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jueves, marzo 18, 2010

Razonamiento católico contra banalidad clerical

Hoy en El Mercurio:

Cartas 
Jueves 18 de Marzo de 2010 
Dios y el terremoto

Señor Director:

Hemos leído la opinión de dos conocidos sacerdotes sobre el terremoto. Ambos sostienen que Dios no tiene nada que ver con el desastre que nos asoló. Que éste se explica por causas físicas que la ciencia puede establecer. Uno de ellos llega a decir que “Dios no tiene nada que ver con esto. Él no envía este tipo de cosas, porque si hiciera eso, yo por lo menos no le habría entregado ni un segundo de mi vida. Porque ése sería un Dios castigador, enjuiciador, horrible, un monstruo de Dios, y eso al final termina siendo una caricatura, y Él no es así. El Dios que se nos ha revelado en Jesucristo es el del amor, el de la misericordia, el que nos perdona, el que está con nosotros y vive con nosotros”.
Hablaré como católico, desde la fe, debido a la condición de sacerdotes que tienen los autores de las opiniones que comento.
Sin lugar a dudas, en los caminos de Dios hay misterios difíciles de entender, pero más allá de eso, me parece que la fe nos enseña que nada hay que escape al sabio gobierno divino. Precisamente, un Dios al que se le “escapan cosas” del mundo pareciera no ser Dios. Me parece que, misterio de por medio, aun en estos desastres deberíamos poder ver la mano amorosa de Dios.
El Credo que proclama la fe católica dice sobre Jesucristo: “Desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos”. Pareciera que, según esto, no hay oposición entre un Dios Amor y un Dios que juzga. Tampoco pareciera haberla entre un Dios Amor y un Dios que castiga. Juzgar y castigar, junto con otras, por supuesto, parecieran ser también tareas de un padre amoroso. No estoy sugiriendo con esto que el terremoto haya sido un castigo debido a culpas nuestras que podamos determinar. Eso Dios lo sabe, no nosotros. Lo que sí creo es que, más que sacar a Dios de en medio, lo que debemos hacer es intentar leer con los ojos de la fe el significado que el terremoto pueda tener en el orden de la Providencia divina, aun cuando no lleguemos nunca a develar el misterio.
José Luis Widow
Universidad Adolfo Ibáñez

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