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lunes, mayo 25, 2009

Primera intervención: Las paradojas de la Escuela de Derecho

REPORTAJES
Domingo 17 de Mayo de 2009

Las paradojas de la Escuela de Derecho

La Escuela de Leyes no ha encontrado los medios legales para resolver sus conflictos internos.


CRISTÓBAL ORREGO


Un afecto particular me mueve a opinar sobre la Universidad de Chile. En ella aprendí a maravillarme con la ciencia, cuando paseaba, de la mano de mi padre, por los laboratorios de la Facultad de Medicina, escudriñando pipetas, soñando con las máquinas mágicas. Décadas después enseñé un semestre en la Escuela de Derecho, privilegio que agradezco ahora una vez más. Escribo, pues, desde la simpatía, pero también por un compromiso ciudadano. Los miembros de la Universidad de Chile tienen más derechos en ella, pero no más derechos sobre ella, porque es una institución creada por el Estado para el servicio de la patria. No es, como la Universidad Católica o la Diego Portales, una universidad libre con vocación pública, sino una universidad estatal cuya vocación pública, propia de toda genuina institución universitaria, está, además, vinculada por su pertenencia a la nación.


Todos los ciudadanos tenemos, por tanto, razones para procurar activamente el mejoramiento de las instituciones del Estado; entre ellas, de la Universidad de Chile, que pertenece a todos los chilenos.


La situación actual en la Escuela de Derecho se revela especialmente grave a la luz de siguientes paradojas:


1.ª La Escuela de Leyes no ha encontrado los medios legales para resolver sus conflictos internos. El lugar donde se enseña y se aprende a respetar las reglas, los procedimientos y los principios, la equidad y la justicia, es sede de una toma violenta e ilegal. El colmo es que los estudiantes exijan, desde su posición ilegal, que el rector se atenga a los procedimientos sumarios legales contra su decano. Sí, el rector debería guardar las formas. ¿Las formas?


2.ª Algunos profesores acusan a su decano de contravenir la ética académica, pero ellos también yerran en el mismo plano. Linchan públicamente, mediante una filtración infame a la prensa más puerca, sin respetar la presunción de inocencia, y sin siquiera haberlo encarado privadamente con su acusación, a un colega a quien le deben un mínimo de lealtad, más todavía si es su decano. Además, a nadie se le oculta que los acusadores son quienes perdieron el poder en la Escuela, de manera que intentan ganar mediante una destitución, de fundamento jurídico y ético todavía no probado, lo que perdieron en las elecciones democráticas internas.


3.ª Son indiscutiblemente razonables las exigencias de los estudiantes sobre la calidad de la investigación y de la docencia, que cabe esperar y exigir de una de las mejores facultades de Derecho del país; sobre el influjo público de la Escuela; sobre la necesaria renovación de los cuadros académicos; sobre el respeto de los méritos relativos, sin discriminaciones odiosas por razones ideológicas; sobre los planes de desarrollo, sostenidos en el tiempo; sobre la mínima transparencia en cuestiones financieras, de organización y de distribución de recursos escasos; sobre el cumplimiento de la dedicación comprometida a la docencia y a la investigación; sobre la necesidad de detener la fuga de cerebros hacia otras universidades, tantas veces con mejor ambiente de trabajo y atractivas ofertas económicas . . . Todo es tan razonable, que tanto más paradójico resulta que se lo exija a voz en cuello, desmintiendo con las obras tan alta visión del quehacer académico: porque se avala el desprestigio de la Escuela, porque se conculca el derecho de quienes desean estudiar, porque se saltan todos los mecanismos democráticos de decisión (como las elecciones periódicas de las autoridades académicas), porque, en fin, se pone como punto de partida lo que en cualquier negociación podría ser, a lo más, el punto de llegada: la renuncia, o la destitución, de la legítima contraparte en el diálogo, en la controversia, o, incluso, si se quiere, en la enemistad pública.


Tantas cosas razonables y legítimas, exigidas tan irrazonable e injustamente, nos impelen a pensar que quienes así proceden no están legitimados para llevar el proceso adelante. Las autoridades de la Universidad de Chile cometerían un error garrafal, de incalculables consecuencias en otras facultades y departamentos, si cedieran al chantaje de la violencia de quienes están de paso y de la deslealtad de quienes debieran velar por el prestigio y la paz de su propia casa.


Termino. No me mueve ninguna lealtad, ni compromiso, ni menos cercanía ideológica o académica con las autoridades actuales de la Escuela de Derecho. Hasta podría decir lo contrario: que mejor conozco y más simpatizo con los profesores de la oposición; que me siento más cómodo con ellos que con el decano Nahum; que ojalá alguno de ellos llegara a ser decano. Y ciertamente estimo a los estudiantes, aunque hayan dado este paso en falso.

Pero a veces la razón y la justicia no coinciden con nuestras simpatías.

4 comentarios:

  1. pobres... yo me desencanté de mi casa de estudios poco después de egresar de ella, cuando vi como algunos alumnos "manejaban" qué profesores les tocarían en el examen de licenciatura...

    terminé de desencantarme cuando escuché lo que el nuevo decano y sus colaboradores (gob. de Aylwin) decían -por la espalda- de mí y de mi proyecto de unir un poco a la fac. de d° de la chile con alguna universidad alemana...

    y quién es el decano hoy?

    saludos!

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  2. Estimada Marta:

    El decano hoy es Roberto Nahum, quien, al parecer, no es tan intelectual como quienes se le oponen; pero ha sido un buen administrador de los recursos, hasta el punto de levantar todo un nuevo edificio, y otorgar algo más de limpieza al viejo edificio de Pío IX.

    Sigo investigando el tema.

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  3. ah! qué bueno que lo hayan limpiado, porque estaba inmundo!

    puede ser que Nahum no sea una lumbrera, pero si es buen administrador...

    aunque lo que cuenta Davor en su carta es como para... un abogado no debe mentir NUNCA!

    saludos Cristóbal!

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  4. El problema, por el cual me comprometo en mi carta a informarme más y pido que se investigue más, es que los relatos de Davor Harasic y Fernando Atria son verdaderos, pero incompletos. Hay muchos detalles que hacen de la situación algo confuso, y, de hecho, la palabra "plagio" ha comenzado a desaparecer de las acusaciones. Ahora se habla de faltas contra la ética, o, incluso, de no atenerse a los estándares académicos.

    Todo es turbio, parece grave, pero no es posible para mí emitir una opinión firme todavía.

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