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lunes, febrero 18, 2013

Pluralidad católica


Una carta para despejar equivocaciones que contraponen a Juan Pablo II y Benedicto XVI
 
 
Cartas
Lunes 18 de febrero de 2013

Pluralidad católica

Señor Director:

Carlos Peña presenta como inconsistentes entre sí las decisiones de Juan Pablo II y de Benedicto XVI sobre la renuncia al pontificado. Agradezco sinceramente que quien no comparte la tradición católica se la tome en serio, y exponga una objeción legítima.

Quizás vale la pena recordar la distinción entre los "absolutos morales" y los demás preceptos de la ley natural, especialmente los mandatos positivos de practicar las virtudes. Los "absolutos morales" son unas pocas prohibiciones morales que no admiten excepción alguna: no blasfemar, no mentir, no matar al inocente, etcétera. Los preceptos positivos, que orientan la práctica de las virtudes, admiten una pluralidad de concreciones incompatibles entre sí al mismo tiempo, pero no inconsistentes ni lógica ni éticamente porque todas ellas son compatibles con las virtudes. Su oportunidad debe decidirse prudencialmente y en conciencia. No siempre hay una única forma superior o correcta de aplicar esos preceptos y virtudes.

Así se origina la pluralidad católica dentro del marco de unas pocas exigencias no dispensables. Las vidas de los santos están repletas de divergencias en este terreno: unos fueron guerreros, mataron y murieron en las batallas, mientras otros atendieron leprosos y murieron contagiados; unos se casaron y otros abrazaron el celibato; unos fueron ricos y poderosos y otros abandonaron todas las cosas de manera visible y radical.

Y algunos renunciaron al pontificado romano mientras otros rehusaron hacerlo. Nada hay, pues, de mentira ni de inconsistencia. La Iglesia ha enseñado, al menos desde el siglo XII de manera solemne, que renunciar al papado es una facultad que se ha de ejercer conforme a la prudencia. Así que es perfectamente posible alabar a uno que, como Juan Pablo II, eligió concretar su entrega a Cristo en no renunciar y soportar hasta el final el peso del pontificado, y, enseguida, alabar a otro que, como Benedicto XVI, ha elegido concretar esa misma entrega a Cristo de una manera que no lo librará de todos sus sufrimientos, sino que lo introducirá en una última inmolación de silencio y oración, y que acelerará el proceso de renovación en la conducción de la Iglesia.

Cristóbal Orrego Sánchez
Profesor de Derecho UC

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