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martes, noviembre 25, 2014

¿Dos papás o ninguno?

Otra vez pregunto: ¿quedan papás en América Latina? ¿Dejarán que corrompan a sus hijos? ¿Esperarán que los curas den la batalla que deben dar ellos?

En Alemania ya hay una asociación y ya hay papás y mamás encarcelados por proteger a sus hijos de la corrupción moral de la ideología de género.

Leed.


¡Apartaos de nuestros hijos!

pizarra-gayLa estremecedora historia de unos padres condenados a penas de prisión en Alemania por defender las conciencias indefensas de sus hijos despierta las alarmas de lo que nos espera en España.
Religión en Libertad cuenta la historia. El 24 de octubre un oficial de policía se presentó en la puerta de la familia Martens en Eslohe, un pequeño municipio de la Renania del Norte-Westfalia, en Alemania.

Mientras abría la puerta, Eugen ya sabía el motivo de esa visita: el arresto de su mujer y madre de sus nueve hijos, Luise. Sabía todo con antelación porque por el mismo motivo él había sido arrestado el 15 de agosto de 2013.

¿Qué han hecho de grave estos dos cónyuges de 37 años para que sean arrestados? No han matado, no han robado ni dañado a nadie.

Su única culpa es ser padre y madre de una niña que se ha negado a participar dos veces en los cursos de educación sexual previstos para la escuela primaria.

El año pasado Luise no fue encarcelada junto a su marido porque estaba embarazada. Este año, el oficial de policía no se la ha «llevado por la fuerza, como debería» porque sigue amamantando al último hijo.
«Muchísimas familias en Alemania están en la misma situación que el matrimonio Martens», declara a Tempi.it Mathias Ebert, casado, con cuatro hijos, que tras haber sido informado de la historia de los Martens, decidió fundar en Colonia la Asociación Besorgte Eltern (“Padres preocupados”, web en http://besorgte-eltern.net). El movimiento ya ha organizado varias manifestaciones en Alemania, con miles de participantes para que «se debata públicamente este gigantesco escándalo y se impide la corrupción de nuestros hijos» que, a partir de los seis años, deben participar en cursos de educación sexual donde se propugna la ideología de género.

-¿Por qué si una niña se salta dos horas de clase los padres son encarcelados?
En Alemania la escuela es obligatoria y si un niño se salta las clases, el colegio tiene la facultad de denunciar a los padres y el tribunal puede multar a la familia. Por esto, los esposos han sido multados a pagar unos 30 euros. Esto es absurdo, porque la hija abandonó la clase por propia iniciativa.

-¿Por qué la familia no ha pagado y ya está?
-Porque es una cuestión de principio. Lo que hace enfadar es que el tribunal use dos pesos y dos medidas. Algunos niños no van al colegio durante meses y a los padres no les pasa nada. Pero cuando una niña se salta dos horas de educación sexual, la familia es inmediatamente denunciada. Es injusto y, de hecho, en el video que hemos realizado el policía está incómodo y da la culpa de todo a la fiscalía.

-¿Por qué la niña no quería participar en los cursos de educación sexual?
-Porque el contenido de las lecciones es perverso. No sólo se enseña a los niños cómo funcionan el sexo de los hombres y de las mujeres, sino que se les pone ante la “variedad” de prácticas sexuales: sexo oral, sexo anal y mucho más. 

»A partir de la escuela primaria se les dice a los niños que su género no está determinado y que no pueden saber si son niños o niñas, que deben reflexionarlo. Esto para mí se llama manipulación de los más pequeños.

-Además del caso de la familia Martens, ¿hay más?
Ciertamente. No conozco el número exacto de padres encarcelados, pero sólo el pequeño grupo de padres de la ciudad de Paderborn (150.000 habitantes, ndr) ha pasado en los últimos años, en conjunto, 210 días en la cárcel. Es un escándalo enorme, también, porque son los mismos niños los que quieren salir de la clase. En la ciudad de Borken, por ejemplo, en una clase la lección turbó tanto a los niños que seis de ellos se desmayaron.
-¿Cuánto tiempo deben pasar en la cárcel los padres?
-Depende. Un padre con el que he hablado recientemente aquí, en la Renania del Norte-Westfalia, ha estado en prisión 21 días y su mujer corre el riesgo de sufrir la misma pena porque el hijo ha abandonado las lecciones por su propia voluntad. Otros permanecen en la cárcelhasta 40 días, pero nadie les escucha. Nadie les permite alzar la voz y protestar.

-Sin embargo, la historia de los Martens se conoce en toda Alemania.
-Sí, porque son personas muy valientes. Han elegido hacer pública su historia y esto no es fácil, visto que la mayoría de los otros padres no habla de estas cosas.

-¿Por qué?
-Porque tienen miedo. En Alemania, cuando se sufre un castigo penal, se pasa a ser considerado enseguida como “criminal”. Por consiguiente, no es difícil que te intimiden. Sin embargo, yo estoy intentando movilizar a estas familias para que sus historias salgan a la luz del sol.

»Desde el primer momento, la familia Martens ha hablado públicamente y ha sido grandioso: si estos hechos pasan a ser conocidos por una gran mayoría de personas, finalmente se debatirá sobre ellos. No se da el justo peso a las cosas: en Alemania, un violador es dejado libre si no tiene antecedentes, mientras que se encarcela a padres honestos.
-¿Qué piden en sus manifestaciones?
-Que no se turben los sentimientos de los niños. No es justo. Es un violencia hacia ellos. Está claro que si abandonan la clase es por el clima que respiran en casa, pero ¿es que esto es erróneo? ¿Es erróneo que un niño tenga determinados valores transmitidos por su familia y viva en base a ellos? Creo que no. Sin embargo, nuestro primer objetivo es que se hable de estas cosas: este es el motivo por el que nos manifestaremos, discutiremos con los medios de comunicación, para que todo el Land conozca los hechos.

-¿Por qué ha fundado la Asociación Besorgte Eltern?
-Tengo cuatro hijos, soy testarudo como mi amigo Eugen y cuando me toque a mi sé que podría acabar igual. Pero esto es un locura. Además, he descubierto que miles de padres alemanes están unidos por este trauma y están de nuestra parte. Tenemos las espaldas cubiertas por la gente y esto nos da fuerza.

»Empezamos a protestar en enero y ahora se nos han unido miles de personas. Este movimiento es importante, porque sólo si se está informado es posible defenderse. Y si se corrompe a nuestros hijos hoy, el futuro de nuestro país pronto estará corrompido. Entonces ya no habrá solución.

domingo, noviembre 23, 2014

Cardenal Burke: como John Fisher y Tomás Moro

Otra vez Burke, sobre lo mismo. Está claro el interés de la opinión pública católica.

Leed, de Infocatólica.


«Si no somos fieles a Cristo en su enseñanza sobre el matrimonio, no sé cómo la gente podrá confiar en nosotros»

En una entrevista concedida al periodista católico Terence P. Jeffrey, de CNSNews, el cardenal Raymond Burke, Prefecto de la Signatura Apostólica, ha abordado de nuevo la polémica causada por el debate sobre el acceso a la comunión de los divorciados vueltos a casar y la doctrina católica sobre la homosexualidad. El purpurado cree que la Iglesia «necesita desesperadamente una exposición muy clara sobre el matrimonio y el divorcio» y la «inmoralidad de una unión sexual entre personas del mismo sexo».
7/11/14 3:52 PM | Imprimir | Enviar
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(CNSNews/InfoCatólica) Texto completo de la entrevista al cardenal Burke:

Eminencia, Permanecer en La verdad de Cristoincluye un capítulo inicial analizando la base escriturística del matrimonio, que fue escrito por el padre Paul Mankowski, S.J. Permítame darle un par de citas bíblicas tomadas de la Nueva Biblia Americana destacadas por la Conferencia Episcopal Estadounidense.
Génesis 2, 24 dice: «Por eso deja el hombre a su padre y a su madre y se une a su mujer y se hacen una sola carne».
Marcos, capítulo 10 dice: «Los fariseos se acercaron y le preguntaron: ¿le es lícito al hombre divorciarse de su mujer? Lo estaban probando.
Les respondió: ¿qué os mandó Moisés? Ellos contestaron: Moisés permitió redactar el acta de divorcio y repudiarla.
Pero Jesús les dijo: Por la dureza de vuestros corazones se os ha dado este mandamiento, pero desde el principio de la creación «Dios los hizo hombre y mujer, por esta razón, el hombre debe dejar a su padre y a su madre y se une a su mujer y así serán una sola carne». Así que lo que Dios ha unido, que el hombre no lo separe».
En la casa los discípulos de nuevo le preguntaron acerca de esto. Él les dijo «quien se divorcie de su mujer y se case con otra, comete adulterio contra ella; y si ella se divorcia de su marido y se casa con otro, comete adulterio».

Quiero preguntarle, Eminencia, una pregunta muy básica. ¿Estaba Jesús en lo correcto acerca del matrimonio?

Absolutamente. Su misión salvadora para restaurar nuestra comunión con Dios Padre -esa comunión que ha sido rota por el pecado de Adán y Eva- tiene como uno de sus aspectos fundamentales la restauración de la verdad del matrimonio y la fidelidad a esa verdad en la vida del marido y la esposa.
Y así Nuestro Señor, en su enseñanza, hace referencia a la creación misma, en otras palabras, al orden que Dios ha puesto en el mundo y en el corazón humano, por el que un hombre y una mujer son atraídos el uno hacia el otro para formar una unión de por vida, fiel y procreadora, que Nuestro Señor dejó muy claro que ésta es la verdad acerca del matrimonio, que no hay otra verdad acerca del matrimonio, que ésta es la verdad completa.
Y era tan clara que los discípulos le preguntaban acerca de ella porque ellos estaban pasmados. Dijeron: bueno, quizás es mejor no casarse. Y Nuestro Señor dejó claro que Dios Padre da la gracia a aquellos que están llamados a casarse para vivir este maravilloso sacramento y vivir el misterio que refleja de una manera muy particular el amor dentro de la Trinidad, que también es fiel, duradero y fecundo.
Así que vemos que en la obra Salvífica de nuestro Señor, uno de los más importantes aspectos fue restaurar el matrimonio a su verdad.

Dado que fue Jesucristo mismo quien nos enseñó lo que es el matrimonio, ¿puede cualquier sacerdote u obispo cambiar lo que Jesús ha declarado acerca del matrimonio?

No, absolutamente no. Los sacerdotes y obispos están llamados a ser fieles a la verdad. Nuestro oficio es enseñar esta verdad y ayudar a los fieles a vivirla, pero nunca podemos, incluso bajo una supuesta aproximación pastoral, ya sea alterar o negar la verdad acerca del matrimonio.

¿Puede el Papa mismo cambiar la naturaleza del matrimonio, teniendo en cuenta lo que dijo Cristo?

No, no está en su poder, y está muy claro en la enseñanza de la Iglesia que si un matrimonio ha sido válidamente celebrado y consumado no puede ser separado. No puede terminarse por nada excepto por la misma muerte.

¿Y la institución del matrimonio y la manera en que es reconocida por la Iglesia puede ser cambiada por cualquier obispo o cualquier papa?

No. No porque la Iglesia en este asunto sigue tanto la ley natural como la ley divinamente revelada. Como ha señalado, estas palabras de Jesús en el evangelio de Mateo, y no hay ningún estudiante respetable de Escritura que cuestione que estas mismas palabras de Nuestro Señor y el texto de la Escritura dejan claro lo que Nuestro Señor parece estar diciendo, más aún, él lo está diciendo porque sus propios discípulos reconocen que es algo duro, que es una llamada a los casados a una manera de vida heroica, pero una vida a la que están realmente llamados.

Puede ser una verdad inconveniente, pero es la verdad.

Exactamente.

Eminencia, en el Catecismo de la Iglesia Católica, como aparece en el sitio web del Vaticano, hay una sección llamada «Dar testimonio de la verdad». Y dice esto, dice: «Ante Pilato, Cristo proclama que Él ha venido al mundo a dar testimonio de la verdad.». El cristiano no tiene que avergonzarse entonces de dar testimonio de Nuestro Señor. Y sigue diciendo: «El deber de los cristianos de tomar parte en la vida de la Iglesia los impulsa a actuar como testigos del Evangelio y seguir las obligaciones que se derivan de ello. Su testimonio es una transmisión de la fe en palabras y hechos. Testimoniar es un acto de justicia que establece la verdad o la hace conocida.»

Ahora, el Catecismo sigue diciendo que hemos visto mártires que a lo largo de la historia de la Iglesia han dado sus vidas porque ellos dieron testimonio de la verdad, cuando no sólo era inconveniente sino que suponía riesgo para su vida.

Un ejemplo es San Juan Fisher que fue un obispo inglés del siglo XVI en tiempos del rey Enrique VIII. A éste, su esposa Catalina de Aragón no le había dado ningún heredero varón superviviente, así que él quería dejarla de lado, divorciarse de ella, y casarse con Ana Bolena. La Enciclopedia Católica describe lo que hizo San Juan Fisher como sigue. Dice: «Cuando la cuestión del divorcio de Enrique de la Reina Catalina llego a Fisher, se convirtió en el principal apoyo de la reina y su más fiel consejero. Aparecía al lado de la Reina en la corte, donde sorprendía a sus pares por lo directo de su lenguaje y sobre todo por declarar que, como San Juan Bautista, estaba listo para morir por la indisolubilidad del matrimonio. Enrique VIII se separó dela Iglesia Católica y se declaró la suprema autoridad sobre la Iglesia de Inglaterra, lo que San Juan Fisher se negó a reconocer, por lo que fue martirizado por Enrique VIII. ¿hizo lo correcto el cardenal Fisher diciendo que entregaría su vida en defensa de la indisolubilidad del matrimonio?

Absolutamente. Ningún sacerdote ni obispo ni ningún pontífice romano podría hacer menos. En otras palabras, entregar la indisolubilidad del matrimonio, como el Rey Enrique VIII pedía, habría sido entregar su fe católica y él no podía hacerlo y Nuestro Señor le dio la gracia de ser un mártir. Él incluso hizo referencia a San Juan Bautista, que durante el propio ministerio de Jesús dio testimonio heroico de la indisolubilidad del matrimonio, dejando claro a Herodes que él estaba viviendo en pecado público y grave, viviendo en matrimonio con la esposa de su propio hermano, que obviamente estaba ligada en matrimonio a su hermano.

¿Debería el cardenal Fisher ser un modelo para los sacerdotes y laicos católicos de hoy?

Bueno, ciertamente lo es para mí. Desde el momento en que me convertí en obispo, he estudiado especialmente su vida. Pero él es un modelo para todos los sacerdotes y obispos y para los laicos. Por supuesto, como sabe, Santo Tomás Moro, un laico, un hombre casado, se unió a él en el martirio, porque también se negó a apoyar a Enrique VIII en su pretensión de ser la suprema cabeza de la Iglesia, para darse a sí mismo la licencia de «casarse» con alguien cuando ya estaba casado con Catalina de Aragón.

Ya sabrá, Eminencia, hace unos cincuenta años Hollywood hizo una película sobre Santo Tomás Moro, Un hombre para la eternidad, que mostraba lo que le sucedió a Santo Tomás Moro y lo promovía como un gran héroe cultural. Pienso que en aquellos días -estamos hablando de los sesenta en Estados Unidos- la idea de que una persona podría tener que sacrificar su vida en la civilización occidental porque se mantiene en contra de la autoridad del Estado defendiendo la institución del matrimonio y la autoridad moral de la Iglesia parecía chocante. ¿parece chocante ahora?

No, no lo parece. Y muestra cómo de lejos, en un período corto de tiempo, hemos descendido y nos hemos alejado de la verdad de nuestra fe y la verdad de la ley moral en general. Pero el hecho de que esta clase de preguntas sean realmente discutidas en la Iglesia debería chocarnos a todos y despertarnos a la necesidad de dar un testimonio heroico de la verdad de la indisolubilidad del matrimonio frente a ataques desde dentro de la Iglesia.

Desde dentro de la propia Iglesia. Como sabe, muchos de los obispos de Inglaterra no se mantuvieron con San Juan Fisher, se fueron con el rey.

No, la mayoría no lo hizo. De hecho, Fisher fue el único obispo. Ahora bien, después hubo muchos que dieron testimonio heroico y laicos y fieles. Pero en ese momento Fisher estuvo más bien solo.

¿Piensa que hay amenaza o riesgo de que en un futuro cercano la Iglesia Católica pueda enfrentarse a esta situación incluso en países occidentales, donde algunos líderes de la Iglesia, algunos obispos, decidan alinearse con el César más que con Dios?¿Tomar partido en contra de la verdad de la Iglesia?¿Hay riesgo de eso?

Pienso que hay desafío real hoy y quizás no viniendo tanto del Estado como de la cultura en general, la aceptación general, la amplia aceptación del divorcio y del volverse a casar, y la Iglesia Católica que es prácticamente la única institución que mantiene la verdad del matrimonio, la indisolubilidad del matrimonio, ahora se le pide un compromiso en esa materia.
Así, tenemos que reconocer que si no estamos en lo correcto acerca del matrimonio -en otras palabras, si no somos fieles a la palabra de Cristo, a la verdad que Cristo nos anunció acerca del matrimonio- en la Iglesia, no sé cómo la gente podría confiar en nosotros acerca de la enseñanza de la fe de cualquier otra manera.
Quiero decir, estamos hablando del mismo fundamento de la vida de la Iglesia, la primera célula de nuestra vida, en la unión marital y la formación de la familia y si no defendemos la santidad del vínculo matrimonial, estamos realmente no sólo abandonando la fe católica, sino realmente abandonando la fe cristiana, en el sentido de que estamos abandonando la misma ley natural.

Eminencia, déjeme preguntarle en relación a otro aspecto del catecismo que llama al respeto de las almas de los otros y habla del pecado de escándalo.

Dice: «El escándalo es la actitud o el comportamiento que induce a otro a hacer el mal. El que escandaliza se convierte en tentador de su prójimo. Atenta contra la virtud y el derecho; puede ocasionar a su hermano la muerte espiritual. El escándalo constituye una falta grave si, por acción u omisión, arrastra deliberadamente a otro a una falta grave.»
«El escándalo adquiere una gravedad particular según la autoridad de quienes lo causan o la debilidad de quienes lo padecen. Inspiró a nuestro Señor esta maldición: «Al que escandalice a uno de estos pequeños que creen en mí, más le vale que le cuelguen al cuello una de esas piedras de molino que mueven los asnos y le hundan en lo profundo del mar» (Mt 18, 6; cf 1 Co 8, 10-13). El escándalo es grave cuando es causado por quienes, por naturaleza o por función, están obligados a enseñar y educar a otros. Jesús, en efecto, lo reprocha a los escribas y fariseos: los compara a lobos disfrazados de corderos».
«El que usa los poderes de que dispone en condiciones que arrastren a hacer el mal se hace culpable de escándalo y responsable del mal que directa o indirectamente ha favorecido».
¿Piensa que algunos de los obispos que han participado en el sínodo y estaban empujando a la Iglesia Católica contra la enseñanza de Cristo sobre el matrimonio están en riesgo de cometer escándalo?

Bueno, ciertamente sucedió con la publicación de la relatio intermedia del sínodo. Se causó escándalo en la Iglesia. Los medios de comunicación seculares, no sin razón, se refirieron a ello como un terremoto en la Iglesia. Mientras algunos obispos y otros lo excusaban diciendo que no era una posición doctrinal, sino un simple informe que estaba siendo discutido en el sínodo, el mismo hecho de que estos asuntos estaban siendo discutidos y cuestionados por los presidentes de las conferencias episcopales, por los jefes de los dicasterios de la curia romana y por otros designados especialmente por el Santo Padre para el sínodo, causó una tremenda confusión y podría incluso inducir a los fieles al error respecto a la enseñanza acerca del matrimonio y otras enseñanzas.
Y así, para mí, fue una seria responsabilidad intentar corregir tan rápida como efectivamente fuese posible el escándalo causado por la relatio intermedia.
Recuerdo un obispo en nuestro pequeño grupo, nos encontramos justo después de la lectura de la relatio intermedia y dijo: «¿cómo voy a casa, a mi pueblo, llevando este mensaje para ellos?».

Eminencia, déjeme ser específico en esta parte. En la relatio intermedia – el texto inicial que fue publicado- había una sección llamada «aspectos positivos de las uniones civiles y la cohabitación». Dice: «una nueva sensibilidad en la pastoral de hoy consiste en darse cuenta de la realidad positiva de los matrimonios civiles y habiendo mostrado nuestras diferencias, de la cohabitación. Es necesario que la propuesta de la Iglesia, mientras se presenta claramente el ideal, también indiquemos los elementos constructivos en aquellas situaciones que aún no se corresponden al ideal.»
¿Es esta posición específica escandalosa?

Creo que lo fue porque ¿cómo se puede decir que hay elementos positivos en un acto que es gravemente pecaminoso, comprometerse en el acto matrimonial cuando no estás casado?
No puede haber ningún elemento positivo en esto. Está contra la ley divina, natural y revelada. Simplemente nuestra única respuesta -mientras amamos al pecador, como siempre se dice, amar al pecador y odiar el pecado- pero necesitamos orientar a la persona para dejar el pecado y a convertirse. Pero decirle que hay elementos positivos en la manera en que está viviendo es simplemente una contradicción. No tiene ningún sentido. O es gravemente pecaminoso o no lo es. Quiero decir, está el principio de no contradicción. El lógica fundamental.

Eminencia, dentro del sínodo, cuando los obispos y cardenales estaban discutiendo lo que habría que decir y cómo la Iglesia debe enfocar estas cosas, ¿había realmente cardenales y obispos argumentando que la Iglesia deba decir que la cohabitación tiene aspectos positivos? ¿Había, de hecho, gente diciendo en que es la manera en que la Iglesia debe actuar?

Bueno, el hecho de que fuera incluida en la relatio intermedia significa que había al menos una persona, aquella que escribió el texto sosteniendo esta posición y la persona que lo escribió debe haber pensado que estaba expresando el pensamiento de otros cardenales y obispos. Por mi parte, ni siquiera quiero pensar que hubiese un número significativo de cardenales y obispos que realmente suscribían este pensamiento.

Eminencia, mi sensación, y puede corregirme si me equivoco, de leer posicionamientos de la Iglesia, desde encíclicas a cualquier otro tipo de documento formal, cartas pastorales, que han sido publicadas por papas anteriores y por la Iglesia, es que han sido extremadamente cuidadosos con documentos bien preparados que superan el test del tiempo y más importante, están claramente fundamentadas en la Escritura y en las enseñanzas inalterables de la Iglesia. ¿Estoy en lo correcto acerca de esto?

Sí, absolutamente. De hecho, cuando una objeción fue hecha a la publicación de la relatio intermedia después de que fuese escuchada, la respuesta fue: bueno, siempre hemos publicado la relatio intermedia. Y mi respuesta a ello fue: sí, he tomado parte creo que en cuatro o cinco sínodos de obispos y éstas relatios intermedias estaban siempre cuidadosamente fundamentadas en las Sagradas Escrituras y en la enseñanza constante de la Iglesia y así, estaba agradecido de que fuesen publicadas para dar una correcta expresión de lo que el sínodo estaba intentando. Pero vi este documento como -no estaba fundamentado en las Sagradas Escrituras y ciertamente tampoco en la enseñanza constante de la Iglesia. Y en los círculos menores hubo un gran esfuerzo en tratar de traer el magisterio -por ejemplo la exhortación de San Juan Pablo II Familiaris Consortio- para introducir esto en el texto y corregirlo.

¿Cómo fue que se paró? ¿Cómo fue posible para un documento como este que tan claramente parece que contradice o pone en cuestión enseñanzas inalterables de la Iglesia Católica , qué pasó para que fuera elaborado e incluso publicado por el Vaticano?

No sé cómo explicárselo. Estoy siendo muy sincero. Me causó un estado de shock, para ser honesto con usted. Y el relator general, que es un cardenal al que conozco por más de treinta años, en una conferencia de prensa -no estoy revelando nada que sea confidencial- en una conferencia de prensa, cuando fue preguntado, por ejemplo, qué pasaba con estas declaraciones, se volvió hacia uno de los otros obispos presentes allí y dijo explica tú esto, tú lo has escrito. En otras palabras, no era su texto.

A pesar de que él era técnicamente responsable de ello, aquellas no eran sus palabras o punto de vista.

Es una situación muy grave. Quiero decir, todo esto, esto es para mí, es ahora mismo profundamente preocupante. Y yo no sabría. No puedo explicárselo. Lo siento, pero no puedo.

Entiendo, Eminencia. ¿Pero su percepción a la hora de hablar con sus hermanos obispos y cardenales sobre lo que pasó allí, es su percepción de que la vasta mayoría de ellos comparte su preocupación, entendiendo por qué el documento era problemático y la manera en que fue producido era problemática?

No puedo decir la vasta mayoría porque no hablé con la vasta mayoría. Le puedo decir que un número... cardenales muy formales y obispos con los que he hablado, ciertamente comparten mi visión de la situación y están muy muy profundamente alterados por todo ello. La votación de algunos de los párrafos que al final se mantuvieron en la relatio final indica que había un número significativo de cardenales y obispos que seguían muy preocupados acerca de estos textos, los textos sobre dar la Sagrada Comunión a aquellos que están en uniones irregulares y darles acceso a la penitencia y a la Sagrada Eucaristía y también los textos que eran confusos acerca de la cohabitación y la condición homosexual, indican que había un buen número de obispos que encontraban esto inaceptable. Y no podemos decir más porque no sabes qué hay en la cabeza de todos los demás obispos que quizá no votaron en contra de ciertos párrafos, pero no sabes exactamente qué pueden haber estado pensando acerca de ello.

Eminencia, en el catecismo, el cual- (el cardenal le interrumpe)

En cualquier caso, lo que quiero decir, si puedo, es que esto no es, éstas no son preguntas que estén sometidas a un voto democrático, ni incluso de obispos. Quiero decir, ésta es la enseñanza constante de la Iglesia y el único rol de los obispos en el Sínodo es mostrar y presentar esto al mundo. Sólo quería dejarlo claro.

Correcto. Los obispos y cardenales católicos no pueden. Si el noventa y nueve coma nueve por ciento de ellos votaran y negaran lo que Cristo dijo acerca del matrimonio, estarían equivocados y no podrían cambiar lo que Él dijo.

Es correcto. Se tuvo la situación en Inglaterra en el tiempo de Enrique VIII, donde tuvimos un mártir, el obispo cardenal Juan Fisher, y la gran mayoría de los otros obispos mantenían la posición opuesta. Pero él permaneció con la verdad, y ellos traicionaron su oficio episcopal.

Pero es extraordinariamente confuso para los católicos y quizás particularmente para los jóvenes católicos que están formándose en la fe, escuchar a un príncipe de la Iglesia cuestionar la enseñanza de la Iglesia sobre el matrimonio o el comportamiento homosexual.

Absolutamente. Lo entiendo, lo que yo digo a la gente que atrae mi atención hacia esto o expresa su tremendo dolor y confusión, yo le refiero a la constante enseñanza de la Iglesia, al catecismo, a la Familiaris Consortio, y les digo que esto permanece y no puede cambiar y por lo tanto, a pesar de que esto es un comportamiento sin excusas, puede pasar y nosotros simplemente tenemos que mantenernos en la verdad en nuestras propias vidas y dar testimonio de esto al mundo.

Eminencia, el catecismo también dice que bajo «ninguna circunstancia» pueden los actos homosexuales ser aprobados. Y sigue diciendo que «el número de hombres y mujeres que tienen profundas tendencias homosexuales no es insignificante. Esta inclinación, que es objetivamente desordenada constituye para la mayoría de ellos una prueba» y continúa diciendo que la gente que tiene esta orientación está llamada a una vida casta.
Ahora, ¿puede cualquier sacerdote, obispo o papa cambiar lo que el catecismo dice sobre los actos homosexuales, esto es, que no puedes aprobarlos, y que la orientación es objetivamente desordenada?¿puede cambiarse?

No, no es posible. Es parte de la ley moral natural y es también obviamente, parte del magisterio de la Iglesia. No, esto no puede ser cambiado.

¿El papa mismo no puede cambiar esta enseñanza?

No. no, no.

Eminencia, en la relatio intermedia también se dijo: «los homosexuales tienen dones y cualidades que ofrecer a la comunidad cristiana: ¿somos capaces de dar la bienvenida a estas personas, garantizándoles un espacio fraternal en nuestras comunidades? A menudo desean encontrar una Iglesia que les ofrezca un hogar donde se sientan bienvenidos. ¿Son nuestras comunidades capaces de proporcionarlo, y de aceptar y valorar su orientación sexual, sin comprometer la doctrina católica acerca de la familia y del matrimonio?... Sin negar los problemas morales conectados con estas uniones homosexuales, se debe hacer notar que hay casos en los que hay ayuda mutua hasta el punto del sacrificio, constituyendo un aporte precioso a la vida de los compañeros. Más aún, la Iglesia tiene especial atención a los niños que viven con parejas del mismo sexo, subrayando que las necesidades y derechos de los pequeños deben siempre ser prioritarias».
¿Puede la Iglesia católica enseñar que la gente estimar «valores» inestimables en la orientación homosexual?

No. No es posible porque nosotros apreciamos, valoramos, aquello que es bueno y las relaciones homosexuales no son buenas. No son buenas para nadie. En mi propia experiencia pastoral, trabajando con gente que sufre atracción al mismo sexo, es exactamente lo que el catecismo dice: es una prueba para ellos. Y necesitan la ayuda de un buen sacerdote. Necesitan la ayuda, la mayoría de ellos de la oración y del acceso frecuente al sacramento de la penitencia para superar estas atracciones que son desordenadas.

¿Piensa que la llamada del catecismo para los cristianos a dar testimonio de la verdad tiene aplicación en cómo los católicos y el clero debería tratar con personas que tienen orientación homosexual?

Absolutamente. Y el catecismo es muy claro acerca de esto. El problema con ese texto que has leído es que es todo confusión. Por supuesto, tenemos que amar a la gente, a los individuos que sufren de esta manera, y tenemos que estar cerca de ellos e intentar de cualquier manera ayudarlos, pero lo que necesitan sobretodo de nosotros, es que les digamos la verdad. Y darles la impresión de que pensamos que está bien que ellos puedan estar siguiendo esas atracciones es gravemente erróneo. Y así, tenemos que dar testimonio de amor y respeto a ellos como hijos de Dios, pero al mismo tiempo hacerles ver muy claro que seguir esta atracción que ellos experimentan es pecado mortal, es gravemente erróneo. No es por su bien ni por el bien de nadie más que esté envuelto.

¿Y la gente que cohabita fuera del matrimonio y sigue ese estilo de vida, o que siguen un estilo de vida homosexual, deberían recibir, deberían ir a la comunión?

La única manera de que se pueda recibir el sacramento de la penitencia es confesando tus pecados y teniendo un propósito firme de enmienda. Y si se confiesa el pecado de tener tener relaciones sexuales fuera del matrimonio o confiesas el pecado de tomar parte en actos homosexuales y no tienes el propósito firme de cambiar tu vida para evitar estos actos en el futuro, no puedes recibir la absolución. Y de la misma manera, no estarás dispuesto a recibir a Nuestro Señor en la Sagrada Comunión porque tu vida está en contradicción con la verdad que él nos enseña.

Por la misma idea, si alguien es un ladrón habitual y estuviera cotidianamente robando la propiedad privada de alguien, ¿necesitaría no sólo arrepentirse de hacerlo sino también dejar de hacer lo que está haciendo?

Oh, absolutamente. Por ejemplo, si alguien viene y te dice que está habitualmente robando a la gente, el sacerdote inmediatamente pregunta, lo primero de todo, si están dispuestos a hacer restitución de las cosas que han robado y también si están firmemente resuelto a no volver a hacerlo. Si dicen que no, no continúo, no pueden recibir la absolución.

¿Y Dios puede también perdonar a un asesino?

¿Perdón?

¿Dios podría también perdonar a un asesino?

Cardenal Burke: Sí. Dios perdonará a alguien que cometa este terrible acto pero sólo si la personal está realmente arrepentida, por supuesto.

¿Y un aborto?, ¿Podría Dios perdonar un aborto o a un abortista?

Sí, si la persona reconoce la gravedad de su pecado, está arrepentida y promete no volver a cometer este pecado otra vez.

Y si un político defiende quitar legalmente una vida humana inocente en un aborto y la financiación de esto y que continúe esto, ¿Es esto un grave pecado desde el punto de vista de la Iglesia Católica?

Oh, por supuesto. No sólo es grave en sí mismo defender actos contra de la ley moral, sino también hacerlo de una manera pública y como líder, un líder político, incrementa la gravedad el pecado.

¿Cuándo un político católico hace esto es escandaloso?

Sí, por supuesto.

Pero si un político católico se arrepiente, se enmienda de la defensa del aborto, vuelve atrás y defiende la vida, ¿Entonces puede ser perdonado y recibir la comunión?

Por supuesto, por supuesto.

Eminencia, los diez mandamientos dicen honrarás a tu padre y a tu madre, lo que sugiere que los niños tienen el derecho de tener un padre y una madre. ¿Los niños tienen un derecho dado por Dios de tener un padre y una madre?

Absolutamente. Y esta es una de las más fundamentales verdades sobre la vida humana y su inicio en la familia, que cada niño tiene el derecho a tener un padre y una madre. Esto fue bellamente testificado en las manifestaciones de París y Francia en general, cuando el Estado trató de imponer la legalidad de las uniones del mismo sexo y que pudieran adoptar niños. En las manifestaciones el logo era una madre y un padre con sus dos hijos y básicamente el mensaje era que cada niño tiene el derecho a un padre y una madre e incluso las personas más secularizadas parecen captarlo, entender el mensaje.

¿Así que, si el gobierno toma a un bebé y legalmente le da la custodia a una pareja del mismo sexo, entonces, negándole al bebé una madre y un padre, está el gobierno negándole a este niño el derecho que Dios le dio?

Sí, absolutamente. Y está demostrado la profunda violencia psicológica hecha al desarrollo del niño cuando crece en esta situación que no es natural.

Eminencia, ¿ puede la Iglesia Católica alguna vez decir que hay algo positivo en sacar a un niño de una situación con un padre y una madre y ponerlo en una situación familiar del mismo sexo?

No, no, no es posible.

¿El Papa no puede decir esto? ¿el Papa no puede decir que en nombre de la Iglesia Católica esto es bueno?

No, no. No, no. No es posible.

De acuerdo. Ahora, en 1986, el Cardenal Ratzinger, que era el Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe, y que por supuesto, después llegó a a ser Benedicto XVI, escribió una carta pastoral sobre la atención a las personas homosexuales que fue aprobada por el papa Juan Pablo II y la carta decía: «Al hacer las anteriores consideraciones, esta Congregación quiere pedir a los Obispos que estén particularmente vigilantes en relación con aquellos programas que de hecho intentan ejercer una presión sobre la Iglesia para que cambie su doctrina, aunque a veces se niegue de palabra que sea así. Un estudio atento de las declaraciones públicas y de las actividades que promueven esos programas revela una calculada ambigüedad, a través de la cual buscan confundir a los pastores y a los fieles». Sigue diciendo: «Algunos grupos suelen incluso calificar como « católicas » a sus organizaciones o a las personas a quienes intentan dirigirse, pero en realidad no defienden ni promueven la enseñanza del Magisterio, por el contrario, a veces lo atacan abiertamente».
¿usted ve este mismo fenómeno sobre el que el cardenal Ratzinger advirtió en su carta pastoral de 1986 sucediendo hoy, quizás, incluso en el mismo al sínodo?

Ciertamente lo he visto en los así llamados movimientos católicos -falsos católicos- , los cuales, de hecho promueven un modo de vida en contradicción con la enseñanza de la Iglesia y lo he visto también en parte del muy confuso lenguaje de, por ejemplo, la relatio intermedia, y diría que es precisamente culpable de la misma falta que el documento sobre el cuidado a las personas sufriendo una condición homosexual indicaba en 1986.

Resumiendo, ¿Cree que los obispos y el Papa tienen el deber de evitar confundir a los católicos acerca de las enseñanzas inalterables de la Iglesia sobre matrimonio y homosexualidad?

Oh, absolutamente. Incluso como tienen la responsabilidad de evitar confundir a los fieles en cualquier cosa, especialmente sobre tan serios temas, y el deber, también, es incluso más serio en una cultura como la nuestra, en la cual, hay una confusión sin límites en estos asuntos. Contribuir de cualquier manera a la confusión en esto, es muy irresponsable y es una traición del oficio pastoral.

Eminencia, dada la confusión que tan obviamente se ha mostrado como consecuencia de este sínodo ¿qué cree que el papa Francisco debería hacer ahora?¿Qué debería hacer personalmente sobre esto?

Bueno, yo no voy a darle instrucciones al Papa. Pero lo que la Iglesia necesita, eso puedo decirlo. Lo que la Iglesia necesita desesperadamente ahora es una exposición muy clara de su enseñanza respecto al matrimonio, al divorcio, con respecto a la grave inmoralidad de la unión sexual fuera del matrimonio, la grave inmoralidad en cualquier clase de tentativa de unión sexual entre personas del mismo sexo. Y ella (la Iglesia) no tiene que trabajar duro porque toda la enseñanza está ahí. Usted la ha citado en abundancia para esta entrevista. Hay también muchos otros textos. Y la Iglesia debe ahora en esta época sostener la belleza, el esplendor, de su enseñanza no sólo para que sus propios miembros no queden confundidos acerca de la verdad sino también por el mundo y la llamada de la Iglesia a servir al mundo proclamando la verdad y dando testimonio de ella.
Y en consecuencia, estoy rezando muy fervientemente para que el próximo año esta confusión cese y en vez de ello comience a darse un fuerte énfasis en la belleza de la verdad de la enseñanza de la Iglesia acerca del matrimonio, la vida humana y la sexualidad humana.

Cardenal Raymond Burke, muchas gracias.

De nada.

martes, noviembre 18, 2014

El matrimonio visto por un rabino

Una visión judía del matrimonio. Profunda.

Read.

In full: Lord Sacks speech that brought Vatican conference to its feet

Sacks[From Austen Ivereigh in Rome]
Among many speeches yesterday following Pope Francis’s address to the Humanum colloquium on complementarity, that of Lord Jonathan Sacks, the former Chief Rabbi of the United Kingdom, was the standout, bringing the audience of 300 in the synod hall to their feet. Using dazzling oratory, he offered a magisterial account of the development of marriage from the very start — a sexual act between fish in Scotland — right up to the present day, told by means of seven stories, and ending with a spectacular exegesis of the Genesis account. It is a story with a tragic end: the dismantling of what he calls “the single most humanising institution in history” resulting in a whole new era of poverty and social division. Yet the recovery of that institution offers hope.  The full speech follows. 
I want this morning to begin our conversation by one way of telling the story of the most beautiful idea in the history of civilization: the idea of the love that brings new life into the world. There are of course many ways of telling the story, and this is just one. But to
me it is a story of seven key moments, each of them surprising and unexpected.
The first, according to a report in the press on 20th October of this year, took
place in a lake in Scotland 385 million years ago. It was then, according to this new
discovery, that two fish came together to perform the first instance of sexual reproduction
known to science. Until then all life had propagated itself asexually, by cell division,
budding, fragmentation or parthenogenesis, all of which are far simpler and more
economical than the division of life into male and female, each with a different role in
creating and sustaining life.
When we consider, even in the animal kingdom, how much effort and energy the
coming together of male and female takes, in terms of displays, courtship rituals, rivalries
and violence, it is astonishing that sexual reproduction ever happened at all. Biologists
are still not quite sure why it did. Some say to offer protection against parasites, or
immunities against disease. Others say it’s simply that the meeting of opposites generates
diversity. But one way or another, the fish in Scotland discovered something new and
beautiful that’s been copied ever since by virtually all advanced forms of life. Life begins
when male and female meet and embrace.
The second unexpected development was the unique challenge posed to Homo
sapiens by two factors: we stood upright, which constricted the female pelvis, and we had
bigger brains – a 300 per cent increase – which meant larger heads. The result was that
human babies had to be born more prematurely than any other species, and so needed
parental protection for much longer. This made parenting more demanding among
humans than any other species, the work of two people rather than one. Hence the very rare phenomenon among mammals, of pair bonding, unlike other species where the male contribution tends to end with the act of impregnation. Among most primates, fathers don’t even recognise their children let alone care for them. Elsewhere in the animal kingdom motherhood is almost universal but fatherhood is rare.
So what emerged along with the human person was the union of the biological mother
and father to care for their child. Thus far nature, but then came culture, and the third
surprise.
It seems that among hunter gatherers, pair bonding was the norm. Then came
agriculture, and economic surplus, and cities and civilisation, and for the first time sharp
inequalities began to emerge between rich and poor, powerful and powerless. The great
ziggurats of Mesopotamia and pyramids of ancient Egypt, with their broad base and
narrow top, were monumental statements in stone of a hierarchical society in which the
few had power over the many. And the most obvious expression of power among alpha
males whether human or primate, is to dominate access to fertile women and thus
maximise the handing on of your genes to the next generation. Hence polygamy, which
exists in 95 per cent of mammal species and 75 per cent of cultures known to
anthropology. Polygamy is the ultimate expression of inequality because it means that
many males never get the chance to have a wife and child. And sexual envy has been,
throughout history, among animals as well as humans, a prime driver of violence.
That is what makes the first chapter of Genesis so revolutionary with its
statement that every human being, regardless of class, colour, culture or creed, is in the image and likeness of God himself. We know that in the ancient world it was rulers, kings, emperors and pharaohs who were held to be in the image of God. So what Genesis was saying was that we are all royalty. We each have equal dignity in the kingdom of faith under the sovereignty of God.
From this it follows that we each have an equal right to form a marriage and have children, which is why, regardless of how we read the story of Adam and Eve – and there are differences between Jewish and Christian readings – the norm presupposed by that story is: one woman, one man. Or as the Bible itself says: “That is why a man leaves his father and mother and is united to his wife, and they become one flesh.”
Monogamy did not immediately become the norm, even within the world of the
Bible. But many of its most famous stories, about the tension between Sarah and Hagar,
or Leah and Rachel and their children, or David and Bathsheba, or Solomon’s many
wives, are all critiques that point the way to monogamy.
And there is a deep connection between monotheism and monogamy, just as
there is, in the opposite direction, between idolatry and adultery. Monotheism and
monogamy are about the all-embracing relationship between I and Thou, myself and one
other, be it a human, or the divine, Other.
What makes the emergence of monogamy unusual is that it is normally the case
that the values of a society are those imposed on it by the ruling class. And the ruling
class in any hierarchical society stands to gain from promiscuity and polygamy, both of which multiply the chances of my genes being handed on to the next generation. From monogamy the rich and powerful lose and the poor and powerless gain. So the return of monogamy goes against the normal grain of social change and was a real triumph for the equal dignity of all. Every bride and every groom are royalty; every home a palace when
furnished with love.
The fourth remarkable development was the way this transformed the moral life.
We’ve all become familiar with the work of evolutionary biologists using computer
simulations and the iterated prisoners’ dilemma to explain why reciprocal altruism exists
among all social animals. We behave to others as we would wish them to behave to us,
and we respond to them as they respond to us. As C S Lewis pointed out in his book The
Abolition of Man, reciprocity is the Golden Rule shared by all the great civilizations.
What was new and remarkable in the Hebrew Bible was the idea that love, not
just fairness, is the driving principle of the moral life. Three loves. “Love the Lord your
God with all your heart, all your soul and all your might.” “Love your neighbour as
yourself.” And, repeated no less than 36 times in the Mosaic books, “Love the stranger
because you know what it feels like to be a stranger.” Or to put it another way: just as
God created the natural world in love and forgiveness, so we are charged with creating
the social world in love and forgiveness. And that love is a flame lit in marriage and the
family. Morality is the love between husband and wife, parent and child, extended
outward to the world.
The fifth development shaped the entire structure of Jewish experience. In
ancient Israel an originally secular form of agreement, called a covenant, was taken and
transformed into a new way of thinking about the relationship between God and
humanity, in the case of Noah, and between God and a people in the case of Abraham
and later the Israelites at Mount Sinai. A covenant is like a marriage. It is a mutual
pledge of loyalty and trust between two or more people, each respecting the dignity and
integrity of the other, to work together to achieve together what neither can achieve
alone. And there is one thing even God cannot achieve alone, which is to live within the
human heart. That needs us.
So the Hebrew word emunah, wrongly translated as faith, really means
faithfulness, fidelity, loyalty, steadfastness, not walking away even when the going gets
tough, trusting the other and honouring the other’s trust in us. What covenant did, and
we see this in almost all the prophets, was to understand the relationship between us and God in terms of the relationship between bride and groom, wife and husband. Love thus became not only the basis of morality but also of theology. In Judaism faith is a marriage. Rarely was this more beautifully stated than by Hosea when he said in the name of God:
I will betroth you to me forever;
I will betroth you in righteousness and justice, love and compassion.
I will betroth you in faithfulness, and you will know the Lord.
Jewish men say those words every weekday morning as we wind the strap of our tefillin
around our finger like a wedding ring. Each morning we renew our marriage with God.
This led to a sixth and quite subtle idea that truth, beauty, goodness, and life
itself, do not exist in any one person or entity but in the “between,” what Martin Buber
called Das Zwischenmenschliche, the interpersonal, the counterpoint of speaking and
listening, giving and receiving. Throughout the Hebrew Bible and the rabbinic literature,
the vehicle of truth is conversation. In revelation God speaks and asks us to listen. In
prayer we speak and ask God to listen. There is never only one voice. In the Bible the
prophets argue with God. In the Talmud rabbis argue with one another. In fact I
sometimes think the reason God chose the Jewish people was because He loves a good
argument. Judaism is a conversation scored for many voices, never more passionately
than in the Song of Songs, a duet between a woman and a man, the beloved and her
lover, that Rabbi Akiva called the holy of holies of religious literature.
The prophet Malachi calls the male priest the guardian of the law of truth. The
book of Proverbs says of the woman of worth that “the law of loving kindness is on her
tongue.” It is that conversation between male and female voices, between truth and love,
justice and mercy, law and forgiveness, that frames the spiritual life. In biblical times
each Jew had to give a half shekel to the Temple to remind us that we are only half.
There are some cultures that teach that we are nothing. There are others that teach that we are everything. The Jewish view is that we are half and we need to open ourselves to another if we are to become whole.
All this led to the seventh outcome, that in Judaism the home and the family
became the central setting of the life of faith. In the only verse in the Hebrew Bible to
explain why God chose Abraham, He says: “I have known him so that he will instruct
his children and his household after him to keep the way of the Lord by doing what is
right and just.” Abraham was chosen not to rule an empire, command an army, perform
miracles or deliver prophecies, but simply to be a parent. In one of the most famous lines in Judaism, which we say every day and night, Moses commands, “You shall teach these things repeatedly to your children, speaking of them when you sit in your house or when you walk on the way, when you lie down and when you rise up.” Parents are to be educators, education is the conversation between the generations, and the first school is the home.
So Jews became an intensely family oriented people, and it was this that saved us
from tragedy. After the destruction of the Second Temple in the year 70, Jews were
scattered throughout the world, everywhere a minority, everywhere without rights,
suffering some of the worst persecutions ever known by a people and yet Jews survived
because they never lost three things: their sense of family, their sense of community and
their faith.
And they were renewed every week especially on Shabbat, the day of rest when
we give our marriages and families what they most need and are most starved of in the
contemporary world, namely time. I once produced a television documentary for the
BBC on the state of family life in Britain, and I took the person who was then Britain’s
leading expert on child care, Penelope Leach, to a Jewish primary school on a Friday
morning.
There she saw the children enacting in advance what they would see that evening
around the family table. There were the five year old mother and father blessing the five
year old children with the five year old grandparents looking on. She was fascinated by
this whole institution, and she asked the children what they most enjoyed about the
Sabbath. One five year old boy turned to her and said, “It’s the only night of the week
when daddy doesn’t have to rush off.” As we walked away from the school when the
filming was over she turned to me and said, “Chief Rabbi, that Sabbath of yours is saving
their parents’ marriages.”
So that is one way of telling the story, a Jewish way, beginning with the birth of
sexual reproduction, then the unique demands of human parenting, then the eventual
triumph of monogamy as a fundamental statement of human equality, followed by the
way marriage shaped our vision of the moral and religious life as based on love and
covenant and faithfulness, even to the point of thinking of truth as a conversation
between lover and beloved. Marriage and the family are where faith finds its home and
where the Divine Presence lives in the love between husband and wife, parent and child.
What then has changed? Here’s one way of putting it. I wrote a book a few years
ago about religion and science and I summarised the difference between them in two
sentences. “Science takes things apart to see how they work. Religion puts things
together to see what they mean.” And that’s a way of thinking about culture also. Does it
put things together or does it take things apart?
What made the traditional family remarkable, a work of high religious art, is
what it brought together: sexual drive, physical desire, friendship, companionship, emotional kinship and love, the begetting of children and their protection and care, their early education and induction into an identity and a history. Seldom has any institution woven together so many different drives and desires, roles and responsibilities. It made sense of the world and gave it a human face, the face of love.
For a whole variety of reasons, some to do with medical developments like birth
control, in vitro fertilisation and other genetic interventions, some to do with moral
change like the idea that we are free to do whatever we like so long as it does not harm
others, some to do with a transfer of responsibilities from the individual to the state, and
other and more profound changes in the culture of the West, almost everything that
marriage once brought together has now been split apart. Sex has been divorced from
love, love from commitment, marriage from having children, and having children from
responsibility for their care.
The result is that in Britain in 2012, 47.5 per cent of children were born outside
marriage, expected to become a majority in 2016. Fewer people are marrying, those who
are, are marrying later, and 42 per cent of marriages end in divorce. Nor is cohabitation a
substitute for marriage. The average length of cohabitation in Britain and the United
States is less than two years. The result is a sharp increase among young people of eating
disorders, drug and alcohol abuse, stress related syndromes, depression and actual and
attempted suicides. The collapse of marriage has created a new form of poverty
concentrated among single parent families, and of these, the main burden is born by
women, who in 2011 headed 92 per cent of single parent households. In Britain today
more than a million children will grow up with no contact whatsoever with their fathers.
This is creating a divide within societies the like of which has not been seen since Disraeli spoke of “two nations” a century and a half ago. Those who are privileged to grow up in stable loving association with the two people who brought them into being will, on average, be healthier physically and emotionally. They will do better at school and at work. They will have more successful relationships, be happier and live longer.
And yes, there are many exceptions. But the injustice of it all cries out to heaven. It will go down in history as one of the tragic instances of what Friedrich Hayek called “the fatal conceit” that somehow we know better than the wisdom of the ages, and can defy the lessons of biology and history. No one surely wants to go back to the narrow prejudices of the past.
This week, in Britain, a new film opens, telling the story of one of the great minds of the twentieth century, Alan Turing, the Cambridge mathematician who laid the philosophical
foundations of computing and artificial intelligence, and helped win the war by breaking
the German naval code Enigma. After the war, Turing was arrested and tried for
homosexual behaviour, underwent chemically induced castration, and died at the age of
41 by cyanide poisoning, thought by many to have committed suicide. That is a world to
which we should never return.
But our compassion for those who choose to live differently should not inhibit us from being advocates for the single most humanising institution in history. The family, man, woman, and child, is not one lifestyle choice among many. It is the best means we have yet discovered for nurturing future generations and enabling children to grow in a matrix of stability and love. It is where we learn the delicate choreography of relationship and how to handle the inevitable conflicts within any human group. It is where we first take the risk of giving and receiving love. It is where one generation passes on its values to the next, ensuring the continuity of a civilization. For any society, the family is the crucible of its future, and for the sake of our children’s future, we must be its defenders.
Since this is a religious gathering, let me, if I may, end with a piece of biblical
exegesis. The story of the first family, the first man and woman in the garden of Eden, is
not generally regarded as a success. Whether or not we believe in original sin, it did not
end happily. After many years of studying the text I want to suggest a different reading.
The story ends with three verses that seem to have no connection with one
another. No sequence. No logic. In Genesis 3: 19 God says to the man: “By the sweat of
your brow you will eat your food until you return to the ground, since from it you were
taken; for dust you are and to dust you will return.” Then in the next verse we read: “The
man named his wife Eve, because she was the mother of all life.” And in the next,
“The Lord God made garments of skin for Adam and his wife and clothed them.”
What is the connection here? Why did God telling the man that he was mortal
lead him to give his wife a new name? And why did that act seem to change God’s
attitude to both of them, so that He performed an act of tenderness, by making them
clothes, almost as if He had partially forgiven them? Let me also add that the Hebrew
word for “skin” is almost indistinguishable from the Hebrew word for “light,” so that
Rabbi Meir, the great sage of the early second century, read the text as saying that God
made for them “garments of light.” What did he mean?
If we read the text carefully, we see that until now the first man had given his
wife a purely generic name. He called her ishah, woman. Recall what he said when he
first saw her: “This is now bone of my bones and flesh of my flesh; she shall be
called woman for she was taken from man.” For him she was a type, not a person. He
gave her a noun, not a name. What is more he defines her as a derivative of himself:
something taken from man. She is not yet for him someone other, a person in her own
right. She is merely a kind of reflection of himself.
As long as the man thought he was immortal, he ultimately needed no one else. But now he knew he was mortal. He would one day die and return to dust. There was
only one way in which something of him would live on after his death. That would be if
he had a child. But he could not have a child on his own. For that he needed his wife.
She alone could give birth. She alone could mitigate his mortality. And not because she
was like him but precisely because she was unlike him. At that moment she ceased to be,
for him, a type, and became a person in her own right. And a person has a proper name.
That is what he gave her: the name Chavah, “Eve,” meaning, “giver of life.”
At that moment, as they were about to leave Eden and face the world as we
know it, a place of darkness, Adam gave his wife the first gift of love, a personal name.
And at that moment, God responded to them both in love, and made them garments to
clothe their nakedness, or as Rabbi Meir put it, “garments of light.”
And so it has been ever since, that when a man and woman turn to one another
in a bond of faithfulness, God robes them in garments of light, and we come as close as
we will ever get to God himself, bringing new life into being, turning the prose of biology
into the poetry of the human spirit, redeeming the darkness of the world by the radiance
of love.
[ends]

domingo, noviembre 16, 2014

Las opiniones de un Cardenal de clara ortodoxia pueden ser compartidas por un laico, no para escandalizar, sino para informar y mover a rezar por la Iglesia.

Leed.

ENTREVISTA
El cardenal estadounidense Raymond Leo Burke está considerado uno de los representantes del sector de la Curia más reacio a los cambios, como demuestra al tachar de “crítico” el momento actual, en el que para “muchos” la Igle­sia navega “como una nave sin timón”. Opuesto a las tesis del cardenal Walter Kasper sobre la admisión de los divorcia­dos vueltos a casar a los sacramentos —”el matrimonio es indisoluble. Si me caso con alguien, no puedo vivir con otro”—, tacha de “sufrimiento” la homosexualidad y con­sidera que se intentó dirigir el Sínodo de la Familia hacia una posición aperturista. Incluso denuncia la “manipulación” que trató de hacerse con la información que salía de la asamblea sinodal, al tiempo que lamenta la “confusión” y las “dificultades pastorales” provocadas por el debate so­bre estos puntos calientes. Prefecto desde 2008 del Supremo Tribunal de la Signatura Apostólica, la Corte Suprema del Vaticano, se da por seguro su paso a la condición de cardenal patrón de la Orden de Malta, un cargo honorífico sin apenas contenido.
¿Qué sensación le dejó el Sínodo? ¿Hubo confrontación?
Hubo una discusión abierta y fuerte. Antes siempre se publicaban las inter­venciones de los padres sinodales, pero ahora no. Todas las informaciones venían de los resúmenes del P.Lombardi y de los encuentros que organizaba con la prensa. Esos resúmenes me sorprendieron, no refle­jaban bien el contenido de las discusiones, daban la impresión de que todo se estaba dirigiendo a favor de la posición expuesta por el cardenal Kasper. El verdadero shock llegó con la Relatio post disceptationem [re­sumen de las intervenciones de la primera semana del Sínodo]. Parecía un manifiesto para cambiar la disciplina de la Iglesia frente a las uniones irregulares. Ofrecía una mayor apertura a las parejas que co­habitan sin el sacramento del matrimonio y a las personas que sufren la condición homosexual.
¿Compartían otros padres sinodales su rechazo?
Así es. Todos en mi círculo menor es­tábamos sorprendidos. Pasamos mucho tiempo fundamentando el documento final en la Sagrada Escritura y en el Magisterio. Había que corregir los errores: por ejemplo, eso de que pueden encontrarse elementos positivos en actos pecaminosos, como la cohabitación, la fornicación, el adulterio o en actos sexuales entre personas que sufren la condición homosexual. Esta confusión era muy grave. Intentamos que volviera a emerger la belleza del estado matrimonial, como unión indisoluble, fiel y destinada a la procreación creada por Dios. Frente a las situaciones difíciles, distinguimos entre el amor por el pecador y el odio por el pecado. Los moderadores y relatores de los círculos menores pedimos que nuestros trabajos fueran publicados. Hasta entonces el público no sabía lo que pensábamos. Todo estaba controlado y manipulado, si puedo decirlo.
Graves dificultades pastorales¿Se intentó dirigir el Sínodo en una dirección?
Sí. Desde el momento en que el cardenal Kasper empezó a plantear su opinión, una parte de la prensa interpretó que la Iglesia tenía intención de cambiar su disciplina. Eso creó graves dificultades pastorales. Muchos obispos y sacerdotes me contac­taron diciendo que personas en uniones irregulares iban a las parroquias queriendo recibir los sacramentos. Decían que el Papa así lo quiere. No estamos hablando de una cosa ligera, sino fundamental. El pilar de la Iglesia es el matrimonio. Si no enseña­mos y vivimos bien esa verdad, estamos perdidos. Dejamos de ser la Iglesia. En el Sínodo no pueden ponerse al mismo nivel las enseñanzas de la Iglesia y una posición que las contradice.
¿Ya no se enseña bien la verdad del matrimonio?
Hay una gran confusión sobre la indiso­lubilidad. Si la persona vive una relación que es público adulterio, ¿cómo es posible acceder a la confesión con la resolución de no pecar más? ¿Cómo es posible acceder a la comunión sin escandalizar a la comu­nidad? Se vive públicamente uno de los pecados más graves.
¿No ve posible el camino de penitencia propuesto por Kasper para que algunos divorciados vueltos a casar accedan a los sacramentos?
En ese camino de penitencia las par­tes deben vivir castamente. Si no pueden separarse, deben vivir como hermano y hermana. Es una praxis antigua. Hablan de la ley de la gradualidad, pero la verdad no es gradual. Es objetiva. El matrimonio es indisoluble. Si me caso con alguien, no puedo vivir con otro.
Otro tema candente es el de los homo­sexuales. Los citaba antes como “personas que sufren la condición homosexual”. ¿Lo ve como una enfermedad?
Es un sufrimiento. Dios no nos ha hecho para que el hombre esté con el hombre y la mujer con la mujer. Está claro por nuestra propia naturaleza. Estamos hechos para la unión heterosexual, para el matrimonio. Me niego a hablar de personas homosexua­les, porque nadie se identifica por esta tendencia. Es una persona que tiene esta tendencia, que es un sufrimiento.
¿Qué le pareció cuando el Papa dijo que quién era él para juzgar a un gay?
Dijo que no puede juzgar a la persona frente Dios, sea cual sea su culpabilidad. Pero deben juzgarse los actos; no creo que el Papa piense de forma diversa. Son peca­minosos y contranaturales. El Papa nunca dijo que podemos encontrar elementos positivos en ellos. Es imposible encontrar elementos positivos en un acto malo.
Francisco habló en su mensaje final del Sínodo de un “endurecimiento hostil” y lamentó que algunos se encerraran “den­tro de lo escrito” sin dejarse “sorprender por Dios”. ¿Cómo interpreta sus palabras?
Es difícil. Se pueden interpretar en el sentido de que la doctrina y la discipli­na son contrarias a la acción del Espíritu Santo. No es el modo de pensar católico. La doctrina y la disciplina son las condi­ciones para el verdadero encuentro con Cristo. He escuchado a muchos decir que el Papa no quiere insistir en la disciplina ni en la doctrina. No es la interpretación adecuada de sus palabras.
Algunos fieles están preocupados por el camino que ha tomado la iglesia. ¿Qué les dice?
Muchos me han mostrado esa preocupación. En un momento tan crítico, en el que hay una fuerte sensación de que la Iglesia está como una nave sin timón, no importa la razón; es más importante que nunca estudiar nuestra fe, tener una guía espiritual sana y dar un testimonio fuerte de la fe. Algunos me dicen que ya no es importante, por ejemplo. la implicación en el movimiento por la vida. Les respondo que es más importante que nunca.
¿Ve a la Iglesia en un momento en que parece que no haya nadie al mando?
Tengo todo el respeto al ministerio petri­no y no quiero que parezca que soy una voz contraria al Papa. Querría ser un maestro de la fe con todas mis debilidades, diciendo la verdad que hoy muchos sienten. Sufren un poco de mareo, porque para ellos pare­ce que la nave de la Iglesia ha perdido la brújula. Hay que dejar a un lado la causa de esta desorientación, pues no hemos perdido la brújula. Tenemos la constante tradición de la Iglesia, las enseñanzas, la liturgia. la moral. El catecismo no cambia.
Encuentro con la cultura
¿Cómo se caracteriza este pontificado?
El Papa, justamente, habla de la nece­sidad de ir a las periferias. La respuesta de la gente ha sido muy calurosa. Pero no podemos ir a las periferias con las manos vacías. Vamos con la Palabra de Cristo, con los sacramentos, con la vida virtuosa del Espíritu Santo. No digo que el Papa lo haga, pero está el riesgo de interpretar mal el encuentro con la cultura. La fe no puede acomodarse a la cultura, sino llamarla la conversión. Somos un movimiento contracultural, no popular.
Dijo usted que la Evangelii gaudium no era parte del Magisterio. ¿Por qué?
El propio Papa dice al principio del do­cumento que no es magisterial, que solo ofrece indicaciones de la dirección en que llevará a la Iglesia.
¿El católico de a pie hace esa distinción?
No. Por eso hace falta una presenta­ción cuidada a los fieles, explicando la naturaleza y el peso del documento. Hay afirmaciones en la Evangelii gaudium que expresan el pensamiento del Papa. Las recibimos con respeto, pero no enseñan una doctrina oficial.