Indignación moral, detenidos desaparecidos
Uno puede criticar los escandalosos fraudes con falsos detenidos desaparacidos desde el ethos de la derecha pinochetista acérrima, la que nunca quiso creer que había violaciones de los derechos humanos. Si ya son más de cien los nombres borrados del memorial de los detenidos desaparecidos, ¿qué nos asegura que deban permanecer todos y cada uno de los otros? ¿Cuántos más son falsos? ¿Todos? ¿Todos, salvo algunos abusos aislados de las fuerzas de seguridad?
La táctica de la sospecha resucita, fresca y sana, esa que fue tan bien utilizada durante el gobierno militar para que no creyéramos la calumnia, la existencia de desaparecidos por obra de la represión. ¿De qué desaparecidos me habla? ¡Los desaparecidos me tienen curco!
Etcétera.
Yo no me sumo a esa crítica, porque pienso que la táctica antisubversiva de la desaparición forzada de los enemigos políticos, aunque muchos fueran, además, terroristas, fue no solamente un pecado gravísimo, sino un invento de la ética de "el fin justifica los medios", un procedimiento cruel pergeñado en Estados Unidos y aplicado miserablemente en América Latina, que contradijo radicalmente todas las tradiciones cristianas de nuestros pueblos y todos los códigos del honor militar en la lucha contra los enemigos. En suma, abomino de la desaparición forzada de personas (inocentes o culpables de graves crímenes: da igual) porque es un crimen gravísimo contra la dignidad inalienable de cada uno; porque es un avance más de la ética anticristiana; porque, en fin, en el terreno puramente político, es un atentado contra la misma obra de regeneración del orden social que se propuso la legítima rebelión armada contra el gobierno marxista que pretendía hacer de Chile una segunda Cuba, que amenazaba en serio (aunque ahora, mintiendo, digan que era broma . . .) con bañar de sangre nuestras plazas en una guerra civil revolucionaria.
Lo correcto, ahora, es criticar los fraudes sobre los detenidos desaparecidos, sí, pero desde el ethos de la izquierda. Así como los verdaderos detenidos desaparecidos son una afrenta contra la política de derecha, que, junto con la Democracia Cristiana (en su mayoría), consideró legítimo el pronunciamiento militar, y lo alentó desde las trincheras de la lucha civil, así también los falsos detenidos desaparecidos son una afrenta contra la política de izquierda, que defendió los derechos humanos realmente violados y que se ve burlada ahora por sabe Dios qué ambiciones y deshonestidades. Por eso, desde el ethos de la izquierda no es tolerable que se utilicen los errores del gobierno como una nueva ocasión de reforzar ideológicamente a la Concertación.
Lo digo de otra manera. Los izquierdistas honestos, los militantes de la Concertación y de la izquierda extraparlamentaria, deberían rechazar con verdadera indignación moral, por el honor de los verdaderos detenidos desaparecidos, las actuales propuestas del régimen en orden a revivir las comisiones Rettig y Valech, en un año electoral. Se trata de una instrumentalización demasiado burda de un asunto demasiado trágico como para que los verdaderos izquierdistas, y más aún los deudos de las víctimas, asistan pasivamente.
A veces, el honor de los hombres está por encima de las conveniencias electorales. Sí, pero solamente desde la izquierda puede surgir una verdadera indignación moral por esta instrumentalización del dolor y de los propios errores gubernativos.