Líderes totalitarios, complicidad de las masas
Líderes totalitarios, complicidad de las masas*
Cristóbal Orrego
Un amigo me ha pedido que escriba en serio. Me cuesta
demasiado. La situación es tan grave que solamente la risa puede superarla.
Me río de los planes contra la corrupción. Me río de
la Prueba de Selección Universitaria. Me río de los pingüinos, que saben que
les han dado una mala educación y aun así insisten en creerse capaces de
conocer las soluciones.
Me río de los benditos constituyentes que le dieron,
al Tribunal Constitucional, poderes muy amplios para defender los valores más
altos, como la vida del que está por nacer, y ahora se quejan de que esos
poderes sean ejercidos de acuerdo con las creencias de cada ministro. ¿Los
creían autómatas? ¿Los creían esbirros del poder de turno? No, por favor, sobre
esto no puedo escribir ahora en serio. Los que entienden no necesitan que lo
escriba. Los que no entienden se limitarán a pensar si mis argumentos favorecen
o no su postura visceral sobre las mil y una noches con la píldora.
Así que, como dice el poeta, me río porque me río.
La petición de mi amigo, no obstante, sigue en pie. Y
a los amigos suelo hacerles caso, aunque estén en el error.
Se atribuye a Aristóteles esta afirmación: “soy amigo
de Platón, pero más amigo de la verdad” (paráfrasis sucinta de “Ética a
Nicómaco”, I, 6, 1: 1096a). Yo pienso todo lo contrario: soy amigo de la
verdad, pero más amigo de mis amigos.
Así que, en aras de la amistad, propongo una
reflexión seria sobre lo que sucede con los regímenes que gobiernan por decreto.
Se acercan al totalitarismo. Su popularidad, lejos de la auténtica democracia,
es la complicidad de las masas manipuladas.
Pensemos en las repúblicas hermanas de Venezuela,
Bolivia y Ecuador.
El régimen venezolano ya se acerca al poder total.
Mediante decretos amordaza a la prensa. Se asegura el control total de las
instituciones mediante la persecución de sus enemigos y la colocación de sus
amigos en los cargos clave. El Presidente del Consejo Nacional Electoral, por
ejemplo, que legitimó el fraude de las últimas elecciones, ha sido premiado de
inmediato con la Vicepresidencia.
Si tú quieres entender lo que pasa en Venezuela,
debes leer entre líneas, conversar con exiliados, mirar cuántos periodistas y
opositores han sido asesinados, y, por último, creerle a Hugo Chávez. Sí: él ha
instruido a la Iglesia católica, que denunció el aumento de los asesinatos por
decenas de miles en los últimos años: para saber cómo es el socialismo que
viene, los obispos deben leer a Marx y a Lenin.
¿Más comentarios? ¿Dirán los socialistas chilenos,
nuestra Presidenta, que se ríe con el moreno lenguaraz, dirán luego que no
sabían lo que pasaba en Venezuela? ¿Cuándo sentirán vergüenza quienes se han
plegado a su simpatía totalitaria?
Evo Morales, en Bolivia, no se queda pequeño. Ha
nombrado por decreto algunos ministros de la Corte Suprema, para ponerla a su
servicio. Ahora persigue con más saña a sus enemigos políticos.
Evo y su Vicepresidente impulsan una legislación para
revocar los mandatos de los prefectos (gobernadores locales) que se le oponen.
¿Qué más democrático que un referéndum revocatorio? Solamente hay un detalle:
¡no se le podrá aplicar a él mismo!
Contra las normas de la Constitución, Morales
pretende que la Asamblea Constituyente apruebe una nueva Constitución con la
mayoría absoluta, que él controla, sin necesidad del quórum especial.
Y en Ecuador, en fin, el recién electo Presidente
Rafael Correa promete seguir el camino de su amigo venezolano. Con palabras
grandilocuentes, que deben de llenar de esperanza a su pueblo, anuncia otra
revolución. Bajo el pretexto de impedir la impunidad, promete una nueva
persecución a los enemigos políticos y de clase. La verdad es que no sabemos
cuánto de lo que dice es discurso de campaña y cuánto es convicción tiránica al
estilo de Chávez y de Morales.
No sabemos, pero el problema es serio.
Los tres regímenes se caracterizan por gobernar,
cuando es necesario, mediante decretos contrarios a la Constitución, y por
pretender que los controles judiciales son ilegítimos. Solamente los leales con
el movimiento deben ocupar los cargos de gobierno y la judicatura.
Estamos ante una marca de los regímenes totalitarios.
Que no nos engañe su popularidad aparente.
El apoyo de las masas manipuladas, lejos de ser un
signo de democracia, lo es de la facilidad con que el totalitarismo puede
hacerse del poder. “Resulta, sin duda, muy inquietante el hecho de que el
Gobierno totalitario, no obstante su manifiesta criminalidad, se base en el
apoyo de las masas”, nos dice la gran Hannah Arendt.
Tan inquietante como eso, quizás, es que tú y yo
podemos ser cómplices de la instalación de un régimen inicuo.
Casi sin darnos cuenta, por pura falta de conciencia
cívica.
“El hombre-masa al que Himmler organizó para los
mayores crímenes en masa jamás cometidos en la Historia (...) era el burgués
que, entre las ruinas de su mundo, sólo se preocupaba de su seguridad personal
y que, a la más pequeña provocación, estaba dispuesto a sacrificarlo todo, su
fe, su honor y su dignidad”, afirma la pensadora judía.
Si eres indiferente al abuso de poder, al régimen
inconstitucional, a los resquicios legales, al gobierno mediante decretos, a la
corrupción, a las políticas educacionales manipuladoras, al empuje glandular
del Ministerio de Salud, a los promotores del aborto, ¿tienes todavía fe, honor
o dignidad?
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Columna publicada en El Mercurio hace muchos años. Muy actual.
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