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sábado, noviembre 30, 2019

Legítima defensa


Ayer Ivanka Marinovic pide pasar de los discursos políticos a detener efectivamente la destrucción del país. Clama por “propuestas inmediatas para actuar”. Coincidentemente, La Tercera publica “El dilema de la autodefensa”. He ahí una parte de la respuesta. El derecho a la legítima defensa, incluso letal si fuese necesaria, está reconocido por el derecho de todos los países y por la ética universal. De esto no cabe duda.

Sin embargo, así como las manifestaciones “pacíficas” degeneran de hecho en la acción concertada y masiva de evasores del Metro, anarquistas, incendiarios, saqueadores y violentistas de todas las especies, así también es muy fácil que los grupos de autodefensa den origen a los excesos defensivos y a la venganza privada, que es la forma especular de la violencia. Y eso es caer en las garras del extremismo, que quiere provocar odio y violencia.

La única forma de evitar este desenlace, no desconocido para los chilenos más viejos, es que el Estado de Derecho opere de manera implacable, con todos los instrumentos a su disposición, incluido el uso de la fuerza que hiere y mata a los agresores violentos.

También puede ser lícita la guerra civil defensiva, que es lo que se está incubando, y, en último término, la intervención de las Fuerzas Armadas, como el 11 de septiembre de 1973.

Todavía no hemos llegado al punto en el que un pronunciamiento militar total sea legítimo. Es una tentación, reconocida a diestra y siniestra con un eufemismo: “la democracia está en peligro”. Es una tentación nefasta, porque, para que sea moral y legalmente lícito deponer por las armas a los poderes constituidos, es necesario que antes hayamos agotado todos los recursos institucionales: el diálogo que incorpore a todas las fuerzas pacíficas (¿por qué hemos sido excluidos los republicanos de J.A. Kast?), los estados de excepción, la destitución de los parlamentarios extremistas (¿por qué calló el Tribunal Constitucional?), el castigo severo, visible y pronto de los violentistas ya detenidos, la expulsión de los extranjeros agitadores, la ruptura de relaciones diplomáticas con los países que agitan la revolución, el apoyo irrestricto al uso de la fuerza legítima por las instituciones armadas y por los chalecos amarillos y quienes ejercen la legítima defensa proporcional, y el uso intensivo de los servicios de inteligencia. En esta tarea se empeñan a regañadientes casi todos los actores políticos. Especialmente loable es la función de “memoria histórica” de los socialistas, que serían las primeras víctimas de una revolución militar.

Con todo, esta tentación nefasta dejaría de serlo y se transformaría en un deber patriótico si se cumplen las condiciones debidas. Un país no puede ni debe tolerar su destrucción a manos de una minoría ínfima, que ha renunciado a las reglas del juego democrático porque sabe que nunca ganará las elecciones.

Y nadie, nadie puede impedir que Ivanka Marinovic, conforme al derecho chileno, adquiera armas y aprenda a usarlas para defender su vida y la de su familia.

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Referencias son a La Tercera del viernes 29 de noviembre de 2019.
Carta enviada a ese diario en esa fecha.

jueves, noviembre 28, 2019

Sharp, indignante

Señor Director:

El alcalde de Valparaíso es uno de los líderes del Frente Amplio. Ha promovido una ideología que inflama los ánimos de los más violentos. Las ideas tienen consecuencias. No es admisible impulsar las protestas, que han sido prácticamente siempre violentas, para venir ahora a llorar sobre la leche derramada. Basta de creerse el cuento de que por un lado están los pacíficos y por el otro los violentos. Pudo ser así durante algunos días, al inicio de proceso de manipulación de masas, pero hoy cualquiera advierte el odio, el grito, la violencia verbal desde el inicio y la violencia física e incendiaria hacia el final. 

Ahora el señor Sharp nos dice con horror, como suele sucederles a los revolucionarios de salón: "Lo que está sucediendo no tiene nombre. Es sólo destrucción (...) pura destrucción, que no tienen ningún sentido, valor o justificación. Ninguno". 

Es ingenuo de su parte, especialmente militando en la izquierda dura, desligar la violencia de las manifestaciones masivas que él ha promovido y desconocer los efectos nefastos de la constante crítica a Carabineros y FF.AA. Los procedimientos anarquistas y la subversión comunista siempre han operado de esta manera. ¿De qué se sorprende Sharp?

Esto es indignante. Sharp debería renunciar a su cargo y dejarlo en manos de alguien competente.


Cristóbal Orrego
Abogado

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Enviada a la prensa el 27-XI-2019

lunes, noviembre 25, 2019

Camino a ser mayoría


Partido Republicano y la Casa de Todos


Señor Director:

El Partido Republicano, conducido por José Antonio Kast, se ha inscrito en cuatro regiones. Pronto será —así lo auguramos— un partido político a nivel nacional. 

Kast obtuvo el 7,93 % de los votos como candidato presidencial. Fue una hazaña contra la campaña del terror por parte de quienes, desde la burguesía acomodada y ciega, esperaban "tiempos mejores" y creían que con el actual Presidente se evitaban la revolución bolivariana (salgan a mirar las calles ahora). Por eso, no es alocado pensar que Kast representa al menos a un 10% de Chile y más probablemente al 30%, a estas alturas de violencia, incendios, saqueos, fracaso del Estado para garantizar la paz y miserable descarte de las elecciones periódicas para tomar decisiones colectivas. 

El pacto por la paz fallará en sus inicios si el Estado no consigue al menos esto: la paz. Pero, además, en el mediano plazo, ganada ya la paz en las calles, el proceso constituyente en marcha —que incluye la alternativa de confirmar la Constitución de 1980— no puede excluir a una parte tan importante del país. El Partido Republicano debería ser invitado a nominar dos representantes en el Comité que definirá el camino institucional para arribar a la Casa de Todos, en expresión de Patricio Zapata.


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*Enviada a la prensa 22-XI-2019.

sábado, noviembre 16, 2019

¿Dos modelos de Constitución?


Carlos Peña describe dos modelos de Constitución que se enfrentan a partir del proceso constituyente. El primero, liberal, prefiere una norma básica que defina unos derechos fundamentales y unas reglas procedimentales que permitan a los ciudadanos coordinarse para vivir cada uno sus diferentes formas de vida en paz. Ninguna identidad común del pueblo se impondría a nadie. El otro, denominado abusivamente “conservador”, es en realidad “totalitario-revolucionario” (comunista y frenteamplista). Como todo totalitarismo, cree “religiosamente” (bien identifica Peña el carácter teológico-político del engendro) en un pueblo que, de vez en cuando, sin sujeción a ningún Derecho previo, define una identidad común.

Si esto fuera todo, deberíamos defender el modelo liberal contra el modelo totalitario, pues este es insaciable: mientras no se haga lo que los líderes totalitarios quieren, el proceso es ilegítimo y se justifica someter a todo el país a la violencia, como acabamos de ver.

La dicotomía es, sin embargo, contradictoria.

En efecto, la idea liberal de que las visiones de la vida buena son múltiples conlleva necesariamente múltiples preferencias constitucionales. Todas ellas (no solo dos) deberán competir por incluir en “la hoja en blanco” sus derechos fundamentales preferidos y sus reglas procedimentalmente justas favoritas; pero también sus valores constitucionales e instituciones políticas fundamentales, como se ve en todas las constituciones “liberales” del mundo.

La paradoja es mayor aún. Si la dicotomía del profesor Peña fuese correcta, es la concepción “conservadora” o totalitaria la que resultaría verdadera por definición, incluso si triunfara una Constitución “liberal”: habría sido el pueblo quien, por mayoría de votos, se habría definido como un pueblo liberal con una Constitución mínima. Pero en realidad, según la amalgama de visiones sobre el bien que han concurrido a formar las constituciones “liberales” modernas, tenemos una pluralidad de identidades constitucionales definidas por sus pueblos.

La dicotomía es, además, engañosamente reductiva. Tenemos muchos modelos constitucionales, más liberales o menos. Los auténticos “conservadores” somos, en realidad, más liberales. Iríamos bailando de la mano con Carlos Peña con tal de que los termocéfalos, que casi han masacrado a Chile, no llegaran a imponer su voluntad, en nombre de su pueblo imaginario y de su legitimidad democrática espuria. Y algunos tenemos nuestras propias ideas, lejos de la dicotomía, de lo que es la Constitución de un pueblo digno y libre.

Derrota del Estado de Derecho y de la Democracia



Un síntoma de la profundidad de la crisis espiritual, ética y política, que asola a nuestra patria, es que algunos profesores, de tan opuestas convicciones fundamentales, seamos unánimes en exigir un mínimo común de respeto por la democracia, el Estado de Derecho y la convivencia pacífica, además de denunciar las falsedades oficiales, tanto del gobierno como de la oposición, sobre las causas del embrollo presente y de cuáles son sus mejores remedios.

A mí no me queda más que felicitar a Carlos Peña por su artículo del martes 12 de noviembre y por todos los anteriores. Él ha resistido el autoritarismo que intentaba acallarlo en su propia Universidad, para seguir mirando a la realidad a la cara, sine ira et studio; para desnudar la derrota del gobierno y, con él, de quienes votaron por sus propuestas y también de quienes, aun sin especial simpatía hacia Sebastián Piñera, al menos creímos que podría gobernar cuatro años de manera decente.

El Presidente no ha cumplido, porque ha permitido que la violencia triunfara.

No se trata de algo nuevo. La sociedad se había ido acostumbrando en cómodas cuotas, insensiblemente, a aceptar que la violencia paga. El terrorismo en la Araucanía fue enfrentado con la misma estrategia de ahora: apaciguar con dinero, casi sin política y sin luchar a fondo contra el quebrantamiento de la ley. La delincuencia de algunos estudiantes secundarios, como esos que rociaron con bencina a una profesora y los que arrojaron bombas molotov, no halló a nadie con autoridad que pusiera fin a sus abusos. Las tomas de sedes universitarias, que son delitos y actos violentos por su naturaleza, fueron rodeadas siempre del respeto y la condescendencia de rectores que hacen más caso a los violentos que a los pacíficos y por profesores que exhiben una refinada frivolidad ante esas formas canallescas de acción política.

Las masas —aun siendo minoría— son manipuladas por discursos totalitarios. No exagero. Recuerdo a Hannah Arendt: “Resulta, sin duda, muy inquietante el hecho de que el Gobierno totalitario, no obstante su manifiesta criminalidad, se base en el apoyo de las masas”. Y apunta al carácter burgués y desarraigado de esa masa: “El hombre-masa al que Himmler organizó para los mayores crímenes en masa jamás cometidos en la Historia (...) era el burgués que, entre las ruinas de su mundo, sólo se preocupaba de su seguridad personal y que, a la más pequeña provocación, estaba dispuesto a sacrificarlo todo, su fe, su honor y su dignidad”. Para comprender que no exagero basta con ver el perfil burgués de los que alimentan las protestas violentas, dando cobijo a activistas bien organizados que rematan con fuego la labor odiosa de las consignas y de las amenazas, como esa de que “el que baila, pasa”, tan amedrentadora que incluso Gabriel Boric lo denunció como fascismo.

Ha sido derrotado el gobierno, que indignamente ha camuflado su incapacidad para resistir la extorsión como sintonía con la gente; ¡que alaba las marchas de izquierda calificándolas de políticamente transversales!; que se contradice mil veces, como bien ha mostrado Carlos Peña.

Todo eso es verdad. Pero hay más: han sido derrotados el Estado de Derecho y la democracia representativa.

El Estado de Derecho no ha cumplido su promesa mínima: asegurar la tranquilidad pública que permite la convivencia pacífica, condición para afrontar los problemas mediante la deliberación racional y la sujeción de todos a las reglas.

La democracia representativa ha fallado en su cometido esencial: dirimir las diferencias de opinión política “contando votos y no cortando cabezas”. Pensémoslo bien los que casi nunca ganamos elecciones: ¿de qué nos sirve triunfar alguna vez, si todo se irá al garete por la extorsión de manifestaciones violentas, azuzadas por los perdedores?

Las izquierdas no han aceptado el resultado de las elecciones. Han conseguido, mediante la violencia cohonestada por algunos representantes electos, lo que no ganaron en las urnas.

¿Tiene sentido, entonces, confiar en que un proceso constituyente será aceptado por los violentos, si no coincide con su ideal de Constitución, en lugar de preparar la defensa civil de la democracia contra el totalitarismo, como en Bolivia?

Ha llegado la hora de la firmeza. Ha llegado la hora de usar todos los medios moral y legalmente legítimos para defender a la patria. Los bolivianos están a punto de conseguirlo, a pesar de la violencia del terrorismo y de las trampas de Evo Morales. Nosotros también podemos.

viernes, noviembre 15, 2019

Líderes totalitarios, complicidad de las masas


Líderes totalitarios, complicidad de las masas*
Cristóbal Orrego

Un amigo me ha pedido que escriba en serio. Me cuesta demasiado. La situación es tan grave que solamente la risa puede superarla.
Me río de los planes contra la corrupción. Me río de la Prueba de Selección Universitaria. Me río de los pingüinos, que saben que les han dado una mala educación y aun así insisten en creerse capaces de conocer las soluciones. 
Me río de los benditos constituyentes que le dieron, al Tribunal Constitucional, poderes muy amplios para defender los valores más altos, como la vida del que está por nacer, y ahora se quejan de que esos poderes sean ejercidos de acuerdo con las creencias de cada ministro. ¿Los creían autómatas? ¿Los creían esbirros del poder de turno? No, por favor, sobre esto no puedo escribir ahora en serio. Los que entienden no necesitan que lo escriba. Los que no entienden se limitarán a pensar si mis argumentos favorecen o no su postura visceral sobre las mil y una noches con la píldora.
Así que, como dice el poeta, me río porque me río.
La petición de mi amigo, no obstante, sigue en pie. Y a los amigos suelo hacerles caso, aunque estén en el error.
Se atribuye a Aristóteles esta afirmación: “soy amigo de Platón, pero más amigo de la verdad” (paráfrasis sucinta de “Ética a Nicómaco”, I, 6, 1: 1096a). Yo pienso todo lo contrario: soy amigo de la verdad, pero más amigo de mis amigos.
Así que, en aras de la amistad, propongo una reflexión seria sobre lo que sucede con los regímenes que gobiernan por decreto. Se acercan al totalitarismo. Su popularidad, lejos de la auténtica democracia, es la complicidad de las masas manipuladas.
Pensemos en las repúblicas hermanas de Venezuela, Bolivia y Ecuador.
El régimen venezolano ya se acerca al poder total. Mediante decretos amordaza a la prensa. Se asegura el control total de las instituciones mediante la persecución de sus enemigos y la colocación de sus amigos en los cargos clave. El Presidente del Consejo Nacional Electoral, por ejemplo, que legitimó el fraude de las últimas elecciones, ha sido premiado de inmediato con la Vicepresidencia.
Si tú quieres entender lo que pasa en Venezuela, debes leer entre líneas, conversar con exiliados, mirar cuántos periodistas y opositores han sido asesinados, y, por último, creerle a Hugo Chávez. Sí: él ha instruido a la Iglesia católica, que denunció el aumento de los asesinatos por decenas de miles en los últimos años: para saber cómo es el socialismo que viene, los obispos deben leer a Marx y a Lenin.
¿Más comentarios? ¿Dirán los socialistas chilenos, nuestra Presidenta, que se ríe con el moreno lenguaraz, dirán luego que no sabían lo que pasaba en Venezuela? ¿Cuándo sentirán vergüenza quienes se han plegado a su simpatía totalitaria?
Evo Morales, en Bolivia, no se queda pequeño. Ha nombrado por decreto algunos ministros de la Corte Suprema, para ponerla a su servicio. Ahora persigue con más saña a sus enemigos políticos.
Evo y su Vicepresidente impulsan una legislación para revocar los mandatos de los prefectos (gobernadores locales) que se le oponen. ¿Qué más democrático que un referéndum revocatorio? Solamente hay un detalle: ¡no se le podrá aplicar a él mismo!
Contra las normas de la Constitución, Morales pretende que la Asamblea Constituyente apruebe una nueva Constitución con la mayoría absoluta, que él controla, sin necesidad del quórum especial.
Y en Ecuador, en fin, el recién electo Presidente Rafael Correa promete seguir el camino de su amigo venezolano. Con palabras grandilocuentes, que deben de llenar de esperanza a su pueblo, anuncia otra revolución. Bajo el pretexto de impedir la impunidad, promete una nueva persecución a los enemigos políticos y de clase. La verdad es que no sabemos cuánto de lo que dice es discurso de campaña y cuánto es convicción tiránica al estilo de Chávez y de Morales.
No sabemos, pero el problema es serio.
Los tres regímenes se caracterizan por gobernar, cuando es necesario, mediante decretos contrarios a la Constitución, y por pretender que los controles judiciales son ilegítimos. Solamente los leales con el movimiento deben ocupar los cargos de gobierno y la judicatura.
Estamos ante una marca de los regímenes totalitarios.
Que no nos engañe su popularidad aparente.
El apoyo de las masas manipuladas, lejos de ser un signo de democracia, lo es de la facilidad con que el totalitarismo puede hacerse del poder. “Resulta, sin duda, muy inquietante el hecho de que el Gobierno totalitario, no obstante su manifiesta criminalidad, se base en el apoyo de las masas”, nos dice la gran Hannah Arendt.
Tan inquietante como eso, quizás, es que tú y yo podemos ser cómplices de la instalación de un régimen inicuo.
Casi sin darnos cuenta, por pura falta de conciencia cívica.
“El hombre-masa al que Himmler organizó para los mayores crímenes en masa jamás cometidos en la Historia (...) era el burgués que, entre las ruinas de su mundo, sólo se preocupaba de su seguridad personal y que, a la más pequeña provocación, estaba dispuesto a sacrificarlo todo, su fe, su honor y su dignidad”, afirma la pensadora judía.
Si eres indiferente al abuso de poder, al régimen inconstitucional, a los resquicios legales, al gobierno mediante decretos, a la corrupción, a las políticas educacionales manipuladoras, al empuje glandular del Ministerio de Salud, a los promotores del aborto, ¿tienes todavía fe, honor o dignidad?

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Columna publicada en El Mercurio hace muchos años. Muy actual.