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lunes, julio 13, 2015

En Infovaticana: mi útlima firma invitada

Por si es de interés.

Leed.


El Papa en Ecuador y Bolivia, por Cristóbal Orrego

Con sus luces y sus sombras, sumando y restando —sí, también restando—, el paso del Vicario de Cristo por tierras americanas ha sido una bendición para todos. Ha recordado la fe de siempre, con énfasis en las exigencias más urgentes de la justicia y la paz en nuestra zona. En asuntos de justicia, el Papa no puede dejar contentos a todos, por la sencilla razón de que el sistema político y social imperante se aleja desde sus fundamentos —que son ateos— de las verdades de la fe cristiana, como han denunciado sin parar los romanos pontífices desde hace dos siglos. Cosa distinta es que probablemente nos acostumbramos al mal, y ahora nos parecen cristianas algunas costumbres que horrorizarían a un católico medieval.
Una forma de obedecer al Papa —en su llamado a mejorar la suerte de los más pobres— sería invitar, para que les ordenen la casa, a los economistas chilenos que lograron establecer un modelo de desarrollo exitoso, aunque imperfecto. Naturalmente, en Chile, como en los países de economía libre (Estados Unidos, Canadá, México, Europa, Japón, etc.), se siente la idolatría del dinero y el consumismo, males que nos exigen cambiar ese modelo para mejorarlo, no para sustituirlo y volver atrás a los tiempos de la miseria (debemos resistirnos a la argentinización de la economía). En los países más pobres, en cambio, no hay dinero que idolatrar; no hay consumismo, porque no hay mucho que consumir. Hay miseria, hambre, deuda, muerte. En resumen: establezcan una economía razonable y procuren evitar sus excesos. Pero no argentinicenvenezuelicen ocubanicen el orden económico social.
Lamentablemente, donde, como en mi patria,  sí que hay idolatría del dinero y consumismo desenfrenado, males que afectan a los más ricos y también a los pobres, la Iglesia carece de las energías espirituales y de la valentía que se necesitan para luchar contra ellos. Ya a nadie se le puede decir que no, porque es como negarle su derecho a ser feliz.
En Ecuador, el Papa se dio cuenta —lo dijo improvisando— de que la clave de la piedad de ese pueblo —pecadores, sí, pero piadosos: yo conozco a varios ecuatorianos que te clavan los dientes con una piedad notable (…es broma …casi)— es que el Estado hizo consagrar el país al Sagrado Corazón de Jesús y al Corazón Inmaculado de María, por decisión de su Presidente, don Manuel García Moreno, en 1874, para poner fin a las maquinaciones masónicas.
¿Quién no ve que el Papa Francisco, alabando la consagración del país, debida a la valiente decisión del presidente mártir, ha confirmado la doctrina tradicional católica sobre el deber de la sociedad para con la verdadera religión, que es la del Sagrado Corazón de Jesús?
En Bolivia se cumplió mi profecía.
El Papa habló del mar, y fue interpretado como un apoyo a su causa —por los bolivianos— y como un llamado al diálogo como alternativa a los tribunales internacionales —por los chilenos—; pero Monseñor Lombardi tuvo que aclarar que, en realidad, al Papa no le interesa meterse en el asunto, salvo que se lo pidan.
De más está decir que, no habiendo peligro de guerra, no es necesaria una mediación de la Santa Sede. Tenemos todo el tiempo del mundo para llevar adelante un diálogo franco y abierto, como el diálogo ecuménico, que —según nos dijo el Papa hace unos meses— llegará hasta el día del Juicio Final sin que nos hayamos puesto de acuerdo en la doctrina.
Así que todo estuvo bastante bien, salvo excepciones. La visita a la cárcel en Bolivia fue conmovedora. El Papa reconoce la necesidad del castigo como un camino de penitencia, que no debe llevar a la exclusión de los encarcelados. Encerrarlos, sí; pero excluirlos, no. Y así nos confirma en la idea socrática de que el castigo es un bien.
Lo único realmente vergonzoso en Bolivia fue el regalo de un crucifijo blasfemo, diseñado por un sacerdote católico de la teología marxista de la liberación (quien fuera asesinado en 1980 por paramilitares: r.i.p.).
Algunos creen que esa teología marxista está muerta —el Papa ha dicho que es algo del pasado—, pero en realidad está viva y diseminada. La rebeldía contra la fe católica de verdad —la que viene de los Apóstoles— no ha desaparecido de la Iglesia. Ahora se une a la avalancha de la ideología de género —en mi patria, algunos sacerdotes promueven impunemente el homosexualismo— y del ecologismo profundo, condenado en Laudato si’ (n. 60).
El Papa parece haber creído la leyenda negra sobre los conquistadores españoles, aunque no dejó de mencionar, para ser justo, todo el bien que trajeron los cristianos a América: donde hubo pecado, sobreabundó la gracia. Es un error contraponer la espada a la Cruz, como si todo lo que hicieron los conquistadores, que con la espada liberaron América de las injusticias cotidianas cometidas por los indios, hubiera sido pecado, mientras que solamente la predicación del Evangelio —imposible sin la protección de la espada— hubiera sido pacífica y santa.
Lamentablemente, el Papa se creyó también la leyenda dorada sobre este sacerdote liberacionista, porque dijo que lo mataron por predicar el Evangelio y molestar a los poderosos, cuando en realidad molestó a los poderosos por predicar una ideología revolucionaria que ha corrompido la fe de los fieles durante décadas, la teología marxista de la liberación. Non mors sed causa facit martyr.
Ese cura usó un símbolo totalitario para clavar de nuevo a Cristo. Su intención puede haber sido otra, pero el significado objetivo del símbolo es un esputo al rostro del Señor.
Un cristiano no puede, no debe, permanecer indiferente.
¿Qué habría hecho Benedicto XVI ante un Cristo clavado en una cruz esvástica, el símbolo del mal en su patria? ¿Cuál sería el gesto, la palabra, de san Juan Pablo II ante el mismo regalo inicuo de Evo Morales, que suscitaría en los recuerdos del santo pontífice los rostros de otros cristos, los amigos literalmente crucificados sobre la hoz y el martillo?
El Papa Francisco eligió, sobre la marcha, ser diplomático: “No está bien eso”, le dijo textualmente al tirano, como en un susurro; pero, en seguida, ante la explicación de Evo, le dijo: “Eso está bien”. (Es lo que alcanzo a escuchar del vídeo en Youtube, pero puedo estar equivocado: se oye mal).
Después su portavoz afirmó que el Papa no estaba enfadado. Todo fue normal. Santa diplomacia. Santa calma.
Y el Papa dejó los regalos asquerosos a los pies de la Virgen.
Stabat mater dolorosa
juxta Crucem lacrimosa
dum pendebat Filius!
¡Viva Cristo Rey!

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