Queridos abuelas y abuelos, papás y mamás, hermanos y hermanas, primas y primos, tías y tíos, amigas y amigos:
Todos saben cuál es mi política de siempre: no hacer propaganda política en las reuniones familiares, siguiendo la práctica instaurada desde la reconciliación nacional después de que las familias se dividieron en la cruenta guerra civil que terminó con la dictadura. Entonces comprendimos que la unidad familiar está por encima de ser o no balmacedistas.
Por eso, ahora, sabiendo que la familia está por sobre el kastismo o el piñerismo, les dejo estas consideraciones solamente a quienes quieran asomarse a mis empeños políticos, más allá del ámbito familiar. Y vaya por delante que, como pueden atestiguar mis primos izquierdistas como Claudio, actual Intendente de Santiago y leal colaborador del régimen, mi afecto personal y admiración hacia cada uno de ustedes no depende en ninguna medida de sus personales preferencias políticas, por muy erradas que puedan estar.
Dicho lo anterior, les resumo mis opiniones sobre el valor y la dignidad del voto en las próximas elecciones.
Primero. Defiendo la honestidad de quienes deciden abstenerse por razones válidas y no por indiferencia. Es injusto achacar motivos espurios a quienes simplemente no hallan motivos altos para ir simplemente a anular un voto, cuando no encuentran candidatos dignos de su atención. El derecho a votar —que no es una obligación, ni siquiera legal— conlleva el deber moral de ejercerlo para el bien común; pero no existe ningún dogma de fe o de moral que obligue a apoyar el sistema como un todo o que prohíba abstenerse como modo de protesta ante una oligarquía, de las izquierdas y de las derechas, que promueve o tolera las peores aberraciones. Abstenerse también es una forma de cumplir el deber de ejercer un derecho.
Segundo. Respeto desde lo más profundo de mi ser a todos los que, sin culpa de su parte, apoyan a las izquierdas. No los juzgo, no los condeno, no tengo esperanza de cambiar su opinión.
Tercero. Respeto a quienes votan por el democristiano Sebastián Piñera, fijándose en su capacidad técnica, aunque olvidan su delicuescencia ética. Los respeto, sobre todo, si realmente no tienen convicciones contrarias en asuntos en los que el ex Presidente ha concedido demasiado a los enemigos de la civilización: el maltrato a los militares, las concesiones a la ideología de género y a la ideología indigenista (acompañada de terrorismo), la indiferencia frente a la ley de aborto (no se propone revertirla). Les deseo que, cuando comprendan el daño que todo esto causa, aun cuando vaya unido al progreso económico, puedan realizar opciones más justas. Los respeto porque se equivocan pero no traicionan sus convicciones más profundas actuales.
Cuarto. Respeto como personas e hijos de Dios, pero no respeto en cuanto ciudadanos dignos de este nombre, a quienes van a votar por Sebastián Piñera a pesar de contradecir las convicciones más profundas, religiosas y morales, de sus conciencias. Que alguien diga que va a votar por un candidato como “mal menor”, cuando tiene a mano uno que es simplemente bueno, habla muy mal del sentido de su propia dignidad como ciudadano. Que alguien vote por miedo a que la izquierda siga en el gobierno, cuando se juega solamente la decisión de las dos primeras mayorías, revela que le da prioridad a consideraciones económicas por sobre las de tipo ético. Y ese es el rasgo típico del plutócrata, que no merece respeto. A quienes estén así de confundidos, aunque estén de buena fe, los llamo a recapacitar y a votar por José Antonio Kast.
Con ese fin, me haré cargo de las principales objeciones.
1.ª Ya hemos refutado hasta el cansancio la teoría del voto útil. Como SP no va a ganar en primera vuelta de ninguna manera, lo racional es manifestar cándidamente la propia opinión en esta elección del 19 de noviembre. SP simplemente no tiene consigo el voto de la derecha dura (núcleo militar o agradecido a los militares y núcleo cristiano que aborrece las políticas liberales en el orden moral), que tampoco votará por él en la segunda vuelta. Ni siquiera Bachelet en su segundo intento, con la más alta popularidad a su regreso en gloria y majestad desde la ONU, pudo ganar en la primera vuelta. Por eso, lo más racional habría sido hacer pasar a los dos (JAK y SP) a la segunda vuelta. Si no se han creído esa posibilidad, aunque cada día somos más, por lo menos deben saber que la satisfacción moral de votar según la propia conciencia y no según el miedo es posible y que no hay nada que temer.
2.ª Algunos piensan que el mejor es Kast, pero que no ha llegado su hora, porque lo más importante en este minuto es un mejoramiento de la economía y es Piñera quien tiene la mayor capacidad, experiencia e inteligencia para poder levantar económicamente a Chile. Esto es una soberana tontería por dos razones: (a) porque dar prioridad a la economía por encima de la moral y de los valores cristianos es vender el alma al demonio, padre de la mentira, y al ídolo del dinero; pero, además, (b) ¡porque las propuestas económicas de Kast son mejores!, y, en realidad, con el equipo económico será tan eficiente como SP o más (recuerden que SP, por concesiones a la izquierda, subió impuestos y aumentó el tamaño del Estado).
3.ª Teniendo en cuenta que los únicos escenarios posibles son dos: (1) pasa SP con otro de izquierda (si falla la estrategia de Kast a segunda vuelta), y (2) pasa SP con Kast; pero que no es plausible, de ninguna forma, que SP gane en la primera vuelta, entonces es obvio que todos los que admiran a Kast porque es hombre de palabra, dice lo que piensa y hace lo que dice, y encarna la continuidad del impulso truncado de Jaime Guzmán, pueden efectivamente darse el gusto —como dicen otros con desprecio— de votar por el bien y no por el mal, por convicción y no por presión. De esta manera, es falso que se pierda el voto. Por el contrario, se gana el voto. Los dos escenarios posibles son: (1) JAK no pasa a la segunda vuelta, pero al reflejar mejor las convicciones de la población puede influir más en que el segundo gobierno de SP no sea tan izquierdista como el primero; o (2) gracias a la suma de los que iban a votar por SP, que se pasan a JAK, José Antonio pasa a la segunda vuelta: el mejor de los mundos posibles. Es decir, en ningún caso se pierde el voto que se le otorgue a Kast.
4.ª Algunos creen que es
imposible que Kast salga elegido Presidente. Concordemos en que es difícil.
Casi imposible. En cambio, que pase a la segunda vuelta sería relativamente
fácil, si todos los que van a votar como
mal menor por SP (quien ya tiene el paso asegurado) se decidieran a votar
por Kast. ¡Es un círculo vicioso! ¡Kast no pasa a la segunda vuelta porque no
votan por él los que dicen que no votan porque no va a pasar a segunda vuelta…!
Les ofrezco este cálculo, que ha
hecho un amigo (Pablo Gaete), en el supuesto de que efectivamente consigamos
mover a las conciencias y detener el voto por miedo o por mal cálculo. El
cálculo correcto es este:
Total de votantes habilitados: 14.308.151
Evangélicos serían alrededor del 18% de los chilenos: 2.700.000
Evangélicos (civiles) = 2.400.000.-
Fuerzas Armadas, carabineros y ex uniformados:
Uniformados activos: 140.000
Reservistas: 104.000
Ex uniformados: 156.000
Total: 400.000
Familia militar completa (incluye cónyuge + 1,75 hijos mayor de 18
años): 1.500.000.-
Católicos (67% de la población): 9.600.000 votantes habilitados.
Católicos (civiles) =
8.600.000.-
Todo el resto (civiles no evangélicos y no católicos): 2.800.000
Supuestos.-
Votan por Kast:
1 de cada 4 evangélicos (civiles):
600.000.-
1 de cada 3 Familia Militar:
500.000.-
1 de cada 20 católicos
(civiles): 430.000.-
2,5% del resto: 70.000.-
Total votos Kast: 1.600.000.-
Si vota un 10% más que la 1.ª
vuelta de la elección presidencial anterior, sería el 54% de los habilitados
(la 1.ª vuelta de la elección presidencial 2015 fue el 49%), serían: 7.726.000 votos válidamente emitidos.-
% de Kast = 20,71%
Es decir, Kast puede pasar a la
segunda vuelta. Mi cálculo hilarante (sin calculadora) siempre arroja 21,45% o
22,12% o 23,34% (es para despistar).
Por otra parte, insisto en que
incluso si perdiera —en primera o en segunda vuelta—, la votación de Kast sería
la señal más poderosa de que representa a gente con sus principios.
5.ª Otros dicen que Piñera es bueno, ya lo hizo bien, que lo haga de nuevo, porque la izquierda hace todo mal. Esta tesis es irrelevante: cualquiera de derecha lo haría igual de bien. Por otro lado, parece que se refiere a la cuestión técnica solamente; pero la política es mucho más que eso. ¿Es bueno un candidato que viene con tantos descalabros en su vida pública y financiera, con tantas actuaciones cuestionadas, con tantos conflictos de interés, con tantas concesiones éticas a las peores ideologías de la época? ¿Ser rico es sinónimo de ser bueno? Atención: no me refiero aquí a su honestidad como persona privada —a quien respeto como a todos—, como hombre, marido, padre de familia, amigo, que es algo que desconozco y no me interesa ahora, ni quiero atacarlo en este plano de ninguna manera: grandes reyes tuvieron debilidades, como Fernando el Católico y Felipe II, y también grandes santos como san Agustín y santa María Egipciaca. Esta es la razón, por ejemplo, por la que apoyo a Donald Trump, aunque sus defectos personales son patentes.
6.ª Luego vienen los que simpatizan con el sobrino, Felipe Kast, que es un liberal de derecha. A estos votantes los valores morales no les interesan mucho y menos en el ámbito que debe exigir el Estado (no le toman el peso al matrimonio homosexual sobretodo). Son los liberales que tildan a Kast de mojigato extremista, y como «todos los extremos son malos» votan por Piñera, que es el candidato de derecha que queda. Esta gente tiene razón en votar por Piñera. Su error es mucho más de fondo y al menos ellos tienen a su favor que no venden su alma por miedo: la venden por plata y por sexo. Ellos son la derecha a la que desprecio con toda el alma: superficial, frívola, entregada a la revolución sexual (porque no ven nada de malo en pecados que claman por venganza al cielo), que tampoco advierten las grandes injusticias económicas y sociales porque viven de triunfo en triunfo en medio del exitismo profesional, los altos salarios, la prepotencia, los viajes de placer, las familias glamorosas hasta que se quiebran bajo el libertinaje de las infidelidades matrimoniales, el arribismo, el servilismo al dinero, el hablar de plata todo el día, el sentirse superiores porque tienen más aunque hace tiempo que renunciaron a ser más. Para ellos solamente imploro de Dios que los convierta, que les abra los ojos; pero discutir de votaciones en conciencia con gente plutócrata y corrompida no tiene sentido. Dan asco. Si alguno se siente herido por estas palabras, que sepa que en mí siempre hallará una mano amiga para conversar del tema y transitar hacia una vida digna del hombre.
7.ª Otros están anestesiados ante la gran injusticia que ha cometido Chile contra sus militares. Que los que cometieron crímenes deban pagarlos, es de sentido común, siempre que eso incluya a todos por igual. Pero hoy tenemos a terroristas gobernando y a militares metidos a la cárcel, sin debido proceso y con saña vengativa. Cualquiera que considere como anticuado defender esta causa, mientras todavía quedan personas en la cárcel, incluso de avanzada edad y con enfermedades invalidantes, tiene una insensibilidad moral probablemente anclada en los mismos vicios ya mencionados. ¿Qué más quisiéramos que cerrar ese capítulo doloroso de nuestra historia? ¡Pero no podemos hacerlo a costa de olvidar a los únicos que han pagado los costos de una orgía sangrienta montada por civiles!
8.ª Finalmente, a los jóvenes de derecha les digo una sola cosa: si ahora que son jóvenes, ahora que tienen ideales y altos sueños, se dejan embaucar por argumentos miedosos o por ideologías depravadas, no quiero pensar lo que pasará cuando sean viejos. En este sentido, se entiende que los jóvenes de izquierda hayan sido siempre más dignos de admiración que los de derecha: aquellos tienen ideales altos y no los transan; estos copian discursos y estéticas izquierdistas, pero están cerrados a los grandes ideales. ¿Tiene que ser siempre así? ¿Realmente están obligados a pensar que la moral, la justicia, el bien común, no son más importantes que el éxito económico individual o colectivo? Da pena una juventud así. Da pena.
¡Ánimo a todos, que alguna vez en la vida, y es ahora, se puede obrar conforme a lo que se cree!
Voten Kast, voten 2.