Manuel Pellegrini: ¿hay esperanza?
La entrevista a Manuel Pellegrini me ha devuelto la esperanza (por Margarita Serrano, con fotos de Miguel Sayago, en la revista El Sábado, El Mercurio, 7 de julio de 2007). No canonizo al entrenador chileno del Villarreal. No conozco al detalle sus virtudes. Ni me corresponde juzgarlo. Simplemente digo que ha ido dejando un rastro admirable. Afirmo que no es posible separar la ética de la técnica, ni en el fútbol ni en ninguna otra actividad. Donde se produce ese quiebre, se corrompe también, a la larga, la eficacia técnica, como vemos en esos países e instituciones y personas que van de tumbo en tumbo, arrastrando una miseria que hunde sus raíces más en la falta de virtudes que en la ignorancia científica o tecnológica.
A la luz de la experiencia de Manuel Pellegrini, comparto contigo, lector atento, mis conclusiones.
Manuel era —nos dice la entrevistadora— “un joven y prometedor ingeniero civil, uno de ocho hermanos de una familia tradicional y muy conservadora”, que abandonó su empresa constructora para ser futbolista profesional. Primera lección: ¡Cuánto ayuda provenir de una familia numerosa! Por cierto, mejor aún si es tradicional y “muy conservadora”. Las probabilidades de hacer las cosas bien, de superarse, de no detenerse ante los aparentes fracasos, aumentan con el número de hermanos, la herencia acumulada —no es igual una familia con varias generaciones a la espalda que una, por irme al extremo opuesto, con una sola o ninguna— y el adecuado acompañamiento moral (es mi traducción de lo que los periodistas suelen llamar “muy conservador”).
“En esos tiempos era más difícil emprender una carrera que no fuera tradicional”, dice Manuel. Es verdad. Su constatación me trae a la mente a don Ismael Sánchez Bella, primer rector de la Universidad de Navarra, quien en 1990, de visita en la naciente Universidad de los Andes en Chile, respondió así a un joven preocupado por seguir una carrera peor pagada que la de futbolista: “Mira”, le dijo, más o menos, “para los mejores siempre hay un buen trabajo, y vosotros vais a ser de los mejores”. De manera que, estimado amigo, sigue el impulso de Pellegrini junto con el de Sánchez Bella: Escucha tu vocación —sea el fútbol o la filosofía o la historia— y procura ser de los mejores.
Segunda lección: Más vale buscar la excelencia en pos de un sueño noble, que hundirse en la mediocridad, por falta de ilusiones, en algo que no nos atrae.
“Me siento muy identificado con el Quijote. Luchando por causas imposibles, persiguiendo sueños lejanos, pero caminando hacia ellos en las buenas y en las malas”, dice nuestro héroe. “Se levanta temprano, y desde las 8:30 entrena en la ciudad deportiva del Villarreal. A las 12:30 termina de gritar y de correr con los jugadores, se va a su oficina y recibe a los que llegan con distintas peticiones y problemas. A las 2 vuelve a su casa a almorzar, duerme 15 minutos de siesta, ve un montón de partidos de fútbol de los equipos rivales en la televisión y comienzan sus clases de las cosas más raras: acaba de terminar las de francés, porque no quiere perder lo que aprendió en los Padres Franceses de Manquehue; clases de alemán, de impostación de voz...”, nos informa la entrevistadora.
Tercera lección: El Quijote puede hacer realidad sus sueños, si se levanta temprano, trabaja duro, descansa lo suficiente (¡esos 15 minutos de siesta!), es cien por ciento profesional (¿cuántos entrenadores dedican las tardes a observar a los adversarios?) y aprovecha el tiempo con algo tan útil como aprender idiomas o manejar mejor su voz, su instrumento de liderazgo. No pude evitar recordar, al leer ese pasaje, que san Josemaría recomendaba, a los jóvenes que se acercaban a recibir su formación, que, además de estudiar mucho y bien, aprendieran uno o dos idiomas y oratoria, el arte de expresarse bien en público.
“No me gusta la noche. Me acuesto temprano con mucho gusto, porque me levanto muy temprano”, afirma Manuel Pellegrini. Y responde con delicadeza las preguntas un poco frívolas sobre cómo sobrelleva la distancia con su mujer, que vive habitualmente en Chile, con sus tres hijos (nota en aras de la transparencia: yo le enseñé Derecho Natural a su hijo Juan Ignacio, en la Universidad de los Andes). El hombre reconoce la dificultad: “Hay un costo importante por el hecho de perder la relación diaria, la cotidianidad. Me he perdido mucho de la formación de mis hijos”. Sin embargo, algo se puede hacer: “El día comienza con mi llamado a mi señora, luego vienen los mails con todos. Ella viaja una vez al mes a verme y ellos van en las vacaciones. Pero tengo que reconocer que nada de eso es suficiente. La única manera de suplir en parte mi ausencia en Chile es con el hecho de que mis hijos vean que estoy siendo coherente con mi vocación. Porque también es una esperanza para los jóvenes; saber que se puede llegar cuando uno tiene la convicción y la fe que yo he tenido para llegar, en una profesión no tradicional. Mis hijos han visto a su padre arriba y lo han visto abajo, y saben que yo he seguido, porque mi éxito no está en los logros”.
Cuarta lección: Una vida plena pasa por subir y bajar, pero no será un fracaso si se apoya en la firmeza de una familia. No quiero idealizar la familia de nadie —ni la de Manuel ni la mía ni la del lector—, sino poner el éxito profesional en su justo lugar en la jerarquía de los valores. La familia está primero. El aumento de los fracasos matrimoniales, el hecho de que la prensa —dominada por gente de ese talante— trate como normal el emparejarse y desemparejarse, la sutileza de las excusas que tantos rumian para evitar la depresión, nada de eso pueden oscurecer esta verdad brutal: en la familia se juega el verdadero éxito o fracaso vital.
Futbolistas amigos: ¿por qué no lo entendéis?
No comprendo el objetivo de la columna :
ResponderBorrara) ¿ Hacer que nuestros jovenes futbolistas y entrenadores miren el ejemplo de Pellegrinni ? ( Tal como su columna del pasado domingo en el Mercurio ? )...
b)¿ Proponer la beatificación de Pelegrini, y que se en todos los estadios encontremos su estatua ?...
c)Una "invitación" al lector a poseer muchos hijos, a ser catolicos ultra-conservadores, no divorciarse, levantarse temprano, no salir de noche, etc...
Sr. Orrego, en espacios privados como este no hay ningún problema en que usted despliegue su "apostolado epistolar" a los lectores. Es más, lo felicito, no por el hecho de compartir su "cruzada", sino por la perseverancia con que lo hace.
Pero que semanalmente, domingo a domingo, comprar el diario para encontrarme con su columna, me incita a cambiarme de diaro.
Le repito, puede ser muy valida (o no) su intento de evangelización, pero el medio que esta utilizando no es el correcto.
Lo estimo mucho como academico, y encuentro que tiene el nivel para comentar sobre actualidad, politica, etc, por lo que deberia dar un renfoque a sus columnas.
Es misión de los parrocos enseñar la doctrina, no de numerarios columnistas.
Como catolico, me da pena que mucha gente se aleje de la Fe al leer su columnas, ya que el efecto que usted, muchas veces, provoca no es el esperado. Incluso en su misión de acercar el Opus a la sociedad, me parece que también fracasa...
Saludos
PD : Lo otro, sería que reemplaze al padre Berrios en la revista El sabado ( que no estaria nada de mal jejeje...)
Censura y autocensura.
ResponderBorrarHe eliminado un comentario-spam (era solamente una invitación a ir a otra parte). De ahora en más, lo haré sin avisar.
He eliminado un comentario mío, que era una respuesta al anónimo. Recordé mi propósito de no responder los anónimos. Lo había olvidado, porque el anónimo era respetuoso y abierto al diálogo.
Por eso, lo dejo como comentario válido. No lo censuro, pero tampoco lo respondo.