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domingo, enero 21, 2007

¿Es usted clasista o racista?


No ha sido fácil escribir sobre los nuevos ricos y los nuevos negros.

No ha sido fácil porque vivimos en una época donde enfrentar las verdades dolorosas es cada vez más incómodo, “políticamente incorrecto” suele decirse, contrario a las normas de urbanidad y de decencia.

El mandato universal y ferozmente impuesto ahora es: ¡No serás racista, no serás clasista, no discriminarás!

Lo que digo sobre el clasismo y el racismo se extiende por igual al nacionalismo, el sexismo y el machismo. No, curiosamente, al feminismo.

Los seres humanos, en cambio, somos por naturaleza discriminadores. En realidad, todos los animales —todos los seres, cada uno en su nivel— son discriminadores. Discriminar es distinguir, diferenciar. El animal discrimina entre los de su especie y los de otra, entre sus crías y las de otro congénere, y, en algunas especies, entre su pareja y la de otro animal. El animal racional discrimina más porque conoce más, es capaz de mayor penetración en las diferencias. No solamente discrimina entre los de su especie y los de las otras, entre los de su familia y los de las otras, sino también entre los de su patria —los brutos carecen de patria— y los de las otras, entre los que se visten de una manera —los leones no se visten— o de otra, los que hablan de una manera —los zorros no hablan— o de otra, los que son moralmente mejores —los lagartos no son ni buenos ni malos moralmente— o peores.

Todas esas discriminaciones no son malas. Son el resultado de la justicia.

Es verdad que hoy, en el lenguaje ordinario, por influjo de la lucha por la justicia tanto como de la ola maldita del igualitarismo, la discriminación se ha llegado a entender también en otro sentido, como sinónimo de distinción injusta. Yo sostengo que no vale la pena disputar solamente por denominaciones, siempre que sepamos de qué estamos hablando. No obstante, sucede en este caso que, por la evolución del lenguaje y por la manipulación igualitaria, a menudo no sabemos de qué estamos hablando.

Incluso se topa uno con juristas de renombre despotricando contra la discriminación y la desigualdad, cuando su profesión consiste esencialmente en discriminar y diferenciar: entre culpable e inocente, entre dueño y no dueño, entre deudor y acreedor, entre gobernante y gobernado, entre el abogado que tiene derecho a sus honorarios y el pobre cliente que debe pagarlos: ¡ay, pero qué discriminadores que son los juristas, santo Dios!

Este uso indiscriminado de la palabra “discriminación” como sinónimo de “distinción injusta”, por incluir la calificación moral “injusta” dentro de la definición misma de “discriminación”, crea una alternativa inconveniente: o bien se toma toda diferenciación, en principio, como “discriminación” y, por tanto, como injusta, a menos que se demuestre lo contrario; o bien, se pospone el problema, pues en cada caso habrá que demostrar la injusticia antes de poder hablar de “discriminación”.

Si se opta por la primera posibilidad, se invierte la carga de la prueba: se exige a los pobres humanos, quienes, como he dicho, por naturaleza diferencian —para convivir, para hacer negocios, para casarse: ¿hay algo más discriminatorio que el matrimonio?—, se les exige que demuestren que su diferenciación, su discriminación, no es injusta.

Me cuesta pensar en algo más contrario a la libertad de elección que el deber moral de fundamentar toda elección en la justicia. En principio, debe demostrarse el delito y no la bondad de la elección. Si queremos impedir a alguien su acción —por ser contraria a la igualdad debida— debemos demostrar nosotros que es injusta, y no al revés. En cambio, las campañas contra la discriminación, así en bloque, cargan a las conciencias con el gravamen de demostrar su inocencia.

Si soy blanco y digo que quiero casarme con una blanca, si soy católico y digo que quiero casarme con una católica, si soy argentino y digo que quiero casarme con una argentina, ¿no surge la sospecha de racismo, fundamentalismo religioso o nacionalismo? Si soy de una clase social o de un estamento, e invito a una fiesta solamente a gente como uno, ¿soy clasista? Por supuesto que lo eres, a menos que demuestres que, en tal o cual tipo de relaciones sociales, esa diferenciación se justifica. Se ha invertido la carga de la prueba.

La otra posibilidad es que todas estas elecciones sean libres; que se hable de discriminación solamente cuando se demuestre la injusticia. Esto parece más atractivo, pero convierte a los activistas anti-discriminación en perseguidores públicos de sus semejantes. Es verdad que, por suerte, a ellos corresponde la carga de la prueba; pero eso no impide que, en la práctica, el temor a una acusación o reproche —en cualquier ámbito: familiar, social, político, judicial— reprima la manifestación pública de una preferencia diferenciada.

La represión de la manifestación pública de una preferencia diferenciada consiste en que uno o bien renuncia a hacer la diferencia —digamos: invita a los rotos a la fiesta— o bien la hace y la justifica públicamente de otra manera: invita a todo el mundo, pero cobra una “adhesión” que los rotos no pueden pagar.

Todos sabemos que sucede esto último.

Por eso decía Arendt que los europeos —yo incluyo a todos sus descendientes: América procede de Europa— tenían que elegir entre ser racistas y ser hipócritas.

Los no europeos no eligen: son racistas y se acabó.

Elija usted.

La pregunta “¿es usted clasista o racista?” puede leerse de dos maneras. Algunos lectores la habrán entendido como pregunta de sí o no, donde la “o” se toma como copulativa. Y la respuesta es simplemente “SÍ”, soy clasista, o racista, o las dos cosas (o “NO”, en el caso de los hipócritas). Otros lectores habrán entendido la “o” como disyuntiva, y entonces la pregunta asume —una vieja falacia— que usted es una de las dos cosas, y las respuestas posibles son, como quien declara su preferencia deportiva, “yo soy racista” o “yo soy clasista” o “las dos cosas, gracias”.

Elija usted.

Yo he elegido discriminar.

14 comentarios:

  1. Ok, discriminemos, pero no hay porque ser peyorativo en la distinción. ¿O si?.

    “Si soy de una clase social o de un estamento, e invito a una fiesta solamente a gente como uno”. Después: “—digamos: invita a los rotos a la fiesta— .

    ¿Con eso justifico la discriminación suponiendo qué aquellos que no son de mi clase social son rotos?. Supongo que toda discriminación esta sujeta a un adjetivo calificativo que fundamenta o sustenta la discriminación. Eso hace que la discriminación sea también subjetiva, puesto que no ser de una misma clase social no implica que seas calificado como roto. Podría decir: No los invito porque no son como yo, pero si sólo fuera esa mi expresión pasaría por hipócrita, dado que en mi fuero interno a los que “no son como yo” los creo rotos, flojos, etc.

    Bueno, ya voy entendiendo porque jamás me convidan a ciertas fiestas. Y porque yo dejo de invitar a algunos a las mías. :0).

    O tal vez entendí todo mal, hoy ando particularmente “lenta”.

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  2. Nuevamente un tema ético. Aquí, yo también discrimino.

    Una posibilidad de análisis es trabajar sobre la hipótesis de que los seres humanos no tenemos medios para entendernos, que estamos siempre en conflicto, que existen los buenos y los malos; los rotos y los cuicos; los católicos y paganos; etc. La característica de esta metodología, es que acepta las diferencias y luchas como algo dado –casi ontológico-, en donde habría que preocuparse de cómo remediar los efectos indeseados de los hechos sociales (como hago para que el “roto” no venga a mi barrio). Entonces, como el mundo es malo –dirán sus partidarios- asegurémonos un mínimo de civilidad (podríamos decir que aquí se puede discriminar, también, entre dos variantes: aquellos que se preocupan de que sus intereses les sean respetados, y aquellos que velan por el interés de todos). No obstante, todos coincidirán en lo mismo… que el mundo es malo, que el “hombre es un lobo para el hombre”.

    Otra alternativa es derechamente asumir que los conflictos son irracionales, que no es de naturaleza que si yo quiero estar bien, tú tengas que estar mal. Sobre la base de este análisis, discriminar –se entiende que irracionalmente- es malo. Y vienen como anillo al dedo tus ejemplos Cristóbal: “¡No serás racista, no serás clasista, no discriminarás!” Si eso es un mandato feroz y universal, quizás sí, quizás no. Es simplemente tu percepción, tan válida como el que piensa que lo universal y feroz es que se discrimine.

    Lo importante es que no veamos tanto la paja en el ojo ajeno, sino simplemente examinemos nuestros defectos y hagamos lo que corresponda, lo correcto, lo que Cristo haría, lo que según nuestra naturaleza nos corresponde. Somos todos hermanos, no enemigos.


    catrina.

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  3. J: el uso de expresiones clasistas y racistas obedece a la necesidad retórica de darle fuerza al argumento y llamar la atención sobre los fundamentos de la discriminación, sea o no justa; pero no significa nada personal, de mi parte, contra nadie. Yo he decidido discriminar, pero espero mostrar en próximos capítulos que existen criterios justos para la discriminación. Lo que no podemos hacer es taparnos los ojos ante las diferencias de cultura, raza, clase, riqueza, gustos, religión, etc.


    Catrina: qué difícil saber lo que Cristo haría, ay, ese Gran Discriminador: porque increpó duramente a los fariseos, pero fue comprensivo con la mujer adúltera (discriminó en favor del adulterio y contra la hipocresía: ¡pero discriminó!); predicó a los judíos, pero excluyó a los gentiles (dejó esta parte a sus discípulos); y, lo más misterioso, reservó la entrada en su Reino solamente para los que son como niños, las vírgenes prudentes, los que no se limitan a decir "Señor, Señor" sino que hacen lo que Él dice . . .

    Muy difícil saber a quién y cómo discriminar.

    C

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  4. Cristóbal. Cristo; lo correcto; lo que corresponde según nuestra naturaleza; son todos conceptos idénticos. Hecha esta salvedad, ¿qué haría Cristo entonces? Bueno, para saberlo, cosa que no es fácil, como de alguna manera lo haces ver, tenemos que conocernos a nosotros mismos, que para ello nacemos. Sin duda que no es fácil, pero para intentar hacer algún aporte, diría que lo principal es Amar. Aprendamos eso, queramos sin condiciones, sin juzgar, que no sirve de nada. ¿Sirve? Dejemos de lado nuestra crueldad, seamos misericordes y así iremos superando el espejismo de las diferencias, que ese es nuestro trabajo espiritual. Si amamos de verdad, nos conoceremos y ahí podremos llegar a descubrir que Dios está en nosotros y en todo. y eso es lo Único.

    Eso de que hay personas “moralmente mejores”, o que existe una “ola maldita de igualitarismo”, etcétera, tienen una carga negativa. En eso caemos todos, sin duda. Pero por error, porque estamos viendo algo que en la realidad no existe, porque nuestra alma, la tuya, la mía, la de toda la humanidad es la misma, y es perfecta, inmutable y eterna. Si vemos algo distinto, estamos cayendo en el poderoso mundo de las apariencias.


    catrina

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  5. Catrina: lo suyo no es Cristo, sino New Age y panteísmo barato. Yo sí juzgo, sin miedo, aunque me equivoque. Lea un poco más la biblia y el catecismo y un poco menos de charlatanes que hablan del amor, pero no tienen la caridad de oponerse con valentía al mal que campea en este mundo. ¿Negativo?

    C

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  6. La vieja falacia del argumento ad hominem. Y esto no sólo es un tema ético, sino que lógico, porque me estás descalificando no por lo que dije, sino por lo que soy (o tú crees que soy). Típico error que confunde subjetividad con objetividad.

    Sería por ejemplo una torpeza de mi parte calificarte de “opus dei fundamentalista”. ¿Es válido? No, esa sería una estupidez de mi parte. Además dónde quedaría la caridad. Y te pregunto directamente, la Biblia, el catecismo o, en el fondo, el mensaje de Cristo, ¿tiene que ver con esas palabras tuyas de tratar a la gente de “rotos” (a mí me han dicho rota por ejemplo, gracias a dios lo han acompañado de un “rota rica”), o de decirle a alguien que es moralmente mejor, o de decir que yo leo cosas baratas? (Más un largo etcétera). ¿Acaso se ve en alguna parte el amor en tu mensaje? ¿No fue Cristo acaso quien transmitió en ese sentido? Entonces, no sé si Cristo es lo tuyo (para usar tus mismas palabras).

    Bueno, está bien, tú eres dueño de la pelota, del blog digamos. Y puedes aceptar que participe quien tú quieras. Pero en ese caso te sugiero que cambies tu presentación de Máximas Mínimas, con eso de “todos los temas, todas las voces” y lo circunscribas: “Prohibido rotos y gente que no piensa como yo”. De lo contrario, mis argumentos anteriores ya fueron presentados y podemos debatirlos.

    En casa de herrero, cuchillo de palo.

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  7. No, Catrina, ¡por favor!: acepto todas las voces y no censuro ninguna (el único comentario que borré alguna vez fue uno mío que apareció repetido). Y me encanta debatir.

    Mi calificación no se refería a usted como persona, sino al contenido ideológico de su mensaje. En cuanto a que no estoy a la altura de la caridad de Cristo, eso me parece obvio. Y reitero que yo no trato a la gente de "rotos" o de "negros", sino que uso el lenguaje adaptado al tema: para que se vea del modo más gráfico posible.

    Si la ofendí en lo personal, lo lamento y le pido perdón.

    C

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  8. la verdad es que aquí sí que se separan nuestros caminos:

    la distinción es de justicia,

    la discriminación, es injusta.

    Tú sabes -o no sé si sabes- que sí hay discriminación en nuestras sociedades en las europeas y en las de sus hijos americanos.

    No me gusta ni la discriminación, por clase, ni por... procedencia étnica, ya que hablar de raza... (qué es una raza?), ni el "fijar" a una persona única e irrepetible dentro de un determinado esquema racial o de clases o de cualquier tipo.

    He visto demasiado de esto en Alemania, y es, siempre, siempre, siempre, una injusticia.

    Evidentemente que podemos decir que hay una "discriminación buena" y llamarla distinción; pero,

    me parece que es too much...

    porque todos sabemos lo que significa hoy -y después de las experiencias de discriminación del s. XX- discriminar.

    Sls y espero tu post del domingo.

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  9. cristóbal, gracias por tus disculpas. creo que una persona que pide perdón demuestra una gran humildad y de eso aprendemos todos. un gran abrazo,

    catrina

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  10. Estimado Cristóbal. A propósito de tu artículo referido a la discriminación yo expresé mi opinión, siendo la última de ellas confrontada por ti con las siguientes afirmaciones: i) que lo mío no es Cristo, sino New Age y panteísmo barato; ii) que leyera un poco más la Biblia y el catecismo y un poco menos de charlatanes que hablan del amor, pero no tienen la caridad de oponerse con valentía al mal que campea en este mundo.

    Frente a esas opiniones tuyas, evidentemente que es difícil para mí articular una respuesta, sino “suponiendo” lo que has querido decir, porque no explicitas cuál o cuáles de mis ideas son acreedoras de los motes más arriba señalados. No obstante ello, debo suponer –nuevamente- que te has referido a lo principal de mi tesis: i) que para saber lo que haría Cristo ante un tema como el que tú planteas, primero debemos conocernos a nosotros mismos; ii) que como aquello es largo de explicar, sintetizo mis argumentos diciendo que lo principal es amar y para ello debemos dejar de lado nuestros juicios y crueldades; iii) que si no vemos el amor sino que afloran cosas distintas [básicamente me he querido referir a la negatividad], estamos siendo inducidos por las apariencias.

    i) Que para actuar correctamente -como lo habría hecho Cristo- hay que conocerse, no es nada nuevo. Sócrates lo dijo textualmente: “Conócete a ti mismo”. Y esta respuesta iba dirigida al “alma” del hombre. El cristianismo se plantea en términos muy parecidos al reconocer que existe un Derecho Natural que nos rige, el cual, al ser descubierto por el hombre a través de las virtudes, nos permite saber cuándo “se es más hombre”.

    ii) Lo principal es amar. Bueno, ese es el mensaje de Cristo, que amemos a nuestros hermanos –toda la Humanidad- como a nosotros mismos. Y para alejar nuestro constante juicio a los otros, está la conocida propuesta de Cristo: “el que esté libre de pecado, que lance la primera piedra.”

    iii) El mundo de las apariencias es platonismo puro. Vivimos en un mundo de apariencias, y no es difícil verlo. Nuestras distorsiones de las cosas nos mantienen encadenados al “mal” y ahí estamos permanentemente juzgando, criticando, siendo agresivos, etc. No digo con esto que no se pueda opinar respecto de algo, el tema de fondo es la disposición con la cual actuamos, que, siendo casi siempre nacida del odio, resentimiento, etc., está fundada en una apariencia: porque el Mal no existe, sólo hay carencia de Bien.

    En consecuencia, no tengo problema en que mis ideas las califiques de la manera como lo hiciste, siempre y cuando estemos de acuerdo en qué se está criticando y cuáles son tus fundamentos para hacerlo.


    Catrina

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  11. Pensar es olvidar las diferencias pensaba borges a quien estará usted discriminando ahora mismo, desde esa vehemencia masculina que debería reservar para embestir a su mujer, por impotente y ciego.

    La lectura detenida de la discusión metaética entre habermas y rawls podría servirle para no ver indiscrimnación sensorial y conceptual en donde yace una ética responsable y alerta con inobjetables pretensiones de universalización.

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  12. Este blog ha sido eliminado por un administrador de blog.

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  13. La ética es para aquellos que no pueden o se niegan a entender. La discriminación es una consecuencia de la inteligencia, sólo los seres carentes de ella no discriminan. A la gente no nos molesta que nos discriminen, sino que el resultado de esta distinción sea el rechazo.

    Iván.

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  14. Rectifico: La ética es para aquellos que sienten la necesidad de cuestionarse a sí mismos y quizá de justificar a los demás su sistema de valores.

    En mi comentario anterior, me refería a aquellos que creen que la ética es para distinguir entre lo bueno y lo malo.

    Creo que una frase de Oscar Wilde expresa mucho mejor lo que quiero decir:

    "No hay gente buena ni mala, sólo personas encantadoras o aburridas"

    Iván.

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