Señor Director: Se está ejerciendo una presión moral ilegítima para que los ciudadanos acudan a votar, cuando la inmensa mayoría de ellos están sometidos a una desinformación y propaganda que los excusa de hacerlo, o que, si me apuran, quizás los obliga a no votar, porque no se debe obrar con una duda positiva acerca de la moralidad del candidato. No basta con decirles: "infórmense bien y voten en conciencia", porque las dificultades para hacerlo son enormes, quizás insuperables para la mayoría.
Me considero un ciudadano informado. A duras penas he dado con un candidato a concejal respecto del cual puedo pensar que mi voto no coopera con el mal moral. Ya antes me equivoqué al creer que mi candidato a senador, la vez pasada, se mantendría firme en sus promesas.
Por eso, pienso que aunque unos pocos tenemos razones positivas para ir a votar, también son muchos los que legítimamente pueden tenerlas para no hacerlo. No es justo estigmatizarlos, porque están en una situación de desinformación insuperable. No necesariamente son cobardes, perezosos o indiferentes. Quizás son, simplemente, seres humanos normales.
Y no me digan que alguien está obligado a perder el tiempo votando en blanco o anulando su voto (yo lo haré en el caso de mi votación para alcalde). Esa obligación moral de apoyar una democracia fallida, que sistemáticamente desinforma y manipula a sus ciudadanos, simplemente no existe.
Cristóbal Orrego Sánchez
II. La aclaración, a una lectora preocupada, que ha tenido largas discusiones con personas que no votan, que entiende es un deber moral ir a votar (aunque va a anular el voto para alcalde). Me dice que le pareció pésimo el voto voluntario. Y me dice que después de leer mi carta queda con la impresión de que yo justifico que la gente no vote. Me pregunta si entendió mal.
Pues aquí comparto mi aclaración.
Entiendo tu experiencia: se parece a la mía, intentado que los jóvenes sean ciudadanos activos y antes que eso personas moralmente rectas.
No justifico que dejen de votar quienes tienen los medios para superar la desinformación brutal a la que está sometido el grueso de la población. Es tu caso y el mío, y probablemente el de [esas personas cercanas a ella que no votan]. Espero que eso haya quedado claro, al decir que considero que yo mismo tengo razones para votar. Y te cuento que hice el ejercicio de informarme...: lento, trabajoso, en el cual con mi visión del mundo pude descartar a muchos candidatos, pero a duras penas hallar uno que me diera garantías (atención: quizás son varios los que igualmente las dan, y no quisiera calumniar a ninguno en particular, pero esa información no aparece en ninguna parte).
Sin embargo, no todos tienen la obligación moral de votar siempre. Sobre todo, me asombra la cantidad de presión moral que se ha puesto sobre muchos pobres cristianos, y más que nada sobre los cristianos pobres, estigmatizados como cobardes, indiferentes, irresponsables, apáticos, por algunos columnistas católicos, y hasta amenazados de que cometerían pecado, por curas que NO les recuerdan prácticamente ningún otro pecado posible (o que derechamente, a los pocos que se confiesan, les dicen que no es pecado si es con amor). Esto último es más escandaloso todavía: que desde el púlpito se obligue a votar a quienes no se les dan ni siquiera pistas acerca de dónde está el bien y el mal. Es inmoral hacer votar a alguien a ciegas. Son ovejas sin pastor.
También era partidario de que el voto fuese obligatorio legalmente en una democracia, en cuyo caso sería en principio moralmente obligatorio por el deber moral de obedecer las leyes justas. Aunque en tal caso también quedarían excusados los que no pudieran cumplir esa ley por imposibilidad moral de superar la desinformación.
Así que dile a [una persona adulta informada] que, si se queda en la casa en un asadito, se va al Infierno. Pero [otras personas menos capaces de informarse bien]... al Purgatorio no más.