La hipocresía de los anticlericales
Así comenzó la violencia antirreligiosa. Así se genera la espiral de la intolerancia. Así se hace difícil conversar, cuando unos tienen a la vez las armas de la dialéctica y las de la pólvora.
De vez en cuando, un comentario sobre cuestiones de actualidad de Chile, América y el mundo, por Cristóbal Orrego Sánchez, Profesor de Derecho en la Universidad Católica de Chile.
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Posted by Cristóbal Orrego at 2:49 p.m. 9 comments
Una de las muestras más evidentes de las raíces cristianas de España es el cariño con que nos tratan a los extranjeros, quizás particularmente a quienes procedemos de América.
No, no miro a través de los lentes azulados de quien se siente acogido en una casa del Opus Dei, o en el círculo más amplio de sus amistades católicas, que, por convicción y más por virtud, tienden al trato respetuoso, amable, caritativo. Todo esto es verdad, sin duda, y más aún, si cabe, en los pasillos de
Europa, España en ella, en cambio, es todo lo contrario: un esfuerzo ímprobo por mantener las formas de la caridad cristiana, aunque ya tantos no crean en Cristo. Al impulso natural hacia el racismo y el complejo de superioridad se sobrepone la fuerza sobrenatural del amor, aunque tantos ciudadanos civilizados se resistan a reconocer su origen. España, que ha sido asolada por una transformación cultural impuesta desde arriba, desde el poder, tal como antes, en los tiempos de Franco, se defendió desde arriba, desde el poder, la identidad católica de una sociedad amorfa, indiferente, tibia, burguesa, esta España sigue siendo, a pesar de todo, el imperio de la fiesta y del cariño. Por eso un español podrá reírse de un negro y de un chino y de un sudaca, y un español anticlerical se mofará de los curas y de
De manera que sí: estos rasgos de celebración y de caridad se advierten potenciados en los ambientes auténticamente cristianos: una familia numerosa anclada en el camino neocatecumenal, una peregrinación a
He visto a
He visto a
Con la fuerza de la libertad, de la alegría y del gozo sano, del ejercicio de los derechos políticos, podemos edificar una civilización de la libertad bien ordenada. Sí, se puede, porque todavía quedan las raíces de la caridad. Desde ahí puede España, como Europa, reconstruir la fraternidad sin fronteras, la expansión hacia el mundo de lo que casi todos los españoles hacen con los extranjeros que se cruzan en su camino.
Posted by Cristóbal Orrego at 2:58 a.m. 4 comments
Recomiendo seguir el seguimiento que Marta ofrece en estos días a la visita de Benedicto XVI a Estados Unidos.
Los énfasis de la prensa son demasiado unilaterales, aunque es de agradecer el respeto con que ha sido tratado el viaje en los medios serios de comunicación (quiero decir, en los que yo he leído o visto).
Posted by Cristóbal Orrego at 6:16 a.m. 1 comments
Posted by Cristóbal Orrego at 7:51 a.m. 3 comments
La grandeza de España refulge en los monumentos de piedra que la barbarie posmoderna no ha querido o no ha podido derrumbar. Refulge en el Real Monasterio de San Lorenzo de El Escorial, adonde he acudido para saciar la sed de armonía y de equilibrio que me niegan esos mamarrachos arquitectónicos de cemento a la vista y vidrios y suciedad de hierros viejos. El magnífico palacio con monasterio subsiste como símbolo y recuerdo de la gran batalla, exitosa en lo fundamental, que los reyes de España supieron dar por la identidad católica de sus reinos, cuando en otros lugares avanzaba la reforma protestante a sangre y fuego.
La verdad es que no se me ocurre qué podría haber hecho en esa época quien quisiera defender la identidad nacional, estrechamente unida a la fe católica, sin recurrir a las armas. Ahora estamos acostumbrados a la convivencia pacífica entre personas de diversas creencias. Mas ya comenzamos a ver que esa conversación serena no excluye el uso de la fuerza, por parte de las autoridades, cuando algunos grupos pretenden imponer con la violencia su propia visión de las cosas. Y conste que defiendo el derecho de todos los ciudadanos a utilizar los cauces del sistema político democrático para hacer prevalecer sus convicciones acerca del bien común. Por eso, no tengo objeciones democráticas contra una futura Europa mayoritariamente islámica en sus costumbres y en sus leyes. Solamente defiendo también el deber de las autoridades estatales de detener los intentos de expandir esas costumbres, o cualesquiera otras, sin darse la molestia de usar los procedimientos establecidos para la pacífica confrontación de los diversos pareceres. Ese deber del Estado es la garantía de los derechos de los demás ciudadanos a procurar que triunfen, también mediante el pacífico recurso a los cauces instituidos, sus propias posiciones en el debate político.
El Escorial nos habla de todo eso, de la defensa cuando algunos pretenden subvertir el orden social. No olvidemos que en esa época todos consideraban que la religión debía constituir el fundamento del orden público. En consecuencia, una religión falsa era considerada de inmediato una amenaza contra el orden público. Por eso hubo guerras de religión: no porque estuviera en juego la religión, libremente asumida por ciudadanos respetuosos de los demás, como nos gusta pensar con ingenuidad graciosa, sino porque estaban en juego el poder, los territorios, las lealtades, las riquezas, los reinos, los honores, todo menos Dios. Desengañémonos. Los príncipes cristianos estaban acostumbrados a luchar contra el Papa, y contra el Pontífice Romano lucharon decididamente cuando fue necesario. Por eso hallaron tantos un aliado tan poderoso en las nuevas doctrinas de Lutero, que liberaban completamente el demoníaco poder civil de la tutela del Anticristo, es decir, del Papa. Lo sorprendente fue que algunos príncipes, y notablemente Carlos V y Felipe II, sacrificaran sus intereses temporales para mantener la fidelidad a Roma en lo esencial.
De todo eso nos habla El Escorial.
Mas también contiene obras de arte excepcionales, que un americano suele ver solamente en fotografías. Yo confieso que he estado varios días bajo el embrujo de esos cuadros. Innumerables representaciones de San Jerónimo, como la de Tiziano, que nos lo presenta con su Biblia, el león, la calavera, la mirada penitente hacia el Crucifijo. O esa Última Cena, del mismo Tiziano, con detalles de colorido, de esa tensa atmósfera que, sin embargo, no afecta a un perro y a un pájaro a los pies de la mesa, como no afectan ahora a los animales todas las grandes traiciones que padece Cristo. O esos lienzos de San Pedro y San Ildefonso, por el Greco, aparte de su sobria representación de San Francisco de Asís mientras recibe los estigmas y su Adoración del Nombre de Jesús, que los especialistas consideran una alegoría de
Y muy cerca, enclavada en la roca, la gigantesca Abadía Benedictina del Valle de los Caídos. Se levantó a partir de 1940, con la magnificencia propia de quienes habían salido de una crudelísima guerra civil. Todos conocen bien que esa guerra fue la respuesta de una España exhausta por la persecución religiosa del comunismo durante
Ahora, sin embargo, tras tantos años, el régimen de Rodríguez Zapatero, sabedor de cuánto une a sus huestes anticlericales atacar a
Tras 33 años desde el entierro del general, la magnificencia del templo sigue incólume. España, en cambio, ha sido destruida en sus raíces más profundas. Se disuelven las familias con divorcios express, así a lo bestia. Se inmolan decenas de millares de niños no nacidos con total impunidad y autorización legal (atención: la campaña por el aborto en Chile ya proporciona cifras inventadas, usualmente infladas como reconocieron los activistas estadounidenses y franceses en su tiempo, para presionar por la legalización). Se empuja desde el Estado, desde los colegios, desde todas partes, a la promiscuidad de los jóvenes y de los niños. Se legitiman las prácticas homosexuales, como si fueran naturales. Sí, soy consciente de que atraeré las iras de los amantes homoeróticos; pero, en fin, no puedo callar uno de los aspectos de la corrupción hispana.
Mas hay esperanza. Las minorías proféticas existen. Y resisten como pueden.
Posted by Cristóbal Orrego at 9:09 a.m. 4 comments
Mi desconexión de la contingencia chilensis ha sido más que agradable. Por eso, espero escribir en las próximas semanas algunas observaciones desde Europa.
A los que esperan columnas en El Mercurio, les aviso que ya conversé con mi editor para abstenerme durante el viaje. Ya les he contado que esto permitirá probar nuevas voces, y, en una de esas, replantear no solamente mi periodicidad, sino incluso mi permamencia.
Es que desde Europa, desde lejos, se ve demasiado tentador volver a la reclusión de la exclusividad académica.
Posted by Cristóbal Orrego at 4:08 a.m. 3 comments
Posted by Cristóbal Orrego at 9:50 a.m. 9 comments
Labels: Cristóbal-Personal, Periodismo-Chile, Política-Chile
Posted by Cristóbal Orrego at 4:09 p.m. 3 comments
Posted by Cristóbal Orrego at 8:43 a.m. 7 comments