¿Resignarnos a un candidato liberal?
En El Mercurio:
Cartas
Viernes 19 de julio de 2013
Primera vuelta
Señor Director:
Tras la pena personal de Pablo Longueira, aparte de agradecerle con admiración el esfuerzo realizado y la grandeza de ánimo para asumir su enfermedad, sus conciudadanos debemos aprender una lección sobre la política. Quizás aprenderemos de una vez por todas que la historia no está nunca predeterminada: está en manos de nuestra libertad y también de sucesos que no dominamos. Todos podemos enfermarnos o morir cuando nadie se lo espera.
En cuanto al asunto político, sugiero volver a la idea original de la selección de los candidatos no mediante primarias, sino derechamente mediante la primera vuelta. Estoy seguro de que los representantes de modelos de sociedad alternativos al que propone la Nueva Mayoría (aunque no sabemos bien cuál es) podrían competir fieramente en noviembre, sin callar sus convicciones sobre la justicia, la libertad, el mercado, las mejores políticas económicas, la democracia, el gobierno militar, la religión, la familia, el aborto, la solidaridad, etcétera.
Ojalá se presenten algunos de los mejor posicionados en la centroderecha: Joaquín Lavín -aunque no creo en sus estrategias, lo que es harina de otro costal-, Andrés Allamand, Manuel José Ossandón, José Antonio Kast y, quizás, incluso, Laurence Golborne.
Entonces, si las mejores ideas fueran expuestas con convicción y sin temer a los gritos de las marchas callejeras y su violencia verbal o física, seguramente obtendrían suficientes votos como para que nadie se arrogara el derecho a representar un consenso que no existe acerca de un malestar que cotidianamente pocos sienten (y que, cuando se siente, nada tiene que ver con las ideologías fanáticas que mandan en la calle).
Cristóbal Orrego Sánchez
Tras la pena personal de Pablo Longueira, aparte de agradecerle con admiración el esfuerzo realizado y la grandeza de ánimo para asumir su enfermedad, sus conciudadanos debemos aprender una lección sobre la política. Quizás aprenderemos de una vez por todas que la historia no está nunca predeterminada: está en manos de nuestra libertad y también de sucesos que no dominamos. Todos podemos enfermarnos o morir cuando nadie se lo espera.
En cuanto al asunto político, sugiero volver a la idea original de la selección de los candidatos no mediante primarias, sino derechamente mediante la primera vuelta. Estoy seguro de que los representantes de modelos de sociedad alternativos al que propone la Nueva Mayoría (aunque no sabemos bien cuál es) podrían competir fieramente en noviembre, sin callar sus convicciones sobre la justicia, la libertad, el mercado, las mejores políticas económicas, la democracia, el gobierno militar, la religión, la familia, el aborto, la solidaridad, etcétera.
Ojalá se presenten algunos de los mejor posicionados en la centroderecha: Joaquín Lavín -aunque no creo en sus estrategias, lo que es harina de otro costal-, Andrés Allamand, Manuel José Ossandón, José Antonio Kast y, quizás, incluso, Laurence Golborne.
Entonces, si las mejores ideas fueran expuestas con convicción y sin temer a los gritos de las marchas callejeras y su violencia verbal o física, seguramente obtendrían suficientes votos como para que nadie se arrogara el derecho a representar un consenso que no existe acerca de un malestar que cotidianamente pocos sienten (y que, cuando se siente, nada tiene que ver con las ideologías fanáticas que mandan en la calle).
Cristóbal Orrego Sánchez
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