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jueves, noviembre 15, 2012

Pasiones políticas

Me gustaría encontrar mi columna sobre enemigos públicos, amistad personal, para leérsela a quienes, con exceso de pasión, han enfrentado las últimas elecciones municipales y universitarias.

No debemos confundir la derrota (yo siempre he sido derrotado, desde el Sí en el plebiscito de 1988 hasta el presente . . . ahora me pregunto si alguien más habrá votado por el Sí en el plebiscito, creo que el 43% lo hice yo casi solo con mi voto . . . ) con una enemistad total contra los vencedores. Eso es ridículo. Prefiero el modelo de Tomás Moro, que colaboró en cuanto pudo con su monarca, y rehusó hacerlo en el resto.

Sé que esto no se entiende hoy, pero yo, que no voté por Michelle Bachelet ni por Sebastián Piñera, no habría tenido ningún problema en colaborar con su gobierno, en cualquier área del bien común compatible con mi conciencia. No tendría ningún problema, por ejemplo, en ayudarles en Educación o Justicia o Relaciones Exteriores . . . sin por eso declararme partidario de su gobierno. Es lealtad con el país, que nunca tendrá gobernantes totalmente a la pinta de nadie.

¿Traidor, amarillo, demo? Espero que no. Bueno, traidor, quizás; amarillo, raras veces; demo, jamás.




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