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miércoles, noviembre 15, 2017

Carta de respuesta a Luis Larraín

No fue publicada, pero hice el intento de escribir algo más tranquilo que la diatriba del otro día.

Copio.


Oligarquía vergonzante: réplica a Luis Larraín


Señor Director:

¿Quién habría pensado que un líder de opinión de derecha, ministro del gobierno militar y acérrimo defensor de la economía liberal, habría instado a votar por Sebastián Piñera, un candidato más cercano a Aylwin y a Bachelet que a la derecha tradicional?

Así lo hace Luis Larraín en su columna del sábado. Sus argumentos no convencen.

Comienza por adherir a la campaña del voto útil, que, por temor a que gane la izquierda, procura atraer a los que votarían por José Antonio Kast si siguieran sus convicciones. No tiene sentido, porque Sebastián Piñera pasará a segunda vuelta en cualquier caso; pero el peor escenario es que enfrente a una izquierda unida, en lugar de a un candidato de derecha. Además, esta campaña del terror patriótico, “por nuestros hijos”, etc., lleva a rebajar la dignidad ciudadana de quien, por un miedo irracional, renuncia a manifestar en primera vuelta, donde no se juega ningún “mal menor”, su auténtica visión ética y política.

Lo más sorprendente, con todo, es que Larraín no acepte que «Kast representa mejor el pensamiento de derecha». En todos los puntos que sirven hoy para contraponer a la derecha y a la izquierda, Kast gana: defensa de los valores tradicionales (vida y familia, con la intención de revertir la ley de aborto y de detener el avance de la agenda LGBTI); reconocimiento del legado del gobierno militar y protección de los derechos fundamentales de los militares; mano dura contra el nepotismo, la corrupción, el narcotráfico, el terrorismo y la delincuencia; reconocimiento de la presencia pública de la religión, especialmente de la mayoritaria (cristianismo), sin menoscabo de las otras; Estado pequeño, impuestos más bajos, economía libre de mercado; transversalidad social y económica (como la de Pinochet y la primera UDI); etcétera.

A uno puede gustarle o no la derecha, pero decir que Kast la representa menos que Piñera me parece, a lo menos, autoengaño.

En su empeño por probar su punto, el columnista afirma que es “artificioso … esgrimir el pinochetismo para votar por José Antonio Kast”. Por mi parte, no creo que haya nadie que sea leal a la memoria de Pinochet —o a los militares perseguidos— y que pueda votar por Piñera. Tan absurdo es el argumento, que para probar que Kast no representa al pinochetismo… Larraín tiene que afirmar que «el pinochetismo nunca existió». Aquí apelo a la memoria de los chilenos, desde 1973 hasta los funerales del Presidente Pinochet, pasando por su detención el Londres. Otra vez: a uno puede gustarle o no el pinochetismo, pero decir que “nunca existió”… es, como mínimo, un potente autoengaño.

Finalmente, Luis Larraín acude a un argumento desesperado: que “la candidatura de Kast es una candidatura sobre el pasado y la de Piñera una sobre el futuro”. Desconoce así la naturaleza de toda política y de toda elección: las alternativas son siempre sobre el pasado —la historia que se quiere continuar o rectificar, las tradiciones y valores que nos inspiran— y sobre el futuro, esa sociedad mejor a la que aspiramos. Larraín centra su argumento en la posición de Kast sobre lo que sería justificar “que algunos chilenos, por su condición sexual, no tengan los mismos derechos que los demás (…), algo que ya no se acepta fácilmente en Chile, especialmente entre los jóvenes”. En ese punto, la postura de Kast sería del pasado; la de Piñera, en cambio, del futuro.

Aquí hay una confusión enorme. La posición de Kast no apunta a privar de derechos a nadie. Al contrario, quiere proteger a los niños no nacidos (revertir la ley de aborto) y a los niños que necesitan un papá y una mamá (detener la pretensión ilegítima de darlos a parejas homosexuales). Y esto no es una cuestión de pasado o de futuro. A la política se entra para defender la verdad y la justicia, con independencia de si está de moda o no. Nosotros estamos agradecidos, por ejemplo, a quienes, cuando todos creían que América se convertiría en una gran Cuba, resistieron lo que era el futuro, que finalmente no fue.  

El futuro lo hacemos los hombres libres. No los esclavos del pensamiento políticamente correcto. La corrupción ha ido aumentando en Chile, pero no queremos que eso sea el futuro, aunque la probidad no esté de moda.

Por eso, muchos que en elecciones anteriores hemos anulado nuestro voto, ahora votaremos por José Antonio Kast. Y el futuro comenzará a moverse en otra dirección.




Cristóbal Orrego Sánchez

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