimos solamente que se extienda el rigor en todas las direcciones. Que no dejen en paz a estos curas que corrompen las conciencias, como esperamos que no dejarán en paz a los que corrompen a los niños.

Los obispos tienen la palabra.


domingo, mayo 23, 2010

El Padrecito

Un amigo me envía a Inglaterra —para hacerme sufrir— un artículo desgraciado, de un cura que debe de estar acercándose al término de su vocación sacerdotal, con tantas sandeces sobre la Iglesia, el Papa, el Concilio Vaticano II . . ., y con cuanto de mierda se puede acumular en una sola página, tanto que me he sentido impelido a responder. 

Como esta especie de gusano clerical existe en todo el mundo hispanohablante y más allá, voy a dejar en el anonimato al cura buena honda (con h). En realidad, qué nos importa quién lo haya dicho, si podemos usar de su mal paso para refutar el error y la frivolidad. 

Mi respuesta es suficiente para ver la profundidad de la tontería humana hecha cura.

Leed:


El Padre X


Aprovechando el horror de los abusos sexuales, el padre X repite sus consignas liberales. Son todas falsas. 

No es verdad que la Iglesia católica se haya alejado del Concilio Vaticano II por oponerse a la anticoncepción en "Humanae Vitae". Por el contrario, todos los Papas, incluidos Juan Pablo II y Benedicto XVI, para aplicar el Concilio han confirmado la doctrina matrimonial católica. El alejamiento de los católicos de la moral matrimonial se debe, en buena medida, a que muchos sacerdotes dejaron de cumplir su misión de ser sal y de ser luz. Los frutos son de todos conocidos: más crisis matrimoniales, más relajamiento de las costumbres entre los jóvenes —algo profetizado por Pablo VI en la citada encíclica—, condescendencia cómplice con graves pecados como la conducta homosexual y otros. 

Tampoco es verdad que la doctrina social católica se haya centrado de manera "casi obsesiva" sobre la moral sexual. La obsesión está en quienes querrían ver bendecidas por el Magisterio las desviaciones que ellos predican, o bendicen, o sobre las que callan con falsa caridad. No sucederá. Lo que sí está sucediendo es que la Iglesia une cada vez más fuertemente los asuntos sociales con la defensa de la vida humana y de la identidad del matrimonio y de la familia. La fe católica es un todo indisoluble. No cabe justicia social sin moral sexual, ni viceversa. 

Aunque es verdad que subsiste cierto clericalismo, como dice el padre (él sabe de esto más que yo), este vicio no tiene nada tiene que ver con la indumentaria de los sacerdotes, como el pobre curita cree. El Papa y todos los sacerdotes que siguen su ejemplo manifiestan, mediante el traje sacerdotal, su especial identidad, que nunca les ha separado de los fieles. Basta ver las multitudes de jóvenes que los siguen en busca de Cristo.

Por último, aunque es verdad que los católicos esperamos un cambio, no es el que el padrecito insinúa. Él querría, junto con los vejestorios que van quedando de la moda sesentera posconciliar, que la Iglesia católica cediera a todas las presiones del desbande políticamente correcto. Nosotros queremos, junto con los jóvenes católicos que siguen al Papa, que se siga aplicando el Concilio Vaticano II en continuidad con la tradición católica. Y que la intransigencia que justamente se ha mostrado contra los sacerdotes pederastas se extienda también contra los que dañan a los fieles con su mala doctrina y con su crítica destructiva.



Cristóbal Orrego Sánchez 

jueves, abril 01, 2010

Grandes Inquisidores: Carlos, Felipe y Yo

Uno de los efectos saludables e increíbles de la crisis de lapedofilia es que Carlos Peña y Felipe Berríos se han unido a la manodura y la tolerancia cero de Benedicto XVI en un asunto de moral sexual. Quizás la pedofilia ha terminado de ser el último reducto dela intolerancia transversalmente compartida.
Sin embargo, los dos sequedan cortos en sus respectivas propuestas.

Carlos Peña afirma que la ciudadanía —también los no creyentes— tienederecho a exigir rigor a la Iglesia en la protección de los niños. De acuerdo, pero se ha de ir más allá, porque todos los niños merecen lamisma protección, sin discriminación por cuenta del tipo de institución que los educa.
Sería un error concentrarse de manera especial en la Iglesia, pues sabemos que los delitos de pedofilia cometidos por eclesiásticos son una ínfima minoría del total, aun siendo individualmente más graves por cometerlos sacerdotes. El Estado incurriría en falta e injusticia contra la mayoría de los niños, que noestudian en colegios católicos, si no pusiera igual celo y rigor en protegerlos de los depredadores laicos.
Porque la mayoría de los depravados sexuales son laicos.
El columnista también se queda corto al ignorar que el 60% de los sacerdotes implicados en casos mal llamados de pedofilia eran, simplemente, homosexuales atraídos por adolescentes (efebofilia homosexual).
La Iglesia ya ha tomado cartasen el asunto, prohibiendo la admisión de homosexuales al sacerdocio; pero, ¿qué puede hacer "la ciudadanía laica" a este respecto, con los homosexuales en colegios, piscinas, buses escolares, hospitales para niños, etc.?

Felipe Berríos, por su parte, identifica el terremoto en la Iglesia con la pedofilia, y propone abrir una investigación amplia de todas las diócesis y congregaciones en Chile. Él promotor de la más amplia tolerancia y comprensión en otras materias, ahora emerge como Gran Inquisidor.
Pero yo soy más Gran Inquisidor que él. A Inquisidor, el CBH no me la gana. Pues él también se queda corto. Los casos de pedofilia son la punta del témpano, pero no debemos seguir manteniendo en secreto la raíz: la mala teología y la praxis perversa de quienes por décadas han promovido la violencia, por una parte, y la liberación sexual, por otra.
Se trata de una crisis de fe muyprofunda.
Por eso, si se ha de aprovechar la oportunidad para purificar a la Iglesia, como Felipe y yo y el Papa queremos, pienso que se ha de realizar una investigación más amplia, dirigida por obispos valientes y totalmente fieles al Papa, que se atrevan a pararles los pies también a los sacerdotes que, sin ser pedófilos, se han contaminado con la lucha de clases y han combatido solapada o abiertamente la doctrina católica sobre la moral sexual.
A ver quién se atreve.

jueves, marzo 18, 2010

Razonamiento católico contra banalidad clerical

Hoy en El Mercurio:

Cartas 
Jueves 18 de Marzo de 2010 
Dios y el terremoto

Señor Director:

Hemos leído la opinión de dos conocidos sacerdotes sobre el terremoto. Ambos sostienen que Dios no tiene nada que ver con el desastre que nos asoló. Que éste se explica por causas físicas que la ciencia puede establecer. Uno de ellos llega a decir que “Dios no tiene nada que ver con esto. Él no envía este tipo de cosas, porque si hiciera eso, yo por lo menos no le habría entregado ni un segundo de mi vida. Porque ése sería un Dios castigador, enjuiciador, horrible, un monstruo de Dios, y eso al final termina siendo una caricatura, y Él no es así. El Dios que se nos ha revelado en Jesucristo es el del amor, el de la misericordia, el que nos perdona, el que está con nosotros y vive con nosotros”.
Hablaré como católico, desde la fe, debido a la condición de sacerdotes que tienen los autores de las opiniones que comento.
Sin lugar a dudas, en los caminos de Dios hay misterios difíciles de entender, pero más allá de eso, me parece que la fe nos enseña que nada hay que escape al sabio gobierno divino. Precisamente, un Dios al que se le “escapan cosas” del mundo pareciera no ser Dios. Me parece que, misterio de por medio, aun en estos desastres deberíamos poder ver la mano amorosa de Dios.
El Credo que proclama la fe católica dice sobre Jesucristo: “Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos”. Pareciera que, según esto, no hay oposición entre un Dios Amor y un Dios que juzga. Tampoco pareciera haberla entre un Dios Amor y un Dios que castiga. Juzgar y castigar, junto con otras, por supuesto, parecieran ser también tareas de un padre amoroso. No estoy sugiriendo con esto que el terremoto haya sido un castigo debido a culpas nuestras que podamos determinar. Eso Dios lo sabe, no nosotros. Lo que sí creo es que, más que sacar a Dios de en medio, lo que debemos hacer es intentar leer con los ojos de la fe el significado que el terremoto pueda tener en el orden de la Providencia divina, aun cuando no lleguemos nunca a develar el misterio.
José Luis Widow
Universidad Adolfo Ibáñez

miércoles, marzo 17, 2010

Cura Buena Honda exculpa a Dios del Terremoto: tierno . . .

Me van a perdonar, pero llevo sangre anticlerical en las venas. Vamos a ejercer de vez en cuando el deber y el derecho de opinar sobre las tonterías que algunos buenos curas hacen circular en público, a ver si cuidan más la lengua. Vamos a personificarlos solamente en el CBH o Cura Buena Honda, y siempre, a cada uno, para no herir ni difamar, lo voy a ningunear, como hacía Gonzalo Vial, para que nos centremos en el argumento y no en la persona.

Leed al CBH, consolador de mujeres sensibles:

-¿Y qué sucede con la fe? En momentos tan trágicos parece siempre peligrar entre algunas personas. ¿Qué se les dice a ellas?
“Es muy difícil esta pregunta, porque mucha gente se la cuestiona y seriamente; ‘¿por qué Dios nos mandó esto? ¿Por qué a mí? ¿Dónde estaba Dios en ese momento del terremoto y del tsunami?’. Y son preguntas que naturales, pero es precisamente ahí que la fe nos ayuda a entender que, en primer lugar, Dios no tiene nada que ver con esto. Él no envía este tipo de cosas, porque si hiciera eso, yo por lo menos, no le habría entregado ni un segundo de mi vida. Porque ese sería un Dios castigador, enjuiciador, horrible, un monstruo de Dios, y eso al final termina siendo una caricatura, y Él no es así. El Dios que se nos ha revelado en Jesucristo es el del amor, el de la misericordia, el que nos perdona, el que está con nosotros y vive con nosotros”.

-¿También ha estado presente en el terremoto?
“Claro que lo hemos visto en esta catástrofe, en los miles de héroes anónimos que salvaron vidas, en los miles de voluntarios que todavía están en las regiones ayudando a remover los escombros y a reconstruir lo que está dañado, en la solidaridad de cada chileno y chilena que ayudó en esta emergencia. Allí está Dios y sabemos que es amor y dolor también, porque murió crucificado y conoce muy profundamente el sufrimiento humano. Por eso confiamos en que nos va a dar la fuerza y nos va a ayudar. Pero no hay que confundir que Dios puede actuar interviniendo en un terremoto para darnos algún ejemplo, porque eso no lo hace Dios. Aquí hay una explicación científica que enseña perfectamente el fenómeno que vivimos”.

Es una tontería decir que "Dios no tiene nada que ver con esto". Dios es Todopoderoso y es ridículo pensar que no podría haber evitado el terremoto. Podía haberlo evitado y no lo hizo. Decir que Dios no se vale de las causas naturales para transmitirnos su voluntad, para hacernos pensar y reaccionar, es negar algo básico del cristianismo: detrás de cualquier acontecimiento, nos parezca bueno o malo, está de alguna manera la Voluntad de Dios.

La Mano de Dios no estuvo solamente en la conversión del doctor Nathanson, sino también en el gol de Maradona. Nada sucede sin que Dios lo quiera o lo permita.

Él quiere decirnos algo, movido por su infinito amor y misericordia.

El mismo CBH dice:

Padre, ¿tiene algún vicio privado?
“Me gustan mucho los vinos y, por lo tanto, estudio mucho el tema; me compro libros, encuentro fascinante su mundo. No soy ningún experto de nada, pero me gusta. Cuando viví en Italia me compré libros para conocer los vinos italianos, los vinos españoles...”.

-¿Es de estas personas que beben todos los días una copa?
“Sí”.

-¿Sólo una?
“A veces más de una (sonríe)”.
Bien, fantástico: sonrisa de CBH. Quizás podríamos estudiar un poco más de doctrina católica, y un poco menos sobre vinos. Y tomar más de una dosis de Sagrada Escritura. Y adentrarse en la Carta Salvifici Doloris, ya recomendada.