Sobre el debate en la Iglesia
El estudio sereno y profundo de la doctrina católica, incluyendo la historia de la Iglesia y la moral, unido todo a la sintonía interior con la vida de la Iglesia, es el camino para poder distinguir lo perenne de lo temporal, lo dogmático de lo opinable, lo que viene de Dios de lo que viene de los hombres. Benedicto XVI ha dicho claramente que, si pudiéramos hacer una Iglesia a nuestro gusto, sería clara señal de que no es la Iglesia que viene de Dios. La ordenación exclusivamente de varones normales (también en su madurez sentimental y su equilibrio psico-sexual) es parte del dogma católico sobre el sacerdocio. La Iglesia católica, por venir de Dios y no de los hombres, no tiene el poder de cambiar esto. Las otras religiones pueden hacer lo que les venga en gana. El celibato apostólico, por su parte, ha sido introducido por Jesucristo mismo como don y como modelo; reafirmado por San Pablo; y extendido por la práctica de la Iglesia, con abundantes frutos. Las excepciones posibles no deben hacer perder de vista lo esencial.
Cristóbal, me gustaría saber su opinión sobre lo siguiente:
ResponderBorrarCarta de 1985 confirma que Papa descartó expulsar a sacerdote acusado de abusos
En la misiva, Benedicto XVI llama a evitar medidas que pudieran perjudicar "el bien de la Iglesia universal".
¿Eso es algo que viene de dios o los hombres?
Saludos
Lo que hizo Benedicto XVI en 1985, es lo que se denomina usar una "razón de Estado": cuando las organizaciones pasan a ser el fin, y no el medio. Durante el siglo XX fue bastante extendida dicha política.
ResponderBorrarEl problema es de la mayor trascendencia, porque así se termina desvirtuando cualquier institución, puesto que los derechos de las personas, que deben ser siempre el "thelos", nacen y terminan en el arbitrio de los que detentan el poder. Es decir, el fin -la imagen incólume de la Iglesia- justifica los medios -la no sanción de un delincuente peligroso-.
Ante la ola de escándalos y la fuerza misma de los hechos, el Papa Benedicto ya no piensa (o al menos ya no actúa) de la misma manera; pero queda claro que el dogma -no precisamente aquella Verdad revelada que se sugiere en el comentario, sino que la obcecación y fanatismo de los fieles- fue una barrera que impidió la credibilidad de denuncias tan atroces como antiguas.
Creo que lo que viene ahora es un largo período de reflexión de la Iglesia entera, fieles y clérigos, y no es el momento para santificar a sus líderes máximos, como si siempre hubieran actuado con la altura que de ellos se espera y exige. Si así no sucediera, me temo, se estaría desaprovechando una gran oportunidad para crecer en la humildad y auto-análisis, cuestión que únicamente robustecería el orgullo y la auto-negación.
Dejemos de lado la lógica del hincha de un equipo de fútbol, que siempre cuando uno de sus jugadores es expulsado por cometer una infracción, le echa la culpa al árbitro, o a la provocación del jugador agredido. Aquí se han cometido delitos contra la dignidad e inocencia de niños, y es Cristo Jesús quien es muy claro: “Mas el que haga tropezar a uno solo de éstos, los pequeños, es mejor para él que le sea colgada una piedra de molino, de las que mueve un asno, en torno al cuello de él y que sea ahogado en lo profundo del mar” (Mt. 18, 7.10).
Ahí está el dogma, en cuidar a los niños. Cualquier otra consideración, es defender lo indefendible, es temporal y opinable, y a estas alturas, que duda cabe, es un argumento de mal gusto.
Rubén Martinic Zaldívar
Estimado Jorge:
ResponderBorrarLa decisión significa solamente que NO se le concede al sacerdote la dispensa de sus obligaciones sacerdotales, incluido el celibato, mientras no se estudie más detenidamente el asunto. No tiene nada que ver con NO APLICARLE una sanción, ni menos con encubrir nada (si leen los documentos originales, verán que el asunto no se sustrajo a la autoridad civil, ni a la sanción eclesiástica), sino que se trata DE NO CONCEDERLE UN BENEFICIO, a saber, la rápida dispensa. Esa decisión tiene por fin que los demás sacerdotes vean que no es un asunto ligero el de asumir el sacerdocio y luego ser dispensado de él.
En ningún caso implica ni que el obispo local, ni mucho menos Roma (recuerde que en ese tiempo no era competente para el juicio canónico), rehuyera el castigo debido al reo (de hecho, fue castigado); ni que se permitiera que siguiera causando daño.
Todo lo contrario: una dispensa rápida hubiera significado dejarlo más libre para seguir causando daño. Lo más prudente fue dejarlo en manos del cuidado del obispo por lo menos hasta hacer un proceso y hasta que fuera más viejo.
Pienso que incluso hoy debe seguirse el mismo criterio: apartar al acusado de toda labor con niños, vigilarlo para que no cause daño, pero demorarse en darle la dispensa de sus obligaciones como sacerdote.
La ignorancia de la prensa ha interpretado como favorable al acusado lo que era una medida adversa para él. Piensen que se pedía que lo dispensaran de sus obligaciones, y por el bien común de la Iglesia (nada que ver con el tema de la pedofilia, sino con el criterio de no conceder con rapidez la dispensa de la obligación sacerdotal), se da una respuesta DESFAVORABLE al sacerdote.
Obviamente habrá muchos otros casos iguales, porque era parte de la política de más exigencia instaurada por Juan Pablo II casi enseguida de asumir. Era MAS EXIGENCIA y no más permisividad con los sacerdotes que incumplían su obligación.
El caso será claro para cualquiera que sepa derecho canónico, y reitero que no implica en ningún momento autorizar al culpable a que siga actuando. La prensa, por ignorancia o mala fe, presenta un caso de rigor con el culpable (demorarse en darle una dispensa de celibato) como si fuera un caso de ocultamiento por el bien común (reitero que en este caso ES IMPOSIBLE: de la carta del obispo se advierte claramente que el sacerdote YA HABIA SIDO CONDENADO PENALMENTE). Lo que se hace por el bien común es retrasarle la concesión de la dispensa (de hecho, se retrasa de 1981 a 1987): no se sacrifica el bien particular de ningún niño, sino el bien particular del ofensor que pide la dispensa.
Más claro no puedo exponerlo.
Gracias Cristobal. Quedo bien claro.
ResponderBorrarAlberto González V.
Estimado Jorge:
ResponderBorrar1) En realidad, supuesto que el cura ya había sido castigado (se lo volvió a castigar muchos años más tarde por otros delitos), una espera desde 1981 a 1987 no es una espera excesiva para él, y sí consigue el efecto deseado de dar la señal, querida por Juan Pablo II, de que las dispensas no serían fáciles. En eso está la prudencia: descartado todo ocultamiento y sin evitar la pena justa de Estado, el cura sigue al menos unos pocos años bajo la vigilancia del obispo, y, a la vez, se fortalece la idea de que las dispensas no son algo frívolo y acelarado.
Naturalmente, el asunto no puede dilatarse demasiado, pues el obispo no tiene la misión de vigilar indefinidamente curas fallidos (que nunca debieron ser ordenados). Pero al menos debe reconocerse que aquí no se ha obrado para favorecer al cura, sino, al contrario, en vistas del bien de la sociedad, de los niños y de la Iglesia.
2) La Iglesia es más exigente que la justicia ordinaria. Por eso, aunque el cura ya había sido castigado, eso no significa que la jerarquía deba facilitarle las cosas dispensándolo de inmediato de sus obligaciones. Esta mayor dureza de la Iglesia explica, por ejemplo, que en otros casos se hayan seguido los procesos contra gente que había sido absuelta por los tribunales civiles debido a falta de pruebas.
3) Las penas civiles no son eternas ni siquiera para delitos más graves que los abusos sexuales, así que el cura ha estado alternativamente libre y preso, y no sé si ahora está o no libre. Sí está en el registro de delincuentes sexuales. La "estigmatización", que tantos liberales repudian, pero que yo apruebo (no solamente respecto de los curas).
Interesante debate. Yo creo que debe ser tratado a todos por igual y si hay delito tiene que pagarlo frente a laa autoridades de donde lo comete y no esperar un castigo o un no castigo de la iglesia.
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