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viernes, noviembre 15, 2019

Líderes totalitarios, complicidad de las masas


Líderes totalitarios, complicidad de las masas*
Cristóbal Orrego

Un amigo me ha pedido que escriba en serio. Me cuesta demasiado. La situación es tan grave que solamente la risa puede superarla.
Me río de los planes contra la corrupción. Me río de la Prueba de Selección Universitaria. Me río de los pingüinos, que saben que les han dado una mala educación y aun así insisten en creerse capaces de conocer las soluciones. 
Me río de los benditos constituyentes que le dieron, al Tribunal Constitucional, poderes muy amplios para defender los valores más altos, como la vida del que está por nacer, y ahora se quejan de que esos poderes sean ejercidos de acuerdo con las creencias de cada ministro. ¿Los creían autómatas? ¿Los creían esbirros del poder de turno? No, por favor, sobre esto no puedo escribir ahora en serio. Los que entienden no necesitan que lo escriba. Los que no entienden se limitarán a pensar si mis argumentos favorecen o no su postura visceral sobre las mil y una noches con la píldora.
Así que, como dice el poeta, me río porque me río.
La petición de mi amigo, no obstante, sigue en pie. Y a los amigos suelo hacerles caso, aunque estén en el error.
Se atribuye a Aristóteles esta afirmación: “soy amigo de Platón, pero más amigo de la verdad” (paráfrasis sucinta de “Ética a Nicómaco”, I, 6, 1: 1096a). Yo pienso todo lo contrario: soy amigo de la verdad, pero más amigo de mis amigos.
Así que, en aras de la amistad, propongo una reflexión seria sobre lo que sucede con los regímenes que gobiernan por decreto. Se acercan al totalitarismo. Su popularidad, lejos de la auténtica democracia, es la complicidad de las masas manipuladas.
Pensemos en las repúblicas hermanas de Venezuela, Bolivia y Ecuador.
El régimen venezolano ya se acerca al poder total. Mediante decretos amordaza a la prensa. Se asegura el control total de las instituciones mediante la persecución de sus enemigos y la colocación de sus amigos en los cargos clave. El Presidente del Consejo Nacional Electoral, por ejemplo, que legitimó el fraude de las últimas elecciones, ha sido premiado de inmediato con la Vicepresidencia.
Si tú quieres entender lo que pasa en Venezuela, debes leer entre líneas, conversar con exiliados, mirar cuántos periodistas y opositores han sido asesinados, y, por último, creerle a Hugo Chávez. Sí: él ha instruido a la Iglesia católica, que denunció el aumento de los asesinatos por decenas de miles en los últimos años: para saber cómo es el socialismo que viene, los obispos deben leer a Marx y a Lenin.
¿Más comentarios? ¿Dirán los socialistas chilenos, nuestra Presidenta, que se ríe con el moreno lenguaraz, dirán luego que no sabían lo que pasaba en Venezuela? ¿Cuándo sentirán vergüenza quienes se han plegado a su simpatía totalitaria?
Evo Morales, en Bolivia, no se queda pequeño. Ha nombrado por decreto algunos ministros de la Corte Suprema, para ponerla a su servicio. Ahora persigue con más saña a sus enemigos políticos.
Evo y su Vicepresidente impulsan una legislación para revocar los mandatos de los prefectos (gobernadores locales) que se le oponen. ¿Qué más democrático que un referéndum revocatorio? Solamente hay un detalle: ¡no se le podrá aplicar a él mismo!
Contra las normas de la Constitución, Morales pretende que la Asamblea Constituyente apruebe una nueva Constitución con la mayoría absoluta, que él controla, sin necesidad del quórum especial.
Y en Ecuador, en fin, el recién electo Presidente Rafael Correa promete seguir el camino de su amigo venezolano. Con palabras grandilocuentes, que deben de llenar de esperanza a su pueblo, anuncia otra revolución. Bajo el pretexto de impedir la impunidad, promete una nueva persecución a los enemigos políticos y de clase. La verdad es que no sabemos cuánto de lo que dice es discurso de campaña y cuánto es convicción tiránica al estilo de Chávez y de Morales.
No sabemos, pero el problema es serio.
Los tres regímenes se caracterizan por gobernar, cuando es necesario, mediante decretos contrarios a la Constitución, y por pretender que los controles judiciales son ilegítimos. Solamente los leales con el movimiento deben ocupar los cargos de gobierno y la judicatura.
Estamos ante una marca de los regímenes totalitarios.
Que no nos engañe su popularidad aparente.
El apoyo de las masas manipuladas, lejos de ser un signo de democracia, lo es de la facilidad con que el totalitarismo puede hacerse del poder. “Resulta, sin duda, muy inquietante el hecho de que el Gobierno totalitario, no obstante su manifiesta criminalidad, se base en el apoyo de las masas”, nos dice la gran Hannah Arendt.
Tan inquietante como eso, quizás, es que tú y yo podemos ser cómplices de la instalación de un régimen inicuo.
Casi sin darnos cuenta, por pura falta de conciencia cívica.
“El hombre-masa al que Himmler organizó para los mayores crímenes en masa jamás cometidos en la Historia (...) era el burgués que, entre las ruinas de su mundo, sólo se preocupaba de su seguridad personal y que, a la más pequeña provocación, estaba dispuesto a sacrificarlo todo, su fe, su honor y su dignidad”, afirma la pensadora judía.
Si eres indiferente al abuso de poder, al régimen inconstitucional, a los resquicios legales, al gobierno mediante decretos, a la corrupción, a las políticas educacionales manipuladoras, al empuje glandular del Ministerio de Salud, a los promotores del aborto, ¿tienes todavía fe, honor o dignidad?

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Columna publicada en El Mercurio hace muchos años. Muy actual.

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