Que no pase este 2 de abril sin que recordemos a uno de los grandes. La primera vez que le escuché a alguien hablar de Juan Pablo II como "Magno" fue como una anécdota referida al Cardenal Agostino Casaroli. El cardenal, por tantos años Secretario de Estado, le habría dicho a alguien, al poco andar del pontificado de Karol Wojtyla, que en el futuro se le llamaría "Juan Pablo Magno".
Sus hazañas fueron semejantes a las de Gregorio dentro de la Iglesia y a las de León en su lucha por lidiar con los bárbaros.
Aunque esos bárbaros de otrora eran aire, ira, ignorancia, brutalidad, nada grave comparado con el refinado nihilismo de los que nos rodean ahora.
Joannes Paule Magnus, ora pro nobis!
Sus hazañas fueron semejantes a las de Gregorio dentro de la Iglesia y a las de León en su lucha por lidiar con los bárbaros.
Aunque esos bárbaros de otrora eran aire, ira, ignorancia, brutalidad, nada grave comparado con el refinado nihilismo de los que nos rodean ahora.
Joannes Paule Magnus, ora pro nobis!
La primera vez que lo oí llamar así se me erizó la piel. Me encanta y creo que es muy justo, pero quizás algo precipitado. Requerimos mayor distancia en el tiempo, y, grande como era, no habrá problemas en que otra generación lo reconozca como tal.
ResponderBorrarYo también soy partidario de las etapas. Así, por ejemplo, me gustaría que lo beatificaran muy pronto; que pasaran algunos años para saborear y aquilatar ese acontecimiento, y luego viniera la canonización; que su doctrina más revolucionaria -por ejemplo, su teología de cuerpo y su desafío novedoso sobre fe y razón- calara más hondo, poco a poco, y entonces, la Iglesia lo reconociera como Magno, o Doctor, o no sé.
ResponderBorrarNaturalmente, eso no impide que nosotros, por devoción particular, lo llamemos así: Magno.
Gracias, Cristóbal. Sólo un detallito: el adjetivo "Magnus-a-um", en vocativo, es "Magne".
ResponderBorrarUn abrazo,
Santiago O.