Hi! I am Cristobal. Do you remember me? Sure you do! I was that little kid at the nursery, yea, when we were six months toddlers. I know that because I have found you in the official reccords of the nursery, via Google (yea, yea, I googled you!).
¿Y quieres volver a ser mi amigo?
Hi5.
Libroderrostros. Asdrúbal dice que mires su cara en Facebook. Ya la miré y no la recuerdo. Dice que la mires de nuevo, imbécil. ¡Ah, ya lo reconozco! Tiene que ser el guatón Farkas, que era el único que se atrevía a decirme «imbécil» en el Kindergarten. ¡Hola, guatón Farkas! ¡Qué feliz soy ahora que, tras cuarenta años de forzosa separación (tú te fuiste a vivir a La Dehesa y yo me quedé pegado en Las Condes), me descubriste en Google! ¡Imbécil, si te gugleé: nada sucede al azar! Ya, guatón, no me vengas ahora con que el azar es la providencia de los imbéciles, como dijo el desaforado francés ése que tú sabes.
Facebook.
Vinculados para siempre. Busca entre tus compañeros de la Universidad de los Andes. Busca entre los graduados de la PUC. ¿Verdad que te faltan amigos y por eso necesitas mantenerte contactado con el mundo? Consérvate conectado. Conexiones en conserva. ¡Qué gran idea! Onírica. Telúrica. Como si soñáramos despiertos que todos los aires y todos los polvos de la Tierra se concentran en un solo punto. El Aleph reloaded.
LinkedIn.
¿Todavía no tienes tu cuenta Google? Regístrate y comienza a disfrutar de todos los beneficios de un espacio casi ilimitado para almacenas mensajes (4 gigabáits y creciendo), registro de búsquedas, librería, sitio web gratuito y fácil de armar, documentos en línea (planilla de cálculos, procesador de textos y programa de presentaciones), bitácora en Blogspot, búsquedas especiales de libros y artículos científicos y patentes y . . . , tu ficha médica on-line, tus bases de datos on-line, tus grupos de amigos y listas de correo electrónico, tu red de tiendas on-line con pago seguro, tu acceso a todos los rincones conocidos de la Tierra y del universo, tus mapas . . . Y sigue aumentando. Y las imágenes y los videos (¡Youtube es nuestro!).Y si te sientes solo, únete a la red social más poderosa. En Google nada te falta.
Orkut.
Ya sabíamos que cada novedad en la técnica nos pondría de frente con más de una en la práctica humana individual o colectiva. El poder engendra el deber. El progreso en el poder nos abre un dilema nuevo; genera un horizonte ampliado de deber, hacia el cual cabe orientarse bien o mal. Siempre podemos mejorar o empeorar; y mientras más podemos hacer cualquier cosa, más podemos mejorar o empeorar mediante lo que hacemos. El odio de un salvaje indómito, selvático, puede ser tan brutal e intenso y frío y despiadado como el de un burgués refinado; pero no puede ser tan dañino, tan destructivo, tan poderoso. Tal es la carga del poder: el deber. Tales son las preguntas acuciantes que golpean las conciencias de los hombres honrados cuando pueden pero no saben si deben.
Sí, porque, incluso si aceptáramos que «saber es poder» —no deberíamos hacerlo sin mil precauciones y desmentidos—, nunca será verdad que «poder es saber». Normalmente será al revés: «poder es ignorar».
Si podemos mantener vivo a un esqueleto humano que no piensa, ni siente siquiera, pero respira gracias a una máquina y se nutre como un bonsái, ¿debemos mantenerlo así porque su vida es sagrada, conservarlo como un altar o como una reliquia que vive? ¿No? ¿Podemos, entonces, matarlo para no ensañarnos con el pobre vegetal? ¿Cómo que «vegetal»? ¿Es lícito o conveniente hablar así de los seres más queridos? El poder sobre la vida, ¿nos da también un nuevo poder sobre el lenguaje humano?
La explosión de las ciberredes de contactos profesionales, amistades, antiguos alumnos, y vaya a saber Dios qué más, suscita también sus problemas, aunque no sean de vida o muerte.
¿Me inscribo en todos los grupos de amigos y redes de negocios, a los que, quizás, me está invitando una máquina, automáticamente, que recopila todos los posibles contactos de un sujeto que solamente hace click? Si me inscribo en uno, ¿dejo fuera a los amigos de los otros? ¿Por qué Hi5 y no Facebook? O, como diría el alemanote ése medio críptico que ha subyugado a los filósofos: ¿Por qué LinkedIn y no más bien la nada? ¿Deberé tener un perfil en todas partes y no ser capaz de atender a ninguno? ¿Cuánto tiempo que dedicamos a enterarnos de la última vuelta de tuerca de un ser lejano es, en realidad, un robo de la atención debida a tantos que nos rodean, para los que, qué rápido se nos va la vida, ¡no tenemos tiempo!?
Ahora que he decidido tomar el cibertoro por los cibercuernos, os hago, amables lectores, partícipes de mis decisiones radicales, resumidas en seis reglas.
Primera. Solamente me inscribiré en una hiperred cuando me invite una persona de carne y hueso, a quien haya conocido de cerca, y a quien no pueda ni deba negarle un ejercicio tan breve como abrir una de esas cuentas personales.
Segunda. Estaré en todas, absolutamente todas, las redes que sea necesario, con tal de cumplir la primera regla. Si por amor a mi hermana me enredé en Hi5, ¿con qué cara rechazo a mi madre, que está en Facebook?
Tercera. Invitaré a admitirme como amigo, miembro de su red, únicamente a personas de carne y hueso que ya estén inscritas en el respectivo sitio de redes personales. A nadie le haré perder el tiempo abriendo cuentas nuevas.
Cuarta. Añadiré Yoono a mi Firefox —o algún servicio parecido— para conectarme simultáneamente a todas mis redes.
Quinta. Salvo que un amigo me requiera o que yo necesite contactarlo, no entraré en estos sitios de redes solamente para ver qué pasa.
Sexta. Si las cosas se enredan demasiado —si terminan ahogando la vida real—, eliminaré todas mis cuentas.