Balance vital
Ensayo de capítulo de libro de autoayuda. Si os gusta y —como siempre— me enviáis un millón de dólares, os escribo el libro. Si alguno se suicida, deslindo toda responsabilidad.
Toda tu vida en la balanza
Algo se mueve dentro de ti. La angustia de los años que pasan. Los sueños incumplidos; las pesadillas que sí fueron. Un hormigueo de insatisfacción con tu yo más profundo, esas aguas inquietas, irresolutas junto al ser extraño que duerme a tu lado, los hijos que ya no te adoran como cuando eras la persona incomparable.
Algo murmulla dentro de ti: “La vida se está terminando y no has hecho nada”. Sí, que nada y menos que nada parecen esos negocios —la mitad fracasó—, y esas carcajadas efímeras para ocultarme a mí mismo el hastío más espantoso, y esos engaños de los que casi nadie sabe. El mundo proyectado ya no será. El mundo seguirá su curso con mi ausencia inadvertida. Inadvertida como fue fugaz y oscura e insignificante mi presencia en esta tierra de sombras.
Algo se revuelve dentro de ti. Tu vida está en una balanza: ¿éxitos, fracasos?; ¿riqueza, pobreza?; ¿salud, enfermedad?; ¿amigos, enemigos, hijos, gratitud, ingratitud, placeres, viajes, cine, ópera, yates, cabalgatas, amoríos, risas? Y, al final, llantos sin motivo, iras apagadas, sinsabores en medio de la abundancia.
Vacío. Nihilismo. Nada.
Al final, ¿qué he hecho que dejara una huella en el alma, en la historia, en la patria? ¿Qué queda sino papeles para la hoguera, trastos viejos, nada?
¡No! ¡No, por favor, que hay más en la balanza! ¡Autoayúdate, imbécil!
Hasta tu último suspiro en este mundo impulsa el olor de la felicidad. Respira con calma. Da un paseo en contacto con la Madre Naturaleza. Gaia te espera: ¡ábrele tu mente!
Libérate de los prejuicios de la sociedad capitalista productiva. Piensa que más valen los recuerdos del amor en tu alma que todas las heridas del desengaño. En la balanza no está solamente la vida exterior, productiva, siempre limitada y llena de fracasos, que no se equilibra con nada. ¡No! Mira tu vida interior, todas esas semillas de eternidad que saltan por los aires cuando sueñas, ¡cuánto más pesan en la balanza que todas esas cosas que contaminan los sueños de ambiciones rastreras!
Alza la mirada hacia las nubes del sentido total de la existencia. Si tu vida en la balanza te parece un feroz fracaso, clarifica tu mirada con los ejercicios de maestro Olim Yamikatzu. Son siete movimientos del espíritu y del cuerpo. Si los sincronizas bien, volarás por las alturas de la autocomprensión y de la vida plena.
Primero. Cuerpo: recuéstate sobre una alfombra de suaves tonos verdes y rojos. Espíritu: durante diez minutos respira y espira acompasadamente, pensando tan sólo en las verdes montañas y los atardeceres rojos de tu juventud. Solamente tres minutos diarios bastan, pero es imprescindible la alfombra verdirroja.
Segundo. Cuerpo: dedo meñique de la mano izquierda toca dedo meñique del pie derecho y dedo meñique de la mano derecha toca dedo meñique del pie izquierdo, mientras el resto del cuerpo se recuesta suavemente de la manera más cómoda posible. La comodidad es el secreto de la autoayuda. Espíritu: concentre el ojo del alma en las uñas de los dedos meñiques y repita: “El mundo es pequeño; solamente el alma es grande”. Dos minutos después de una ducha tibia.
Tercero. Cuerpo: de pie en posición marcial, con los brazos alzados hacia adelante, los ojos bien cerrados y el oído atento. Espíritu: escuche un concierto para piano y orquesta, mientras pronuncia mentalmente su apellido en orden inverso (por ejemplo: si González, Zeláznog; si Irarrázabal, Labazárrari; si Bachelet, Telechab), con pausa, pensando en usted mismo. Por lo menos, cinco minutos cada día.
Cuarto. Regreso al tú, porque las galaxias respiran en tu tristeza. Cuerpo: bebe un yogur sin respirar. Espíritu: ¡respira enseguida!
Quinto. Cuerpo: salta sobre una cama elástica durante media hora. Espíritu: grita improperios fuertes, de desahogo, contra quienes más te han hecho daño. Una vez a la semana.
Sexto. Cuerpo: acurrúcate en posición fetal dentro de la cama, antes de dormirte, mientras te haces cosquillas en las plantas de los pies. Espíritu: recorre tu día cronológicamente y desea algo positivo para cada rostro que recuerdes, incluso el de tus enemigos. Duerme. Diariamente.
Séptimo. El gran secreto del maestro Yamikatzu. Cuerpo: cruza los brazos a las espaldas, entrelazando los dedos. Espíritu: repite, con cada movimiento de los dedos, un nombre de animal pacífico: hormiga, mosca, gato, picaflor, paloma, ganso, en fin, el que quieras. Piensa en la paz. Siente el amor dentro de ti. Hazlo todos los días cuatro minutos.
La vida te acompaña. Las fuerzas y energías y karmas del universo están en el lado positivo del balance. Basta pensar positivamente para que las cosas vayan bien. Piensa positivo, ama el amor, detesta el odio, rompe con tu pasado de mentiras, sí, pero pon en la balanza más que tu vida superficial toda esa vida que siempre ha estado dentro de ti.
Llama al silencio. Escúchalo. Sube la escala de los pensamientos cargados de energía cósmica, telúrica, inextinguible.
No pienses más en tus fracasos. No pienses: ¡siente! ¡Vive tus mil vidas pasadas en una sola! ¡Sueña con el proyecto futuro! Sí, porque tras la muerte que pronto te espera habrá una nueva oportunidad: serás un personaje famoso o quizás una hermosa vaca o un cerdo bien engordado. Algo grande y admirable. Solamente tienes que proponértelo con toda tu capacidad de concentración. Mira, así: “Cuando muera, seré un cerdo, seré un cerdo, seré un cerdo”. Y seguro que lo consigues, porque el maestro Yamikatzu nunca se equivoca.
Yo también pasé por una crisis de balance vital, hace muchos años, cuando creí que jamás conseguiría superarme. El maestro Yamikatzu vino al rescate, por medio de uno de sus libros de autoayuda. Me autoayudé y, tras algunos intentos fallidos, al fin, al fin he conseguido reencarnarme en un cerdo.
Mi único problema, ahora, es que no consigo cruzar los dedos detrás de la espalda.
o mejor, anda donde el cura opazo y rézale a san expedito. si eso no tre resulta querido amigo, arrodillate, reza 10 padres nuestros y 10 ave marías, de ahí eleva unas plegarias y rézale a dios que está en el sagrario. ahora bien, si eso tampoco te resulta, significa que eres un pecador redomado, y entonces tendrás que aplicar una técnica distinta. quizás te haría bien colocarte silicio, para así expiar tus pecados.
ResponderBorraramigos míos, sigan este camino, y no le hagan caso a todos esos locos que hablan de autosanación, ellos no saben nada. pero bueno, los dejo que estoy elongando mis rodillas para tenerlas bien entrenadas para la peregrinación a lo vásquez.
Bueno, gracias por los consejos Sr. Anónimo.
ResponderBorrarYo los sigo casi todos!.
Para asegurarme, voy donde dos curas, ambos muy santos que no solo me dan muy buenos consejos, sino que a través de ellos nuestro Señor Jesucristo perdóna mis pecados y me renueva en la esperanza.
No rezo 10 padrenuestros, quizás rezo más y alrededor de 60 avemarías, porque a la Madre de Dios, Alfa y Omega no se le puede rezar menos en un día.
Por mi carácter me cuesta mucho pedir, pero pucha, mejor no creerse el súperhombrequetodolopuede y apocarse y pedir...hasta la luna si es posible. Porque a todo esto, un amigo mío, muy buen estudiante, cada día sufre más, porque como cada vez le va mejor, piensa que cada vez debe hacer más cosas por si mismo, pobre él, que no sabe que pedir ayuda está permitido.
El silicio no lo uso, no porque crea que en ese consejo se equivoca usted señor anónimo, sino porque es una opción que decidí no tomar. Para no vivir en las burgueses comidades, que por cierto usted no acostumbra, he decidido hacer ayuno, ayuno y ayuno, penitencia, penitencia, penitencia.
A Lo vásquez no voy aún, pero ya iré, ¿Cómo no querer abrazar a mi Madre Santa en el Cielo? Ojalá nos veamos en el camino y nos recemos un vía crucis en serio, de esos que duelen y recuerdan que Dios se hizo carne y murió por mi y por usted.
Lo bueno Sr. Anónimo, es que todo me resultó a la primera, pues cuando el Sr. no atendió mi oración, no fue porque no la escucho, sino más bien porque mi sobervia me empujaba a querer que Dios actuara como yo quisiera, aún cuando ello me produjera los más terribles de los males.
La otra vez una amiga mía enfermó muy grave, recé mucho, pero murió. Grande fue mi alegría al sabe que Dios le había regalado un Cáncer, lo que dio tiempo para que nos despidieramos como corresponde, y ella puediera darnos sus ultimos mensajes y arrepentirse de todo lo malo.
Espero, siguiendo sus sabios consejos y con la siempre poderosa ayuda de la Santa Madre Iglesia, llegar a encontrarme con ella, para así no seguir el camino que el profesor Orrego propone con el Maestro Yamamoto o como se llame.
Saludos,
Joaquín Garcés Díaz.
Don joaquín, qué alegría me da escucharlo. es que en un mundo de tanta insenstaez da gusto escuchar a gente sensata, en vez de a tanto charlatán que habla de la paz y amor.
ResponderBorraryo tambiçen hago mis sacrificios, puras duchas frias, que además de fortalecer mi espiritu me alejan de cualquier pensamiento pecaminoso. ese maestro japonés no cacha nada. quizas tiene al demonio en el cuerpo.
"David Hume, que era creyente, insistió en este punto de un modo absolutamente conmovedor cuando escribió que la única forma de demostrar un respeto auténtico por Dios era actuar moralmente sin tener en cuenta la existencia del mismo." Slavoj Zizek.
ResponderBorrarPrimero, habría que ver que entendía Hume por "actuar moralmente".
ResponderBorrarLuego, si el señor Zizek entendía a Hume y a que se refería con "actuar moralmente".
no, nada de eso. hay que seguir al sensei de cristóbal. no ven que anda más cambiado, más alegre, por algo escribió sobre el esoterismo. ese maestro japonés nos debería decir cómo actuar, y así podremos sintonizar con las buenas vibras de cristóbal "paribeth" orrego. ommmmmm.
ResponderBorrarLas faltas de respeto del que no se identifican son tantas que no vale la pena ni comentarlas, baste de ejemplo que ni siquiera es capaz de dar su nombre.
ResponderBorrarUna lástima, pero así se construye la sociedad en nuestros días.
¡Qué bueno que das señales de vida Cristóbal!
ResponderBorrarSaludos,
Álvaro P.