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sábado, noviembre 16, 2019

¿Dos modelos de Constitución?


Carlos Peña describe dos modelos de Constitución que se enfrentan a partir del proceso constituyente. El primero, liberal, prefiere una norma básica que defina unos derechos fundamentales y unas reglas procedimentales que permitan a los ciudadanos coordinarse para vivir cada uno sus diferentes formas de vida en paz. Ninguna identidad común del pueblo se impondría a nadie. El otro, denominado abusivamente “conservador”, es en realidad “totalitario-revolucionario” (comunista y frenteamplista). Como todo totalitarismo, cree “religiosamente” (bien identifica Peña el carácter teológico-político del engendro) en un pueblo que, de vez en cuando, sin sujeción a ningún Derecho previo, define una identidad común.

Si esto fuera todo, deberíamos defender el modelo liberal contra el modelo totalitario, pues este es insaciable: mientras no se haga lo que los líderes totalitarios quieren, el proceso es ilegítimo y se justifica someter a todo el país a la violencia, como acabamos de ver.

La dicotomía es, sin embargo, contradictoria.

En efecto, la idea liberal de que las visiones de la vida buena son múltiples conlleva necesariamente múltiples preferencias constitucionales. Todas ellas (no solo dos) deberán competir por incluir en “la hoja en blanco” sus derechos fundamentales preferidos y sus reglas procedimentalmente justas favoritas; pero también sus valores constitucionales e instituciones políticas fundamentales, como se ve en todas las constituciones “liberales” del mundo.

La paradoja es mayor aún. Si la dicotomía del profesor Peña fuese correcta, es la concepción “conservadora” o totalitaria la que resultaría verdadera por definición, incluso si triunfara una Constitución “liberal”: habría sido el pueblo quien, por mayoría de votos, se habría definido como un pueblo liberal con una Constitución mínima. Pero en realidad, según la amalgama de visiones sobre el bien que han concurrido a formar las constituciones “liberales” modernas, tenemos una pluralidad de identidades constitucionales definidas por sus pueblos.

La dicotomía es, además, engañosamente reductiva. Tenemos muchos modelos constitucionales, más liberales o menos. Los auténticos “conservadores” somos, en realidad, más liberales. Iríamos bailando de la mano con Carlos Peña con tal de que los termocéfalos, que casi han masacrado a Chile, no llegaran a imponer su voluntad, en nombre de su pueblo imaginario y de su legitimidad democrática espuria. Y algunos tenemos nuestras propias ideas, lejos de la dicotomía, de lo que es la Constitución de un pueblo digno y libre.

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